Portadores de un ritual danzario

La danza folkórica en Cuba

Lázaro Benítez Díaz
25/2/2016

Indagar sobre Cuba, sobre lo que somos y hacemos me hace retomar la pregunta que se hiciera Fernando Ortiz, ¿qué es la cubanidad? Diría que es lo que nos caracteriza, lo que nos destaca entre otras tierras. Es un lenguaje propio, como el asere o el que bolá. Un lenguaje que es el reflejo de nosotros, de nuestra cultura, de nuestro pueblo. Al unir dos términos como cultura y pueblo encontramos Folklore como un término que lo agrupa.

En mi búsqueda sigo marcando cada texto y ese me lleva a otro, como hipertextos, que descansan en varios nombres. Alfredo O´Farril es uno de los nombres de obligada mira, maestro y Jefe del Departamento de Danza Folklórica en la Universidad de las Artes, y fue uno de los 17 elegidos en el año 1966 para formar parte del Conjunto Folklórico Nacional (CFNC).

Su llegada y la de otros bailadores a la agrupación llenaron el éxodo que atravesó el Conjunto Folklórico Nacional en la segunda mitad del 60. ¿Cómo se produjo en usted la aprehensión de la cultura afrocubana y lo popular?
No procedía de una familia religiosa, en realidad mi entrada al conjunto se produjo luego de un entrenamiento que pasé en el Nuevo Teatro de Danza, un grupo de aficionados que el Conjunto asesoraba. Fue fundamental para la aprehensión de toda la cultura afrocubana la figura de Jesús Pérez Puente. Siempre me gustó tocar los tambores y él me decía que si quería aprender debía ir a los focos religiosos, tambores de santos, etc. Ese lazo con Jesús me abrió las puertas en el mundo religioso, porque él era un personaje respetado, al tener su amistad la gente no se cohibía en hablar de religión, por el obstáculo de que no tuviera santo hecho, solo me decía que debía guardar el secreto de lo que se decía. Eso también suavizó mi presencia en el Conjunto, porque los más viejos veían en los más jóvenes a sus sustitutos, y esa amistad logró desaparecer cualquier imagen oscura a mi alrededor. Para todos era el protegido de Jesús y entonces ya me sentía más libre.

Siempre estaba abierto a todo lo que me decían y eso me sirvió para enriquecer los papeles que desempeñaba en la escena, tanto para cuerpo de baile como para el de solista.Otra que me enseñó fue la familia de los Aspirina. Esa amistad con Maina, la madre de Ricardo Jáuregui, me abrió las puertas de los focos religiosos sin tener ningún tipo de ceremonial hecho, era casi el hijo de Maina y todos me llamaban cada vez que sucedía algún hecho religioso. Siempre estaba abierto a todo lo que me decían y eso me sirvió para enriquecer los papeles que desempeñaba en la escena, tanto para cuerpo de baile como para el de solista.

¿Cuál fue el primer orisha que le tocó interpretar? ¿Con cuál usted se ha sentido más seguro?
El primer personaje que interpreté fue Oggún. Comencé como segundo elenco de Roberto Espinosa, para mí fue un honor porque veía bailar a Roberto y quedaba en quietud, y me decía yo tengo que bailar después de Roberto. Parece que lo logré.

En el personaje que me sentí más seguro, en el que todo el mundo me conoció fue el de Changó. Dice la gente que mi personaje nunca ha sido superado. Creo que no es así porque había muchos que lo bailaban muy bien. Expresan que era muy natural, pero todo lo que representaba era lo que había aprendido en los focos religiosos. Siempre preguntaba ¿Por qué camina así el orisha? ¿Por qué se mueve de esa manera? El personaje de Changó fue el que más se me metió dentro, escucho un toque y me voy erizando, creo que me voy transformando, tomando su personalidad.

El personaje de Changó fue el que más se me metió dentro, escucho un toque y me voy erizando, creo que me voy transformando, tomando su personalidad.El Conjunto Folklórico Nacional se convirtió en su escuela, como también ha sido para una gran cantidad de jóvenes años más tarde. ¿Cree objetivo que en el sistema de enseñanza artística cubana exista un perfil de Folklore en la especialidad de danza?
Por supuesto, es necesario proteger nuestra cultura, enseñarla bien para que perdure de generación en generación. Los alumnos no pueden ver como único camino la danza contemporánea y el ballet, deben tener en su formación de nivel elemental y medio este perfil que le ayuda mucho para el trabajo con la técnica cubana de danza moderna. El folklore necesita un estudio previo, investigación de rigor y la escuela debe propiciar ese espacio, no es solo enseñar el movimiento, es hablar de una historia o de la génesis, eso es también dar una clase.

¿Qué le brinda la enseñanza superior a un bailarín egresado de la enseñanza artística en el nivel medio?

El nivel superior le brinda un amplio aprendizaje más específico en lo teórico. Cuando hacemos los controles a las escuelas nos damos cuenta que los bailarines vienen con muchos vicios, defectos, al interpretar cualquier orisha.

El alumno necesita saber el por qué de cada movimiento, por ejemplo con Oggún—me levanto para demostrarte— el movimiento que realiza con su machete es el de cortar un árbol, entonces hay que saber cómo Oggún corta un árbol, eso no se hace de manera superficial. No es solo conocer el movimiento sino también saber quién es el orisha. Saber por qué los bailes congos se hacen golpeando fuertemente el piso. Conocer toda esa información le brinda al alumno una mayor relación con lo que está interpretando. La danza tiene que tener un amplio movimiento teórico que la respalde.

¿Cómo llega usted al magisterio y a dirigir el Departamento de Folklore en la Universidad de las Artes?
Siempre me ha gustado enseñar, desde que estaba en el Conjunto Folklórico me invitaban a dar talleres a los alumnos y a ellos les gustaba mi manera de impartirlos, siempre estaba en la ENA o en la ENIA. Sabía que mis pasiones se dividían entre la interpretación y el magisterio y me fui ejercitando. Cuando me doy cuenta con 41 años que debía retirarme de las tablas, no fue tan fácil irme del Conjunto Folklórico. Salgo de Cuba por un contrato de trabajo y a mi regreso pido trabajar en el ISA. Pasé por todos los procesos que se tienen que realizar para ser profesor del nivel superior, por suerte me aceptaron.

Sabía que mis pasiones se dividían entre la interpretación y el magisterio y me fui ejercitando.La jefa del Departamento era la Dr. Bárbara Balbuena, ella tenía reiteradas salidas al extranjero, algunas con larga permanencia. La responsabilidad de dirección del Departamento quedaba vacía y Bárbara me propone como jefe de Departamento y desde ese día hasta hoy me encuentro en ese camino, aprendiendo día a día.

¿En su vida de maestro sobresale algún nombre entre sus tantos estudiantes?
Puedo decir que, como en el ballet existen cuatro joyas, en el folklore yo tuve cinco: Grechen Hernández, Marisol Blanco, Katiuska Álvarez, Yanieya y Margarte Estévez, cada una de ellas son excelentes bailarinas y profesoras. Ellas fueron las que iniciaron el ISA DANZA, asumieron la tarea que nos había confiado Bárbara.