A unos 13 kilómetros del Centro Urbano de la bella ciudad de Manzanillo, se eleva el Monumento Nacional La Demajagua, altar sagrado de la Patria, escenario del alzamiento del 10 de octubre de 1868, día de luz enorme en Cuba, cuando sus hijos, encabezados por Carlos Manuel de Céspedes, se levantaron con las armas para luchar contra el colonialismo español.
Visitado cada año por miles de personas, el monumento posee un espacioso pasillo enchapado en lajas mediante el cual se puede acceder a diferentes partes, como a la rueda dentada del otrora ingenio, y al muro confeccionado sobre piedra, que arquitectónicamente simboliza la estructura de la Revolución cubana e incluye la campana original.
La Demajagua antes del alzamiento
Las primeras referencias al lugar datan de principios de la década iniciada en 1840, cuando era denominado como finca rústica Demajagua, la cual pasó a manos de diversos propietarios hasta ser comprada en 1857 por Francisco Javier de Céspedes, hermano de quien fue el Primer Presidente de la República en Armas y actualmente es considerado el Padre de la Patria.
Poco a poco, aumentó la producción, gracias al incremento de los esclavos y la introducción de una máquina de vapor. En marzo de 1866, Carlos Manuel compró el inmueble y sus terrenos, e impulsó favorables cambios. En 1867, ya tenía sembradas 10 caballerías de caña, siete más que antes, y realizaba la mayor parte del trabajo de la zafra con obreros asalariados.
La capacidad productiva había crecido lo suficiente como para contratar cañas de hacendados cercanos, para molinar en su finca, la cual, en 1867, ya aparecía inscrita en el catálogo de los ingenios centrales de Cuba.
Según el diario El Siglo (1867), el lugar abarcaba una gran casa de tejas que albergaba una máquina de vapor de 30 caballos de fuerza y un moderno alambique. Dos pequeños trenes llevaban las mieles y el alcohol en una vía estrecha hacia el embarcadero, en la costa.
El 10 de octubre de 1868
El historiador César Martín García, quien durante muchos años fue director del Monumento Nacional, relata que ese día Carlos Manuel salió de la primera habitación de su vivienda y caminó con firmeza hacia el exterior. Sus pasos se escuchaban de forma leve hasta que se detuvo y con fuerza expresó: “De pie. El soldado del deber no puede permitir que la aurora le sorprenda en el lecho”
Según agrega, el patricio bayamés sabía que desde la tarde anterior se habían reunido allí más de 300 patriotas, dispuestos a luchar, y esa mañana ya sumaban unos 500.
“Ahora sigue aquí, yo lo observo”, dice quien es ciego desde hace varios años, pero ve más allá de lo aparente.
“Ahí está la casa del Padre, allá los esclavos, ahí la campana, él lee el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, ¡un documento tremendo…!” Y nuestra mente y el corazón se llenan de más conocimientos y emoción.
Gracias al poder de las palabras, nos parece ver lo ocurrido, con el orgullo de ser parte de lo iniciado aquella jornada, junto a una bandera confeccionada con la tela que apareció, incluidos pedazos de un vestido y de una copa de mosquitero, lo cual también hace más grande el momento, la decisión.
En verdad eran muy escasos los fusiles, pero enorme la voluntad, acompañada por lanzas de púas y machetes, armas poderosas en manos de corajudos repletos de anhelos colectivos.
“En verdad eran muy escasos los fusiles, pero enorme la voluntad (…)”.
César Martín resalta que Céspedes lo había dicho el 2 de octubre de 1868 en conversación con Francisco Vicente Aguilera: “Pelearemos aunque sea con las manos”, y agregó: “Todo lo sé, pero no es posible aguardar más tiempo, las conspiraciones que se demoran siempre fracasan, porque nunca falta a ellas un traidor que las descubra”.
Un símbolo siempre vivo
Resulta poco divulgado que esa propiedad de Céspedes, una de las 16 en su poder en el momento de comenzar la lucha, fue también la primera destruida por los españoles durante la guerra, pues el 17 de octubre fue bombardeada por una cañonera que convirtió en ruinas el otrora ingenio, la casa principal y el barracón de los esclavos.
Luego de las guerras de 1868 y 1895, el sitio fue atendido por veteranos y por la logia masónica Buena Fe, de Manzanillo, la cual erigió un obelisco en 1928. Según algunos investigadores, ya en ese momento en La Demajagua había una modesta casa de madera, habitada por el coronel Juan Ramírez, quien fue ayudante de Carlos Manuel.
En lo adelante, intelectuales, instituciones civiles y religiosas y muchos otros acudieron allí para homenajear a Céspedes y a los demás patriotas.
“(…) Sin dudas un sitio de poesía, donde el corazón de Cuba parece latir con más fuerza”.
Declarado Monumento Nacional el 6 de junio de 1978, el sitio ha sido remodelado en varias ocasiones. El visitante puede encontrar también imágenes de la época, pinturas y papeles valiosos relacionados con Céspedes.
La muestra refleja, además, las visitas realizadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro el 10 de octubre de 1968 y el 7 de noviembre de 1976.
Casas nuevas en la comunidad cercana y una carretera que luce como nueva también adornan el ambiente, en el emblemático punto de la geografía granmense, desde donde se observan las aguas del Golfo del Guacanayabo y, hacia el otro lado, algunas montañas de la Sierra Maestra. Sin dudas un sitio de poesía, donde el corazón de Cuba parece latir con más fuerza.