La Edad de Oro, una revista en camino de eternidad (III Final)
Con respecto al cese de La Edad de Oro, el 26 de noviembre del propio 1889 le escribe Martí a Manuel Mercado:
Va el deber del artículo laborioso, y no el gusto de la carta, porque le quiero escribir con sosiego, sobre mí: y sobre La Edad de Oro, que ha salido de mis manos—a pesar del amor con que la comencé, porque, por creencia o por miedo dc comercio, quería el editor que yo hablase del “temor de Dios”, y que el nombre de Dios, y no la tolerancia y el espíritu divino, estuvieran en todos los artículos e historias. ¿Qué se ha de fundar así en tierras tan trabajadas por la intransigencia religiosa como las nuestras?
A Martí —de una religiosidad personalísima, por la cual Fernando Ortiz lo llamó “religioso sin religión—[36] lo animaban motivaciones muy claras:
Ni ofender de propósito el credo dominante, porque fuera abuso de confianza y falta de educación, ni propagar de propósito un credo exclusivo. Lo humilde del trabajo sólo tenía a mis ojos la excusa de estas ideas fundamentales. La precaución del programa, y el singular éxito de crítica del periódico, no me han valido para evitar este choque con las ideas, ocultas hasta ahora, o el interés alarmado del dueño de La Edad.
Lo que significó para él interrumpir la revista se aprecia en las líneas que añadió en la carta al amigo: “Es la primera vez, a pesar de lo penoso de mi vida, que abandono lo que de veras emprendo. Si me lo aplaude Ud., no quiero más”. [37] No se debe menospreciar el peso que en la vida de Martí tenían en 1889 sus otras ocupaciones —que crecían—, pero no cabe desconocer su sinceridad al valorar lo que para él fue la causa determinante del cese de la revista, y su resolución de no retomarla. En carta del 21 de octubre a un compatriota de confianza, Félix Sánchez Iznaga, habla de un Da Costa “ya arrepentido, pero con quien no veo manera de avenimiento final que me dé derecho para trabajar en la empresa con la misma fe”.[38]
“¡Porque en todo hombre hay un niño que pregunta y a todo hombre habla La Edad de Oro, como a niño y por eso le enseña!”.
Para hacer justicia al editor celoso de su negocio, vale no solo tener en cuenta el arrepentimiento apreciado por Martí, sino también decir que sus prudencias sectarias o mercantiles, sus miedos, pusieron fin a una publicación extraordinaria; pero tuvo tres grandes iniciativas que merecen reconocimiento: ideó publicar esa revista, la puso en las mejores manos posibles y —según el propio Martí, como se verá— la bautizó con el título feliz que hoy se recibe como flor natural.
Gracias a esas iniciativas existe hoy el tesoro formado por los cuatro números de La Edad de Oro, que Martí cuidó con esmero, y para cuyos textos buscó abundantes ilustraciones en fuentes diversas, o las gestionó. Este parece ser el caso de las debidas a Adrien Marie, destacado dibujante francés de la época a quien se debe —con su firma o sin ella, pero con sus trazos, reconocibles a partir de los acreditados en la revista— el embellecimiento visual no solamente de “Nené traviesa”, cuento en el cual se establece un feliz diálogo entre el texto y los dibujos.[39]
No debe sorprender que el propio Martí fuera consciente de lo que representaba la revista para su entorno. En otra de sus cartas a Mercado, la del 3 de agosto de 1889, escribió:
No parece, de veras, que venga al mundo La Edad de Oro,—que es título de Da Costa, con muy malos auspicios. Verá por la circular que lleva pensamiento hondo y ya que me la echo a cuestas, que no es poco peso, ha de ser para que ayude a lo que quisiera yo ayudar, que es a llenar nuestras tierras de hombres originales, criados para ser felices en la tierra en que viven, y vivir conforme a ella, sin divorciarse de ella, ni vivir infecundamente en ella, como ciudadanos retóricos, o extranjeros desdeñosos nacidos por castigo en esta otra parte del mundo. El abono se puede traer de otras partes; pero el cultivo se ha de hacer conforme al suelo. A nuestros niños los hemos de criar para hombres de su tiempo, y hombres de América.—Si no hubiera tenido a mis ojos esta dignidad, yo no habría entrado en esta empresa.
En esa misma ocasión, refiriéndose igualmente a la revista, le habla a Mercado de su deseo de
atraer la atención del público y de 1os gobiernos sobre una empresa en que he consentido entrar, porque, mientras me llega la hora de morir en otra mayor, como deseo ardientemente, en esta puedo al menos, a la vez que ayudar al sustento con decoro, poner de manera que sea durable y útil todo lo que a pura sangre me ha ido madurando en el alma. Yo no quiero que esta empresa se venga a tierra.
Y aprecia señales de la estima que la revista alcanza:
Veo por acá que ha caído en los corazones desde la aparición de la circular. Los que esperaban, con la excusable malignidad del hombre, verme por esta tentativa infantil, por debajo de lo que lo que se creían obligados a ver en mí, han venido a decirme, con su sorpresa más que con sus palabras, que se puede publicar un periódico de niños sin caer de la majestad a que ha de procurar alzarse todo hombre.[40]
De ese asombro dio un valioso testimonio, desde la afinidad, Manuel Gutiérrez Nájera, gran escritor, copartícipe en la modernización literaria de nuestra América. Aún La Edad de Oro se publicaba cuando el poeta y narrador mexicano la comparó con la aurora, que es, sostuvo, “la esposa hermosísima del sol y se levanta más temprano que él para cerciorarse por sí misma de que todo está preparado, de que nada falta, y de que el señor puede salir. Pero, antes que la aurora, abre los ojos y salta de su lecho, la cendrillón de la casa, la de los zapaticos de cristal: el alba. ¡Esa sí trabaja y sufre mil apuros!” Y con ella —de un modo que dignifica y enaltece a la cenicienta hogareña— compara al hombre de La Edad de Oro, quien cumplía “el trabajo del alba: despertar”.
Gutiérrez Nájera contrapone las virtudes de la revista con la “incurable vulgaridad” de que padecían, “comúnmente, los periódicos dedicados a los niños”, y llega a las claves de una publicación que no naufraga en límites etarios: “¡Así quisiéramos los hombres que nos enseñaran muchas cosas que no sabemos! ¡Así me ha enseñado La Edad de Oro mucho que ignoraba! ¡Porque en todo hombre hay un niño que pregunta y a todo hombre habla La Edad de Oro, como a niño y por eso le enseña!”
El torrente Martí, continúa Gutiérrez Nájera, “para escribir La Edad de Oro, ha dejado de ser río y se ha hecho lago, terso, transparente, límpido. Lo diré en una frase: se ha hecho niño… un niño que sabe lo que saben los sabios, pero que habla como los niños”. Y lo hace con el don de la poesía y de la sinceridad, por lo que el autor mexicano aún dirá: “no parece que escribe para los muchachos, como si temiera que los muchachos no supiesen leer aún. Parece que se los sube a las rodillas y que allí les habla”.[41]
Ese temprano reconocimiento anticipa la alta valoración que La Edad de Oro ha seguido teniendo por parte del público y de la crítica, una valoración fundada en un hecho: al tiempo que es una revista dirigida a públicos de edad infantil o adolescente, sirve para todas las edades.
La creciente aceptación de la revista ha rebasado con creces la cautelosa previsión del propio Martí. Aunque era consciente de la importancia del mensuario, y lo tuvo en cuenta en la carta, conocida como su testamento literario, que el 1 de abril de 1895, en camino hacia la guerra, le escribió a Gonzalo de Quesada Aróstegui —para orientarle, entre otras cosas, sobre qué camino dar a sus textos ya entonces publicados y a su papelería inédita—, en lo tocante a la revista no pasó de decirle: “La Edad de Oro, o algo de ella sufriría reimpresión”.[42]
“La creciente aceptación de la revista ha rebasado con creces la cautelosa previsión del propio Martí”.
El propósito de que la revista llegara en su momento a la mayor cantidad posible de sitios y público lector de nuestra América en general, incluía naturalmente a Cuba, aunque es algo en lo que no se ha insistido lo bastante. Con fecha 27 de julio de 1889, cuando la publicación está naciendo, Martí se dirige a su compatriota Amador Esteva, quien reside en Guantánamo —zona del territorio oriental cubano donde algo más de cinco años después estallará la guerra—, y le explica el motivo inmediato por el cual le escribe: “[Le he] ofrecido al editor de La Edad de Oro buscarle, por medio de Vd., un buen agente en Guantánamo”, le informa. Pero ya ha puesto en marcha el plan: “Vd. debe haber recibido la circular, porque yo se la mandé y ahora recibirá el primer número. Dígame si he salido airoso, y si he dado con la manera de hablar con la gente menor”.
Delicadamente y con firmeza le da instrucciones: “Lo que le ruego, pues, es que recoja Vd. del correo ese paquete de 20 ejemplares del primer número que le va certificado, y lo ponga en manos, con la carta adjunta, de aquella persona que por oficio o por afición pudiese servir en su concepto con más eficacia a La Edad de Oro”. Está claro que procura lograr lo que pudiera considerarse una red cubana para la distribución del mensuario, el cual, le dice a Esteva, “no debe caer mal en Guantánamo, a juzgar por dos cartas recibidas de allí en respuesta a la circular”.
No descuida detalle alguno, y en términos que expresan lo que vale interpretar como su confianza de entonces en Da Costa, añade:
En la carta adjunta van las condiciones de la Agencia. Tanto el editor como yo vemos esto como empresa del corazón, y no de mero negocio, como notará Vd. en cuanto hojee el número; así que en el corazón quiero interesarle, aunque sea una sencillez, a ver si encarga Vd. de esto a persona que ponga empeño de amigo—, y que dé buenas cuentas. De esto no se me ha de excusar; sino hacer como yo, que en lo propio soy moroso, y diligente en lo ajeno.[43]
Lenguaje y tono, incluido el elogio a la familia del destinatario, sugieren —en su sinceridad— que desea motivarlo para que asuma la tarea de contribuir a que la revista se conozca en Guantánamo. Cabe suponer que algo similar haría con otras personas en Cuba, aunque hoy no se conserven, o no hayan aparecido, cartas que lo corroboren. Es una pista para seguir pensando y buscando.
Publicada en 1889, desde 1905 La Edad de Oro ha conocido una gran cantidad de otras ediciones, por su original en español o traducida a distintas lenguas. A menudo varias de sus piezas se han editado en volúmenes independientes, y ya existe una multimedia que —además de recordar la importancia que Martí apreciaba en los buenos avances tecnológicos— propicia acercarse a la revista y disfrutarla por diferentes caminos.
“Publicada en 1889, desde 1905 La Edad de Oro ha conocido una gran cantidad de otras ediciones, por su original en español o traducida a distintas lenguas”.
Como parte del trabajo hecho en el Centro de Estudios Martianos para la edición crítica de las Obras completas de Martí, surgirá —y ya la institución va cosechando frutos en ese empeño— lo que más pudiera acercarse a una edición de ese carácter, y satisfactoria, de La Edad de Oro.[44] Las facsimilares desempeñan una función relevante, sobre todo para estudiosos, aunque también encantan al público en general, incluido el infantil. Algunas se han hecho, una de ellas con los cuatro cuadernillos por separado.[45]
Sería útil hacer un repertorio bibliográfico minucioso de todas las ediciones totales o parciales y de distinta naturaleza que ha conocido La Edad de Oro, en español y en otras lenguas, en braille incluso. Ahora la editorial Auga planea hacer un valioso aporte a su conocimiento: en sendos tomos la revista en español y vertida al gallego, y —en un tercer volumen— una selección de estudios acerca de ella, al cual se destinan estas páginas.[46] El cubano que las escribe saluda con entusiasmo el nuevo proyecto que enriquece un camino para el cual parece reservada una imagen poética debida a Miguel Hernández: el rayo que no cesa. Ni cesará, vale añadir.
En La Habana, a 4 de octubre de 2019
(Hoy cumpliría treinta y siete años Laura, quien desde que aprendió a hablar mostró un especial afecto por “Tatí”, y tenía cuatro o cinco cuando, al terminar su primera visita al Museo Casa Natal del héroe poeta, expresó insatisfacción: “Pero yo quiero ir a la casa donde Martí camina”.[47])
Notas:
[36] Fernando Ortiz: “La fama póstuma de José Martí”, prólogo a Marco Pitchon: José Martí y la comprensión humana, La Habana, Talleres de P. Fernández, 1957, p. 23.
[37] José Martí: Carta a Manuel Mercado de 26 de noviembre de 1889, O.C., t. 20, pp. 153-134.
[38] José Martí: Carta a Félix [Sánchez] Iznaga de 21 de octubre de 1889, O.C., t. 20, p. 353.
[39] Ver Alejandro Herrera Moreno: “Las ilustraciones de Adrien Marie en La Edad de Oro”, https://laedaddeorodejosemarti.com/LasilustracionesdeAdrienMarie2009.pdf
[40] José Martí: Carta a Manuel Mercado de 3 de agosto de 1889, O.C., t. 20, pp. 146-148.
[41] Manuel Gutiérrez Nájera: “La Edad de Oro de José Martí”, t. 2 (cit. en 4) de José Martí. Valoración múltiple, pp. 46-51.
[42] José Martí: Carta a Gonzalo de Quesada Aróstegui de 1 de abril de 1895, O.C., t. 1, p. 25.
[43] José Martí: Carta a Amador Esteva de 27 de julio de 1889, O.C., t. 20, pp. 349-350.
[44] Acerca de la que él se propuso hacer escribió Eduardo Lolo en 2018: “En realidad, […] —aunque ya de alguna forma anunciada y propiciada por mi ensayo Mar de espuma—, terminó con no pocas dudas e incertidumbres […] Concluí, pues, mi edición crítica de La Edad de Oro como anuncio de otra por venir, al dejar todo lo que queda en las honduras de la mina martiana a disposición de investigadores del futuro […]”. “La Edad de Oro de José Martí. Crónica de una edición presentida”, cit. (en n. 29).
[45] En 1989 la Editora Abril, de La Habana, reprodujo facsimilarmente, desde las portadas hasta las contraportadas respectivas, y por separado, los cuatro números, y en cada uno de ellos colocó —diseñado para facilitar que se viera como un añadido ajeno a la publicación original— un pequeño encarte que contiene, además de los créditos correspondientes a la nueva edición, una breve nota escrita por el autor del presente texto. Es falso el reciente anuncio lanzado fuera de Cuba por un proyecto que informó estar trabajando para lograr la primera edición del mensuario hecha con esas características.
[46] Lo abarcador de ese proyecto hace especialmente lamentable que no se haya podido realizar.
[47] Luis Toledo Sande: “Pues a vivir venimos”, en capítulo 1 de Cesto de llamas. Biografía de José Martí, varias ediciones.)