Buenas tardes. La intervención del ministro de Cultura de Palestina me ha impactado especialmente. Su abuela tuvo que moverse de su hábitat natural por causas ajenas a su voluntad. Mi madre, con su familia, de origen judío, nacida en Zagreb, Croacia, también tuvo que migrar por efecto del fenómeno aborrecible del fascismo, del nazismo. Debemos erradicar esos fenómenos que hacen posible en el siglo XX, y ahora en el siglo XXI, cosas similares. Nuestra solidaridad con el pueblo palestino, con la República Árabe Saharaui, con nuestros hermanos de Puerto Rico, último enclave colonial en el continente americano.
Yo quiero, sin mayor introducción, suscribir de cabo a rabo, de un extremo a otro, la intervención que ha tenido, al inicio de esta Conferencia Mundial de Políticas Culturales, la señora Beatriz Gutiérrez Müller en representación de su esposo, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Una pieza magistral que recoge lo que siente, lo que piensa y lo que aspira la República Bolivariana de Venezuela y, me atrevo a decir, que la abrumadora mayoría de América latina.
Nuestros saludos de parte del presidente Constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros.
La cultura como bien público global es el lema fundamental de esta reunión. Nosotros observamos el término global con cierta duda ante el fracaso estrepitoso del proyecto globalizador, de la globalización, que está viviendo la humanidad hoy día. Estamos viendo cómo en Europa el futuro de la humanidad pende de un hilo, la existencia misma de la vida humana en este planeta. Y tiene causas enraizadas en la cultura.
Nosotros preferimos el término común o mundial, porque no creemos en esa globalización que se ofreció al mundo como la panacea que terminó llevándonos a derroteros negativos. Ahora bien, interpretamos ese lema con la aspiración de que se traduzca en acciones prácticas para proteger el patrimonio cultural y la diversidad cultural de los males que los aquejan en el mundo concreto de hoy. Por eso, nos atrevemos a decir que, así como desde 1954 existe una convención de la Unesco para la protección y salvaguardia del patrimonio y la diversidad cultural en casos de conflicto armado, también la Unesco debería tener algún instrumento, algún mecanismo, para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural material e inmaterial y la diversidad cultural, de las medidas coercitivas unilaterales, de las mal llamadas sanciones, que se vienen aplicando de manera cotidiana contra países del mundo por parte de naciones poderosas, excluyéndolos de los mecanismos financieros internacionales, convirtiendo en un imposible la comercialización de los productos que generan los ingresos nacionales de los cuales dependen el financiamiento de las dinámicas culturales en nuestros países.
La República Bolivariana de Venezuela ha sido objeto de estas medidas en un número insólito: 961 medidas coercitivas unilaterales que han afectado lamentablemente el ejercicio de los derechos culturales por parte de nuestro pueblo. Pero no es nuestro caso nada más. Quienes han sacado la cuenta estiman que la mitad de la humanidad vive en países que son objeto de sanciones, de medidas coercitivas unilaterales de una u otra manera. Y si la cultura o las culturas —como preferimos nosotros definirlas, en plural— constituyen un bien de interés público global, no son un asunto que atañe únicamente a los países o a los ciudadanos que allí viven, sino a toda la humanidad. Entonces, tenemos que tener mecanismos efectivos para salvaguardar los derechos culturales de los pueblos en casos de conflicto armado convencional y también en casos de guerras no convencionales, como las que son típicas del tiempo actual de la humanidad.
“La Unesco debería tener algún instrumento, algún mecanismo, para proteger y salvaguardar el patrimonio cultural material e inmaterial y la diversidad cultural, de las medidas coercitivas unilaterales (…)”.
En un desayuno que tuvimos esta mañana en el Espacio Iberoamericano, donde intervinieron voceros de la corporación trasnacional Netflix, yo decía que es muy interesante, pues no conozco precedente, que en una reunión de este tipo participe una corporación que forma parte la industria cultural global. Y traje al presente la experiencia que esta misma organización, la Unesco, desarrolló hace 40 años cuando Sean MacBride, canciller de Irlanda y Premio Nobel, propuso una iniciativa que en aquel entonces era ineludible, siendo el entramado cultural y comunicacional de los años 80 analógico e incipiente al lado del fenómeno avasallador que en el campo de la industria cultural y de la comunicación se exhibe hoy en el planeta entero. Hay poderes globales hegemónicos que ejercen sobre nuestros países y sobre nuestras culturas mecanismos que socavan los derechos culturales de nuestros pueblos, que van en contra de la diversidad cultural. Nosotros hemos propuesto que la Unesco en algún momento debe retomar la senda de aquel Informe MacBride que elaboró una comisión para el estudio de los problemas de la comunicación a instancias de esta organización hace 40 años. Si en aquel entonces era una necesidad, cuando apenas había algunas agencias de noticias y algunos satélites, imaginemos cuán importante y necesario es que hoy la Unesco y la comunidad internacional dejen de mirar hacia otro lado y vean el poder que estos conglomerados ejercen en nuestras realidades cotidianas.
Allí, estimado ministro de Palestina, está la razón de la invisibilización de lo que ustedes han tenido que sufrir, y ahí está la razón de la desinformación, de los fenómenos de xenofobia, racismo y supremacismo que lamentablemente han florecido en la humanidad contemporánea.
Nosotros expresamos nuestro respaldo a la Convención contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales de 1970. Tenemos autoridad moral en la materia. En el 2018 devolvimos a nuestros hermanos de Costa Rica 197 piezas de su patrimonio arqueológico, que habían entrado ilegalmente a Venezuela y que habían sido reducidas a la condición de mercancía; iban a ser exportadas para su venta. Venezuela devolvió íntegramente esas piezas arqueológicas y también gestionó la repatriación de la Abuela Kueka, una piedra sagrada del pueblo indígena Pemón que estuvo 20 años en el Parque Metropolitano de Berlín, secuestrada y fuera del alcance de los indígenas que la tienen por un ser vivo. Por las gestiones del Gobierno Bolivariano, por la lucha del pueblo Pemón y por el acuerdo con el gobierno de Alemania logramos repatriar esta pieza en pleno inicio de la pandemia, en abril del año 2020.
Acabamos de recibir de la República italiana una pequeña, pero muy grande, pieza arqueológica que fue incautada por los Carabinieri de Italia. También iba a ser vendida como mercancía. Esa pieza pequeñita, que para algunos no pasa de ser una decoración, un adorno, es una parte fundamental de nuestro patrimonio cultural.
Nosotros entonces ratificamos nuestro respaldo y compromiso con esta convención. Y termino comentándoles lo siguiente: del 10 al 20 de noviembre se estará desarrollando en la ciudad de Caracas la 18° Feria Internacional del Libro de Venezuela. Arriba a su mayoría de edad el mayor evento cultural de Venezuela. Esta vez no tenemos un país invitado de honor; por primera vez tenemos un continente. Hemos invitado a nuestra madre África para que sea la invitada de honor en esta Feria Internacional del Libro. Y, en este contexto de la reivindicación de nuestra raíz africana, hemos descubierto que en nuestros depósitos, en nuestras bóvedas, teníamos una muestra de arte del Congo que había sido regalada a Venezuela por el nefasto rey Leopoldo, de Bélgica. Una muestra de arte congolés, producto del expolio, regalada a un país como Venezuela. Estamos sacando esas piezas de los almacenes, de los depósitos, de las bóvedas, y las vamos a exhibir con todo el brillo y el respeto que merecen en nuestro Museo de Bellas Artes. Y les ofrecemos a los hermanos de la República Democrática del Congo la posibilidad de que estas piezas sean repatriadas. Si el Congo las quiere, son suyas. Lo que el rey Leopoldo y el colonialismo les robó, Venezuela se los devuelve con mucho gusto sabiendo que forma parte de su patrimonio cultural y que no es un problema del Congo, no es un problema del África. Es un problema de la humanidad, si es verdad que la cultura es un bien público mundial. ¡Muchas gracias!
Intervención en el panel “Patrimonio y Diversidad Cultural en crisis”, como parte de la II Conferencia Mundial de Políticas Culturales (Mondiacult) 2022.