La ciudad iluminada: los “camaleones” y su ilustración
18/9/2019
Una ciudad presenta diversas maneras de iluminarse, de exhibir su belleza, su vitalidad. Ya sea mediante la arquitectura, las artes o el propio pueblo que la habita, la ciudad no debe perder su personalidad. Y en este sentido, es justo el diseño una de las manifestaciones más sutiles y anónimas, de las que más tiende a revitalizar cualquier espacio.
Esta ciudad nuestra que es La Habana ha sido testigo de impresionantes momentos en el desarrollo del diseño y, sobre todo, de la gráfica. En más de una ocasión ha sabido ostentar sus productos: les ha dado a luz y luego los ha exhibido con orgullo ante el mundo. En la primera década tras el triunfo revolucionario del 59, el desarrollo que alcanzó el cartel o el diseño editorial en sus diversas vertientes son ejemplo de ello, al punto de que aún son productos cuya estética y calidad no ceden en vigencia.
Sin embargo, en muchas ocasiones se tiende a mirar a esas décadas con nostalgia, sin atender a que la ciudad no ha detenido su evolución y que cada día se revitaliza y actualiza con nuevos procedimientos. Nuestro diseño sufrió un duro golpe con el período especial, pero, ¿acaso luego de la tormenta no vuelve a acariciarnos el sol? Tal metáfora la propongo para introducir uno de los grupos de diseño gráfico cubano más interesantes y cuyo reconocimiento ha pasado un tanto inadvertido para los historiadores: Camaleón (2002-2006).
A más de una década del surgimiento y desaparición de lo que se conoció como “fenómeno Camaleón”, ¿qué podría hacer tan interesante a este grupo para retornar la mirada sobre él? Justo esa resulta la interrogante a la que se intentará dar respuesta a partir de una de sus principales características: el peculiar uso que hicieron de la ilustración. Sí, porque no solo destacan los rasgos estéticos intrínsecos a la ilustración de los “camaleones”, sino también la manera siempre efectiva y seductora con que la emplearon, adaptándola a los más diversos soportes y sus respectivas restricciones.
La ilustración es una de las ramas del diseño gráfico que mayores libertades expresivas y técnicas puede presentar, ello a pesar de la existencia de ciertas reglas para su uso que exigen la armonía entre la técnica, el formato y el tema. Sin embargo, en ocasiones la propia teoría ha reducido su uso a lo convencional: el enclaustramiento que puede significar su empleo como complementación o decoración de un texto determinado, ya sea en una revista o un libro, soportes que cargan per se sus propios límites formales.
En el caso de los “camaleones” se observará una ruptura con esta manera anquilosada de usar la ilustración. Para Idania del Río, Nelson Ponce, Eduardo Sarmiento, Darién Sánchez y David Alfonso[1], integrantes del grupo, el concepto de la ilustración es mucho más abarcador e inclusivo. Para ellos es la esencia o síntesis de una idea materializada a través de una forma visual, o sea, llevar los conceptos abstractos al plano tangible o “visualizable”, esto sin importar el formato.
Ellos nunca decoraron, sino que más bien complementaron el texto. Además, no desperdiciaron las potencialidades de esta herramienta, pues fue la base de las soluciones estético-formales de los diversos formatos en que trabajaron. Para Camaleón, la idea o concepto a transmitir siempre se materializó a través de la ilustración de rasgos expresionistas y con predominio de lo lineal; una ilustración, además, bien subjetiva y dinámica, sencilla y de reducidos recursos.
Las estrategias para la adecuación al formato fueron diversas, pero sin lugar a dudas destacó el empleo de la ilustración metafórica. El uso de la metáfora los convirtió en verdaderos creadores dentro de la interpretación, y les facilitó que las ideas o conceptos a transmitir pudieran quedar captados en imágenes: la naturaleza o espíritu de todo un espacio en un mural; o la esencia de una revista con un discurso alternativo en una visualidad dinámica, irónica y sin precedentes en el país, como significó en su momento La Jiribilla de papel.
Ilustración en revistas: portadas de La Jiribilla de papel.
La Jiribilla de papel es el soporte que le permitirá a Camaleón obtener su sello. En esta publicación el grupo se encargó tanto del diseño como de las ilustraciones interiores. Tal hecho, junto a la esencia alternativa de la revista, les permitió dar riendas sueltas a la creatividad, ya que optaron por estrategias visuales que, desde su diseño, le otorgaran a cada número una identidad propia. Así, el empleo de las ilustraciones con tendencia al humor y a la ironía, en fructífera imbricación con el cuerpo del texto en cuestión y los juegos tipográficos del titular posibilitaron, precisamente, que la publicación poseyera un aire distintivo, el cual se percibe en cada página.
En el diseño de las portadas se puede encontrar dos etapas que influirán directamente en el uso de la ilustración. Así, la presencia de un texto que continúa en el interior de la publicación les reduce el espacio a ilustrar y conduce a una interacción más directa con el texto ilustrado, cumpliendo con los estándares de una publicación periódica; en contraste con un segundo momento donde la publicación aumenta sus páginas en detrimento de la frecuencia de publicación, y el texto en portada desaparece, permitiendo que la ilustración pase a ocupar la casi totalidad de la página a manera de revista. Sin embargo, esta diferenciación influye solo en términos formales en la construcción de la página y deja intacta las características estéticas de las ilustraciones, que continúan acudiendo a códigos visuales de marcada contemporaneidad, sugestivos, que movilizan la reflexión y se oponen a la obviedad.
Cada ilustración de portada es inédita y, como las del interior, cuentan entre sí con una unidad conceptual y física a partir, principalmente, de recursos como la metáfora y el alto contraste. Camaleón confiere a La Jiribilla de papel ilustraciones donde la línea desenfadada, descuidada y presurosa, da forma a sus interpretaciones y, a su vez, sugieren otros significados. Tales son los casos de los números 15 (diciembre, 2003) y del 53 (octubre, 2005), pertenecientes a la primera y segunda etapa respectivamente. En el primero, ese feto que alude a la utopía y se alimenta de su propia imaginación fue elaborado con una línea sencilla, con la menor cantidad de detalles posibles y aprovechando el cuerpo de texto para darle cobijo. Esta ilustración de portada humaniza la postura ideológica, suaviza el texto denso, cargado de jerga política. En el segundo, aparece un señor soñoliento y con una jarra en la mano que apenas sale del fondo turbio que lo engloba. La figura, esbozada de modo manual y con pocas líneas, contrasta con el fondo tan caótico y expresivo, ejecutado mediante rayas negras y descontroladas. Ese señor no es más que Harold Pinter en su mundo absurdo. En ese número, aparece un dossier sobre este escritor, el cual acababa de obtener el Premio Nobel de Literatura. Por tanto, la ilustración de portada refleja una complementación a la polémica vida y obra del escritor, pues son las que propician los textos del dossier.
Camaleón busca que cada ilustración funcione como un texto más, tan profundo y reflexivo como el propio artículo ilustrado, es decir, que lo complemente sin describirlo, sin redundar, hecho satisfactorio en la totalidad de las ilustraciones de portada. El número 58 (marzo, 2006) se corresponde con una mirada crítica a la IX Bienal de Arte en La Habana. En este caso, también se realiza una ilustración manual, la que permite la distribución de los llamados de cubierta por sus formas, priorizando conceptualmente los relativos al evento. Así, un televisor sobre una pequeña mesa, tiene como antena un lápiz y un pincel, elementos que apuntan, a su vez, a los llamados del dossier. De esta forma es resuelta la función primera de ese número: llevar a la comodidad de la casa, de la persona que se sienta a informarse, la crítica o comentarios sobre esta edición de la Bienal. Es lo que está en el ambiente de esos días y la ilustración lo comunica.
Cartel
En el cartel, los “camaleones” adecuarán las ilustraciones a las exigencias de este soporte comunicacional. Así, se crearán interrelaciones con otros elementos gráficos como la tipografía en constante búsqueda de construcciones dinámicas, atractivas y sugerentes. Además, a diferencia de la ilustración en revistas, la realización de carteles le permite al grupo incluir el color. Este elemento se integrará entonces con el resto de los recursos gráficos y potenciará tanto el atractivo de la imagen como las capacidades expresivas de la ilustración.
Carteles como los que componen la Campaña por los derechos de la mujer, del año 2004, demuestran un uso simbólico y sintético del color. Solo un elemento dentro del cartel aparecerá en rojo, en tensa contraposición con el negro del fondo y el blanco de las siluetas. Elemento que se desea destacar porque es el que contiene el peso del mensaje, la metáfora: el rojo asociado a la dualidad de la mujer y su sensualidad en contraste con la sangre producto de la violencia. Además, la selección de elementos sencillos como la espumadera, el pozuelo para la comida del perro y el zapato con la espuela, en clara conexión con el texto que acompaña cada cartel (nosotras podemos elegir/ somos personas/ decidimos cambiar) completan el mensaje contra la violencia de género. A ello se agrega que el color y la ilustración sencilla cierran el discurso de la serie de carteles de la campaña, unificados bajo una misma estética.
Además, en cada uno de sus carteles, la metáfora cambia ahora su papel de servidumbre a la idea extraída del texto por el imperativo de la idea a transmitir: brindar información específica sobre una campaña, festival o exposición. Tal es el caso de la serie de carteles dedicados al Festival de la palabra, construidos todos a partir de un eslogan que se torna la pauta de funcionamiento del absurdo mundo “camaleónico”. En ese sentido, La palabra agua no moja es un eslogan que interactúa con las potencialidades del lenguaje, y que se transforma en una misteriosa habilidad inherente a los pensamientos del gato (animal carente de raciocinio) de dicho cartel como protección ante la lluvia.
Colección de libros
A través de la colección de libros “Rebeliones”, Camaleón trabaja en uno de los soportes comunicacionales donde más va a sorprender por su originalidad y, ¿acaso riesgo? Este tipo de soporte exige de la identificación visual de una serie de libros como conjunto, al unísono, autónomos y dependientes entre sí. Es decir, se debe poder identificar al libro como ejemplar único y, a su vez, subordinado al grupo. Por ello, leves variaciones o mantenimiento del mismo color, uso de fotografías, de cintillos con el nombre de la colección, los juegos tipográficos, son de las estrategias más usuales.
No obstante, Camaleón escapó hacia lo diferente. El grupo obvió los elementos identificativos más usuales. En esta colección, un color diferente, dado de forma plana, identificará a cada libro en su individualidad. Entonces, será a partir de la ilustración metafórica, sencilla, restringida al manejo del blanco y el negro en ella, y que ocupa la mayor parte del espacio de la portada, los elementos con los que esta quedará tipificada bajo un mismo sello, incluso a pesar de que cada ilustración sea diferente.
Resulta interesante, además, cómo las soluciones morfo-conceptuales logran asimilar la síntesis o idea principal del ensayo y materializarla en una ilustración. La portada de Cuba: una perspectiva socialista en la globalización capitalista, es un buen ejemplo de este hecho. En ella, el azul plano representa el mar y queda asociado al capitalismo, y el pez blanco que nada en dirección contraria al resto de peces negros, es el reflejo de nuestra condición como proyecto único y alternativo.
Mural
Este soporte será donde el grupo Camaleón desborde las potencialidades de la ilustración llevándolas a su máxima expresión bajo el manejo de códigos netamente artísticos. Ya no interesa, ni deben, poner límites a la creatividad, y los colores y las formas aparecen con tratamientos peculiares que rozan movimientos artísticos como el expresionismo, o construyen mundos personales, donde la irracionalidad y lo absurdo se convierten en ley. Murales a veces inocentes y alegres, a veces provocadores e irónicos.
En los muros, los “camaleones” absorben tendencias bajo maneras más espontáneas sin perder su peculiar visualidad. El desenfado gestual de estos tiende a potenciar aún más la ironía y la metáfora; la agresividad del discurso alegórico queda sugerido o, más bien, comprobado a través de las formas, de los colores, del impacto visual de cada elemento compositivo.
Cuando Camaleón le piensa y le elabora un mural, ocurre la asimilación de la esencia de un sitio. El Café literario de G, con la ilustración que en esos años decoró una de sus paredes, pierde parte de sus cualidades en tanto espacio homogéneo donde el transeúnte, con sus diversos ritos, consume café en una mesa apartada donde no hay interrelación con desconocidos. Esa no resulta la peculiaridad de ese espacio, sino lo contrario: un lugar donde el diálogo, el debate sin importar credos queda a disposición del pretexto de tomar café. El café une al ángel y al diablo (el bien y el mal) en un mismo estado primario de necesidad de comunicación, en un mismo espacio idílico cuyos límites solo se perciben como confort.
Todos esos soportes, todas esas ilustraciones metafóricas son Camaleón: un fenómeno que iluminó su ciudad, que fue consecuente con las exigencias, con las necesidades de la capital que lo albergó. Era una etapa de tránsito hacia un alivio económico y todo lo que ello implica, un período de fuertes batallas políticas e ideológicas, y Camaleón ayudó a ilustrarlo, a construirlo en el imaginario social. Un tiempo efervescente que permitió que lo retrataran en instantáneas dinámicas, irónicas, a veces absurdas, a veces irreales, en otras con exceso de racionalidad, pero siempre captadas de manera expresiva, emocional y eminentemente subjetiva.