La criolla y neoclásica vivienda cienfueguera del siglo XIX
22/4/2019
La formación de los tipos locales (1830-1865)[1]
Un modelo sin continuidad: la casa Capote-Sarría/El Palatino
La casa de El Palatino fue construida por José Capote en 1832, cuando fue valorada en 13 727,3 reales, cifra altísima para la época.[2] Es, hasta el momento, la vivienda más antigua de Cienfuegos. Su disposición planimétrica no resulta común, ni fácil de explicar. El acceso se encuentra ubicado al centro de la primera crujía, configurada en sala con aposentos a cada lado, como es habitual en las viviendas de la época. Pero la segunda crujía cuenta con una galería de arcos rebajados sobre columnas barrigonas o panzudas, con habitaciones en los costados, disposición que no es la típica de la casa cubana tradicional del interior de la Isla,[3] cuya segunda crujía replica la disposición de la primera y nunca se ofrece abierta en galería sino con muro de cierre, en el que se abren los vanos de puerta y ventanas a la galería o al patio. La galería se establece a continuación de la segunda crujía. Techos de armadura de madera en primera crujía y de colgadizo en el resto del inmueble cubren los espacios de la casa, ocultos por cielos rasos de tablones de madera, hoy desaparecidos.
Fotos: Julio Larramendi
No ha sido posible determinar el constructor que realizara esta hermosa vivienda. Pero se conoce de la ejecutoria por esos años de ingenieros, arquitectos y constructores franceses, entre otros, el hijo del influyente Honorato Bouyon, el ingeniero Félix Bouyon, autor del trazado de fundación de Cienfuegos (1819) y de los proyectos de sus principales edificios civiles, como la cárcel (1829) —realizado con Alejo Helvecio Lanier y caracterizado por el portal con arcos rebajados sobre columnas— y la primitiva iglesia (1825). La posibilidad de que la casa de José Capote fuera diseñada por Bouyon —¿y Lanier? — es una sospecha bien fundada. Ello explicaría la disposición planimétrica “a la francesa” y los motivos de un barroco final que vendrían de Venezuela y de Andalucía, donde se formó Bouyon. Sin embargo, en el siglo XIX las columnas barrigonas y las placas recortadas con motivos Chippendale eran temas pasados de moda y no se repitieron en otros edificios debido a la preferencia por apoyos y realces más “clásicos”, como los adosados al muro de la fachada. Tampoco fue asumida la singular disposición de esta vivienda.
Las primeras viviendas “a la trinitaria”
Las primeras viviendas de mampostería se distinguen por la fachada de muro liso, sin aditamentos arquitectónicos, puerta al centro y ventanas de hierro a cada lado, de similar factura al tipo de “casa trinitaria 1830”, reconocida, entre otros elementos, por el uso de aleros en gola. Se acompañan frecuentemente con tiendas en las esquinas. Dicha disposición es la típica de las viviendas trinitarias posteriores a 1825, distinguidas por la puerta ubicada al centro de la fachada, con acceso a una sala flanqueada en uno o dos lados por aposentos y comunicada con la saleta por grandes arcos de medio punto a cuyos lados también se replican las recámaras. Seguidamente, se da paso a la galería. Hacia uno o dos lados del patio se desarrollan los martillos —que pueden contar o no con galerías— y al final se ubican la cocina y los excusados. El zaguán cochera, si existe, está a un costado de la fachada y desemboca directamente en la galería-comedor, cerrada con persianas.
La casa “burguesa” de zaguán
A partir de 1830 tuvo lugar un período de despegue urbano sustentado en el indetenible proceso de expansión de la economía y el comercio cienfuegueros. Pobladores de diversas partes del país se asentaron en la localidad y se intensificó la comunicación con el occidente de la Isla, en particular con las ciudades de Santa Clara, Sagua la Grande, Cárdenas y Matanzas. De estos contactos se originan nuevos modelos planimétricos, por contaminación de la planimetría típica de las moradas de las ciudades antiguas de la región central, con la que emerge en La Habana a fines del siglo XVII y se extiende a Matanzas y Cárdenas. Aproximadamente a mediados de la centuria surgen viviendas significadas por la colocación de la puerta principal a un costado de las fachadas en función de acceso principal-acceso cochera, solución ajena a las casas de los viejos núcleos de la Isla. No se trata de que en Trinidad, Sancti Spíritus, Camagüey, Bayamo y Santiago de Cuba se desconozcan las puertas a un costado, sino que, si ese es el caso, dichas puertas dan paso a la sala, siempre se encuentran en eje con respecto al patio y no hacen las veces de zaguán, salvo excepciones.
Pero de la combinación del modelo “casa-zaguán-puerta al costado” con el de “casa-puerta al centro” se originó una nueva propuesta planimétrica en la que la puerta principal se ubica a un costado de la fachada, no en recodo con respecto al patio, sino enfrentada a este. La casa de Argüelles 3307, construida entre 1862 y 1864, es ejemplo de esta innovación, en la que a un costado del zaguán se dispone la sala. La segunda crujía se comunica con la galería por medio de grandes arcos de medio punto, una novedad con respecto al modelo trinitario en el que dichos arcos comunicaron sala y saleta, no sala y galería, y también con respecto al modelo matancero, en el que un solo arco rebajado o vano adintelado se abre hacia el patio en el espacio galería-comedor. Seguidamente, y a la manera de las viviendas de las villas fundacionales, se desenvuelve el patio rodeado por galerías en dos o tres de sus lados. El patio sin galerías en los lados mayores, tal como se aprecia en la casa-zaguán de La Habana y de Matanzas, es abandonado.
La neoclásica casa cienfueguera (1865-1899)
Hacia mediados del siglo XIX la arquitectura cubana adoptaba las formas de un neoclasicismo más académico, fenómeno que encuentra explicación en los cambios experimentados por la actividad constructiva desde los inicios de la centuria. Entre otros factores, debe mencionarse la participación de los ingenieros y arquitectos que intervienen activamente en el urbanismo y la arquitectura de nuestras ciudades. Hacia finales de la década del 50 llegó a Cienfuegos el ingeniero/arquitecto norteamericano Santiago Murray para dirigir la construcción del ferrocarril entre esta ciudad y Villa Clara, inaugurado el 19 de noviembre de 1860,[4] y también se encargó de la remodelación de la iglesia parroquial, para lo cual proyectó un edificio neoclásico académico, cuya imagen influyó de modo determinante en la arquitectura de la villa entre 1860 y 1880. Es imposible no atribuir a su influjo las soluciones adoptadas en las residencias más importantes del período.
La casa-jardín
Ejemplo pionero del nuevo tipo de vivienda es la levantada por Juan Avilés en el solar donde existió la casa destinada a Luis De Clouet, frente a la plaza, a un lado de la parroquial, y en esquina con la calle San Fernando, transformada en el curso de su proceso constructivo en “casa-villa”, dispuesta en tres crujías hacia el fondo, con un jardín lateral,[5] fuente de luz y ventilación, función que también se cumple a través de las ventanas del costado a la calle. La edificación fue terminada hacia 1865. En Cuba, la casa-quinta se integró a partir del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX a los barrios de extensión o ensanche, pero en Cienfuegos la casa-jardín se insertó en el propio corazón de la ciudad.
La casa cienfueguera “por excelencia”
La aparición de la casa-jardín en el centro de la ciudad tuvo consecuencias trascendentales a los efectos de la evolución de la arquitectura doméstica. La casa-patio no se abandonó, pero se modificó. Una de las primeras mansiones en acoger los cambios fue el palacio de Julio Leblanc, construido a mediados del siglo XIX y en el que se instalara a fines de la centuria el establecimiento de comercio La Alhambra, nombre por el que es popularmente conocido. La envergadura constructiva del edificio puede inferirse por el monto de su tasación, que alcanzó la cifra de 40 000 pesos oro.[6]
El palacio Leblanc fue fabricado a ras de la calle, sin portales, como casa de patio, rodeado de galerías sostenidas por columnas arquitrabadas y rematadas en pretiles. Pero la parte delantera asume la disposición de la casa-jardín en tres crujías paralelas la una a la otra, lo que puede inferirse, pese a las modificaciones, de sus dimensiones, y por fotografías de las cubiertas en las que se aprecia claramente la sucesión de las crujías. La puerta de acceso está ubicada al centro de la fachada, destacada con la correspondiente guarnición, y las ventanas dispuestas a cada lado. Al fondo se eleva una torre-mirador, símbolo de prestigio. La disposición en tres crujías delanteras atenta contra la eficaz iluminación y ventilación de las estancias, problema contrarrestado con la colocación de lucernarios en los techos y la apertura de los muros intermedios entre las crujías con grandes vanos y/o arcos, lo cual da lugar al espacio interrelacionado y continuo que tanto embellece a las casas cienfuegueras de la segunda mitad del siglo XIX. Se configura el modelo de prestigio del último tercio del siglo, cuyos espacios interiores se significan por los trabajos madereros, en hierro y por los mediopuntos de cristales de colores.
En las fachadas se impone la composición basada en la doble pilastra entre los vanos, sustentadora del simulado entablamento, los vanos recuadrados por platabandas y destacados con guardapolvos rectos, la terminación en cornisa y pretiles, y los volados balcones con barandas de hierro sobre soportes pétreos. En estas mansiones la torre-mirador constituye un elemento focal de la composición arquitectónica.
En conclusión, en la segunda mitad del siglo XIX se consolida una tradición constructiva de alto empaque y color local, soporte del desarrollo arquitectónico posterior de la ciudad de Cienfuegos.