La cocinerita adorada
20/5/2020
Una joven, luego sabremos que se llama Clarita Mazorca, irrumpe en la Sala Teatro El Arca entonando décimas y danzando mientras contagia con carisma y cordialidad a todos los que espectamos. Con el pretexto de compartir una de sus múltiples recetas culinarias, en este caso el peculiar “majarete”, dispone su cocina-retablo para relatarnos, además, su versión de cómo se hizo cocinera. Así es que nos encontramos ante la hermosa historia de La cocinerita adorada (Breve historia de Clarita Mazorca), con dramaturgia y puesta en escena de Rafael González Muñoz y la interpretación de Niurbis Santomé Cudeiro, en una producción de Teatro del Puerto.
Treinta y cinco minutos son suficientes para que Clarita Mazorca logre seducirnos e implicarnos de manera sensible y “como la más capaz de las titiriteras” haciéndonos partícipe de las peripecias que tuvo de afrontar para cumplir sus sueños. Uno como espectador se deja llevar por las palabras y las imágenes que se dibujan en ese gran lienzo que es el escenario, gracias a la destreza con la que la actriz se desenvuelve y es capaz de llevar a buen puerto el manejo de las emociones y la reflexión que desde el texto nos brinda González Muñoz.
La cocinerita adorada… es el tipo de experiencias teatrales que quieres vivir con tu familia y seres queridos, un espacio donde ríes al tiempo que reflexionas sobre los valores intrínsecos del ser humano —vistos desde la sencillez espectacular— y una puesta en escena que centra su fuerza en la empatía que Niurbis Santomé establece con el público. La actriz titiritera supo explorar las diversas posibilidades que solo el teatro de muñecos —el bien ejecutado— puede aportar al universo mágico de este tipo de espectáculos: capaz de adentrarnos en un universo mágico en el que podemos llegar a conocer la historia de Clarita Mazorca y fundar con ella un pacto espontáneo entre ficción y realidad sensible, a través del maravilloso mundo de las figuras.
La actriz canta y baila en vivo, y manipula de forma precisa, además de contar con un excelente registro de voz, lo cual en su conjunto hacen notable la labor de la joven titiritera, acertadamente guiada por González Muñoz. También debo resaltar el atrezo de las figuras y la concepción de la escenografía y el vestuario, además de la cuidadosa construcción de los muñecos, todo esto a cargo de la propia Niurbis. Se apropia de técnicas tan complejas y gratas para nuestros escenarios como lo son el títere de mesa y el plano, así como la utilización en varios momentos de las sombras chinescas, siempre tan agradecidas en este tipo de representaciones. Elementos que sostienen una dramaturgia espectacular sobria a la vez que ecléctica, acudiendo al empleo de una serie de recursos expresivos que, lejos de empañar la puesta en escena, funcionan armónicamente dentro del aparato conceptual ideado por el director.
González Muñoz ha entendido que el teatro de muñecos no solo lo disfrutan los niños, sino todo el público por igual, y ha hecho de La cocinerita adorada… una experiencia ideal de comunicación con las multitudes. Aunque podemos disfrutar de este precioso montaje en una sala climatizada y muy bien aforada, íntima y con el sistema de iluminación y de audio; lo cierto es que el montaje puede mostrarse perfectamente en cualquier otro espacio más alternativo y no perdería sus valores intrínsecos, sino que ganaría en ese empeño de comunicar con las multitudes.
puede aportar al universo mágico de este tipo de espectáculos”.
En algún momento leí, y cito de la revista Correo de la Unesco (Nos. 3-4 / 1955. Año VIII), que los títeres “superan a veces a los actores de carne y hueso. Y es que los muñecos, aunque rígidos y en actitud de contemplarnos fijamente con su expresión invariable, pueden representar cualquier papel, ser realistas, cómicos, trágicos, fantásticos o satíricos y mostrarnos la infinita complejidad de los sentimientos humanos”. Esta es, sin duda, una potencialidad del teatro de figuras que en el montaje de La cocinerita adorada… se verifica, aunque debo decir que no llega a superar a la actriz de “carne y hueso”, sino que se crea una simbiosis efectiva a la hora de la representación.
El binomio creado por Rafael González Muñoz y Niurbis Santomé Cudeiro comprende que el teatro de figuras ha sido, desde tiempos remotos, un arte de entretenimiento efectivo para niños y la familia en general, sin importar si la cultura del receptor es menos o más elevada; lo importante es la sensibilidad con que este espectador se deja enamorar por la fábula representada y llega a sentirse responsable y parte vital de ella. Y es justamente lo que me sucedió durante la experiencia que viví con La cocinerita adorada…, una usanza titeril sencilla pero honesta, y a la altura de las más sublimes formas del arte.