II

La fecunda literatura medieval de Europa ha sido generalmente poco apreciada en períodos posteriores hasta por los propios europeos. Las mujeres son las menos visibles, entre otras cuestiones, debido al carácter patriarcal que compartieron las sociedades; algunas trascendieron por su compromiso con su fe y la Iglesia católica; otras, se impusieron, a pesar de todo. Santa Clara de Asís —1194-1253—, fiel seguidora de San Francisco de Asís en Italia y fundadora de la segunda orden franciscana o Hermanas de Clarisas, cumplió con el llamado de una de sus revelaciones que le aseguraba alumbrar al mundo con una brillante luz; leal a los ideales de pobreza de San Francisco, escribió una regla para sus hermanas y fue canonizada poco después de su fallecimiento. Santa Brígida de Suecia —1303-1373— una vez vio a la virgen María coronándola y en otra ocasión estuvo ante Jesucristo muerto en la cruz; en 1377 escribió Apariciones celestiales; su proceso de canonización comenzó en ese año y concluyó en 1391.

Santa Clara de Asís, fundadora de la segunda orden franciscana o Hermanas de Clarisas.

Santa Catalina de Siena —1347-1380— recibió visiones del infierno, el purgatorio y el cielo, y escuchó una voz que le mandaba salir de su retiro y entrar a la vida pública; escribió su famoso Diálogo de la Divina Providencia en cinco días de 1378, en pleno éxtasis religioso, y dejó 26 oraciones y 381 epístolas. Menos conocida en el ámbito hispánico fue Juliana de Norwich —1342-1416—, una de las grandes escritoras místicas cristianas de Inglaterra; durante una grave enfermedad tuvo visiones vertidas después en su obra de 1393, Dieciséis revelaciones del Amor Divino,en que aseguró que el amor de dios debe recibirse con alegría, aunque cause sufrimiento y dolor; venerada por la Iglesia inglesa, tanto la luterana como la católica, ese optimismo estoico se recuerda bajo la frase: “Todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien”, que citó T. S. Eliot en el último de sus Cuatro cuartetos, mucho tiempo después.

A la enigmática Santa Gertrudis de Helfta —1256-1302—, benedictina cisterciense y escritora mística, la ingresaron a los cinco años en un monasterio en Helfta, Alemania, como niña desamparada; en 1281 tuvo su primera experiencia mística, que cambió su vida, una visión de Cristo que le decía: “No temas, te salvaré, te libraré… Vuélvete a mí y yo te embriagaré con el torrente de mi divino regalo”. Escribió Memorial de la abundancia de la divina suavidad, en que explica su experiencia mística; Heraldo (o Mensajero) de la piedad divina completa sus revelaciones, y se han perdido sus Ejercicios espirituales.

“Las mujeres son las menos visibles, entre otras cuestiones, debido al carácter patriarcal que compartieron las sociedades”.

De Austria fue Frau Ava, Ava de Göttweig o Ava de Melk —1060-1127—, la primera autora de la literatura alemana; al enviudar se retiró a un monasterio y probablemente sus dos hijos, sacerdotes, la estimularon en la creación de su poesía. Su obra se basó en filósofos alemanes, así como en diversos poetas de la región alemana y se apoyó en teólogos para desarrollar una producción propia, más literaria que teológica. El juicio final fue su obra más importante.

La alemana Santa Hildegarda de Bingen —1098-1179—, abadesa, líder monacal benedictina, mística, profetisa, médica, compositora y escritora, resulta uno de los mayores genios creadores medievales y una de las personalidades europeas de esa época más fascinantes, conocida como la Sibila del Rin. Fue entregada en diezmo como oblata —eran diez hermanos—, adquirió una extraordinaria cultura y fue elegida unánimemente como abadesa por su comunidad de monjas. Desde pequeña sintió una luz que hizo temblar su alma y vio imágenes, formas y colores acompañados por una voz, y música a veces. A los 42 años vivió un episodio que consideró sobrenatural y escribió las visiones que había tenido de niña: Scitovias Domini Conoce los caminos—. En 1148 un comité de teólogos, a petición del papa, analizó los textos y declaró que tales visiones eran resultado de la intervención del Espíritu Santo.

Hildegarda escribió posteriormente Physica, sobre ciencias naturales, y Cause et cure, de Medicina, textos en que demuestra grandes conocimientos de la herbología, las propiedades de los minerales, el cuerpo humano, los tratamientos médicos, etc. Posteriormente comenzó una colección de cantos —Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes—,y otros escritos resultantes de sus visiones. Su teología dogmática y moral, su teodicea o teofanía luminosa —“sombra de la luz viviente”— y los conocimientos adquiridos sobre cosmología y antropología, le ganaron gran autoridad en temas sobre la Trinidad, la Creación, la caída de Lucifer, la salvación del alma, el análisis de los sacramentos, el Juicio Final, el Apocalipsis… Ideó su Lingua ignota,posiblemente la primera lengua artificial, por lo que ha sido nombrada patrona de los esperantistas; creó 23 nuevas letras para un alfabeto de aspiración universal y con cierta semejanza con el griego y el hebreo. Su obra fue una impresionante amalgama de erudición y belleza.

La alemana Santa Hildegarda de Bingen resulta uno de los mayores genios creadores medievales y una de las personalidades europeas de esa época más fascinantes.

Posiblemente la primera autobiografía escrita en inglés en forma de crónica es El libro de Margery Kempe, cuya autora, nacida en 1373 y desaparecida después de 1438, fue una mística cristiana inglesa; su obra relata sus peregrinaciones por varios santuarios y sus conversaciones con Dios.

Entre las mujeres laicas del siglo XII se encuentran María de Francia y la italiana Christine de Pizan —1364-1430—. La primera, poeta, vivió en Inglaterra y escribió en anglo-normando, una lengua de élites; poseía gran cultura, fue traductora y se le conoció por sus Lais,poemas narrativos y descriptivos breves, que alababan el amor cortesano; también escribió una adaptación de las fábulas de Esopo. De Pizan, filósofa y poeta, posiblemente fuera la primera persona dedicada a la escritura profesional, pues vivía de lo que escribía; su obra La ciudad de las damas,de 1405, ha sido reconocida como el primer manifiesto del feminismo, por denunciar la situación de las mujeres y el debate en torno a su subordinación. Su popularidad creció entre las esposas de los nobles; después de casarse con un duque, le dedicó el Libro de las tres virtudes,portador de consejos sobre qué debía aprender su esposo y cómo comportarse; fue autora de un poema dedicado a Juana de Arco, además de cuentos alegóricos, una biografía y más de 300 baladas. De la doctora italiana Trótula de Salerno —principios del siglo IX-1097— poco se conoce, a pesar de sus influyentes trabajos sobre Medicina estudiados en las universidades europeas de su época.

Para alcanzar el refinamiento de la belleza mística, la sorprendente heterodoxia y estos manuscritos femeninos, se transitó por un largo camino. En el comienzo de la Edad Media, en una parte de los textos ni siquiera se identificaba a sus autores, por lo que algunos quedaron anónimos. Entre estos, un grupo numeroso de poemas épicos y cantares de gesta, donde los hombres alababan el valor en batallas contra seres mitológicos o en epopeyas entre pueblos adversarios.

La ciudad de las damas,de Christine de Pizan, ha sido reconocida como el primer manifiesto del feminismo.

La cultura nórdica fue pionera de esta literatura. Escrito en inglés antiguo con 3182 versos, el poema épico Beowulf —entre el siglo VIII y el XII— tiene dos partes: la primera narra cómo el héroe godo auxilia a los daneses hostigados por los ataques de los jotun o trolls —mitológicos gigantes sobrehumanos—, especialmente los de un demonio llamado Grendel, quien, derrotado por el héroe, enfrentó a su madre; en la segunda parte, Beowulf, ya como rey de los godos, vence a un dragón.

El islandés Snorri Sturluson —1178/1179-1241— recopiló un manual, Edda prosaica o Edda menor, con diversas historias mitológicas escritas en lenguaje poético con el propósito de facilitar a poetas y lectores el entendimiento de la sutileza de la poética escáldica de Noruega e Islandia, incluidos los kenningar, figuras retóricas semejantes a la metáfora, pero mucho más sintéticas y ágiles, de gran ingenio expresivo y alabadas por Jorge Luis Borges; en 1225 escribió un conjunto de sagas. La islandesa Saga de Njál —1270 y 1290—, de autor desconocido, ha sido muy admirada por reflejar la rica mitología de ese pueblo.

El Libro de las invasiones irlandesas contiene un conjunto de manuscritos que relatan la historia más antigua de Irlanda bajo una mezcla de mitologías, leyendas y folclor, más cercana a la ficción que a la Historia. Estos libros delinearon las bases culturales de sus pueblos, donde intervienen más la imaginación y la fantasía narradas con extraordinaria belleza que los acontecimientos históricos. El llamado Ciclo del Ulster recoge un conjunto de obras en prosa y verso como parte de la rica mitología celta, con héroes del norte de Irlanda.

Clásicos cantares de gesta europeos, anónimos y muy conocidos, son el Cantar de Roldán —entre 1060 y 1065—; el Cantar de mio Cid —1200— y el Cantar de los nibelungos —siglo XIII—. El primero, también estudiado como La canción de Rolando,es un poema épico francés con 4002 versos decasílabos que describe la batalla de Roncesvalles de 778, con gran deformación legendaria, en que muere Roldán. El Mio Cid relata en 3735 versos de extensión variable, las heroicas hazañas del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar, el Campeador, que lucha para ganar honra y honor por méritos propios y no por herencia nobiliaria. El Cantar de los nibelungos, de origen germano, acumula una complejidad de hechos históricos y leyendas mezclados con creencias mitológicas sobre la gesta de Sigfrido, un cazador de dragones que muere a manos del traidor Hagen que descubre su punto vulnerable; la princesa Krimilda, prometida del protagonista, consigue vengarse, decapita a Hagen, y posteriormente también muere. Esta fabulosa historia se convirtió en la epopeya nacional alemana.

Este poema épico francés es uno de los clásicos cantares de gesta europeos.

En España, Gonzalo de Berceo —1180-1264— figura entre los representantes del mester de clerecía; su obra fundamental fue Vida de santos. El Libro de buen amor —entre 1330 y 1343— perteneciente también al mester de clerecía con aproximadamente unas 1700 estrofas variadas, relata la autobiografía ficticia de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita —1283-1351—; en ella se narran peripecias amorosas del autor con mujeres de diferentes estratos sociales, intercalando fábulas, apólogos, alegorías, sermones, cantigas, serranillas, pastorelas, himnos, gozos, parodias, fragmentos de comedia y cantares de gesta…, muestra del sentido multicultural del Toledo de entonces. Las Cantigas de Santa María, manuscrito en galaico-portugués, con notación musical, escrito en la corte del rey Alfonso X, El Sabio, en el siglo XIII, le conciernen más a la música que a la poesía.

A mediados del siglo XIII en España surgieron las difíciles composiciones llamadas “cuaderna vía”: cuartetas alejandrinas —cuatro versos de 14 sílabas— monorrimas; son ejemplos el Libro de Apolonio —1250—, una de las manifestaciones más tempranas del mester de clerecía. De esa misma estirpe es el Libro de Alexandre, que narra la vida de Alejandro Magno, con diversos elementos fabulosos. Otros textos como estos y en la misma época enriquecieron el mester, como el Poema de Fernán González.

Don Juan Manuel —1282-1348—, príncipe de Villena, dio a conocer el Libro de los exemplos o de Patronio, conde Lucanor, más conocido como El conde Lucanor —1330-1335—, que despliega una serie de cuentos moralizantes, muchas veces tomados de la antigüedad o de la cultura árabe. El marqués de Santillana —1398-1458— produjo obras alegóricas, pastorelas elaboradas con retórica medieval; sin embargo, su legado más perdurable son cancioncillas y “decires” populares, así como las clásicas serranillas, que cantaban a la hermosura de las damas.

Coplas por la muerte de su padre —escrita después de 1476— de Jorge Manrique —1440-1479— resulta una de las obras capitales de la literatura española. Modelo de elegía en la lengua, sintetiza las frustraciones medievales de los españoles bajo la reflexión sobre la vida y la fama, la fortuna y la desgracia, la muerte asumida con resignación cristiana, con un profundo sentimiento de dolor personal. En 40 coplas de pie quebrado o sextillas manriqueñas, apresa no solo la vida del padre, sino el cambio entre el mundo feudal y otro que viene y lo destruye, y sintetiza grandes temas literarios de la poesía de todos los tiempos: el paso inexorable del tiempo —tempos fugit—, la vida como camino —homo viator— o como río —vita flumen—, la muerte igualadora de ricos y pobres —omnia mors aequat—, la vanidad de vanidades —vanitas vanitatis—, el tomar el día o aprovechar los momentos de la vida sin malgastarlos —carpe diem—, el famoso “¿dónde están?” —Ubi sunt—…, muchos con origen en literaturas muy antiguas.

Coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, constituye una de las obras capitales de la literatura española.

Autos, crónicas, proverbios, coplas, serranillas, canticas, villancicos, cancioneros, así como sonetos “al itálico modo”, aparecieron al final de la Edad Media en España. Uno de los cuerpos literarios más voluminosos de Europa es el Romancero, anclado sobre todo en la tradición ibérica, generalmente con octosílabos rimados en los versos asonantes pares; proliferaron en el siglo XV, pero algunos son más viejos.

Juan de Mena —1411-1456— pertenece a la llamada “escuela alegórico-dantesca” del prerrenacimiento castellano, y es conocido por el poema alegórico Laberinto de Fortuna,manuscrito entregado al rey Juan II de Castilla en 1444. Juan del Encina —1468-1529—, poeta, músico y autor teatral, es considerado el iniciador del teatro español, como Gil Vicente —1465-1536— del portugués.

Se asegura que Chrétien de Troyes —1150-1183—, poeta del condado de Champaña, antiguo reino de Francia, fue el primer novelista galo, y para algunos, el primero de Europa. Yvain, el Caballero del León —1170— posiblemente sea la primera novela de caballería o caballeresca, protagonizada por uno de los caballeros de la corte del rey Arturo; las aventuras narradas demuestran el sistema de valores de los caballeros medievales europeos. Algunas novelas de caballería, como Amadís de Gaula y Tirante el Blanco, especialmente abundantes en la península ibérica al final de la Edad Media, han mantenido su fama, quizás por el rezago medieval en España y Portugal —es memorable el ensayo de Mario Vargas Llosa dedicado a Tirante el Blanco, pero pertenecen más bien al Renacimiento, por su influencia en esa nueva época.

El Roman de la rose fue un poema de unos 22 000 versos octosílabos muy reconocido en el siglo XIII. Consta de dos partes escritas en dos momentos. La primera fue realizada entre 1225 y 1238 por Guillaume de Lorris —1200?-1238—, interrumpida por la muerte del poeta, y la segunda se debió a Jean de Meung —1240-1305—, entre 1275 y 1280. El inicio de Lorris se presenta como un sueño alegórico en que se incita al protagonista a practicar el “amor cortés” o amor de la corte; en la continuación, el consejo es no seguir las normas para conquistar el amor; el final, inconcluso, llega cuando el poeta se despierta.

Mucha repercusión tuvo durante la Edad Media el texto Los viajes de Marco Polo —1300—, conocido también como El libro de las maravillas o El libro del millón,escrito como libro de viajes por el mercader veneciano y dictado a su amanuense Rustichello de Pisa, posiblemente su verdadero autor, quien lo redactó en francés antiguo. Sus relatos, basados a veces en lo comentado por comerciantes y bajo una fantasía creativa ante lo desconocido, más bien parecen ficciones. El viaje de Marco Polo desde Turquía al desierto de Gobilo condujo al norte de China, que él denominaba Catay —Mangi le llamó al sur—, y sus narraciones “maravillosas” fijaron y acreditaron en Europa durante mucho tiempo la visión sobre el resto del mundo asiático.

Basados a veces en lo comentado por comerciantes y bajo una fantasía creativa ante lo desconocido, los relatos incluidos en este libro más bien parecen ficciones.

El proyecto literario más trascendental de la Edad Media europea fue Divina comedia —1304-1321— del italiano Dante Alighieri —1265-1321—, escrita en tres partes: Infierno —1304-1307/1308—, Purgatorio —1307/1308-1313/1314— y Paraíso —1313/1314-1321—, de las cuales la que más ha trascendido es la primera. Este poema de Dante resulta esencial para comprender la transición del pensamiento de la Edad Media al Renacimiento, de la ideología teocéntrica a la antropocéntrica, y está reconocido como una de las cumbres de la literatura universal, con un papel semejante al que desempeñó La ciudad de Dios, de San Agustín, en el tránsito del pensamiento antiguo al medieval.

Infierno está formado por 33 cantos escritos en tercetos que muestran el camino infernal desde el vestíbulo y por los nueve círculos —limbo, lujuria, gula; avaricia y derroche; ira y pereza; herejía, violencia, fraude y traición—, con sus correspondientes anillos, recintos y rondas; todos exhiben un panorámico desfile alegórico de pecados menores y capitales, acompañado el autor por el poeta latino Virgilio. El texto sirve de plataforma y pretexto para mostrar un mapa mitológico, religioso, filosófico, político, social y personal de su época, un compendio artístico de la imagen del Medioevo en tránsito hacia el humanismo, de gran repercusión para Europa. La influencia de Dante ha sido enorme. Francesco Petrarca —1304-1374— se nutrió de estas lecturas para crear una concepción humanista con su Cancionero, y todavía son pocos los lectores que se resisten a la tentación de ubicar en cada círculo a sus contemporáneos.

El proyecto literario más trascendental de la Edad Media europea fue Divina comedia, del italiano Dante Aligheri.

Giovanni Boccaccio —1313-1375— admiró tanto a Dante que escribió su biografía, pero su obra más conocida es Decamerón —1351-1353—, que recoge 100 narraciones breves, algunas verdaderas “noveletas”, y dio vida literaria a personajes todavía inolvidables que se habían reunido fuera de Florencia después de una epidemia; en situaciones graciosas, irónicas e ingeniosas, se despliegan temas como el amor, el erotismo, la inteligencia, lo trágico, la fortuna, la suerte… bajo una gran comprensión humana. Los cuentos de Canterbury,del inglés Geoffrey Chaucer —1342-1400—, escritos a finales del siglo XIV, mantienen una estructura y espíritu muy semejante al Decamerón.

Inglaterra a principios del siglo XIII tuvo poetas como Layamon, un clérigo que reelaboró La crónica de Britania con leyendas del rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda, entre otras. Antes, el poeta Wace había escrito en anglo-normando, hacia 1155, el Roman de Brut, o Brut de Inglaterra, dedicada a Leonor de Aquitania, noble francesa que por derecho propio fue duquesa de Aquitania, Guyena y Gascuña.

En la Gran Bretaña se conservan escritas muchas historias medievales, algunas muy antiguas o con temas antiquísimos. Mabinogion es una colección de mitologías, tradiciones populares e historias galesas en prosa que narran acontecimientos muy arcaicos. El monje benedictino Beda el Venerable —672-735— escribió en latín la Historia eclesiástica del pueblo de los Anglos, con temas religiosos o generales, incluidos los musicales. El poeta anglo-normando Tomás de Inglaterra o de Bretaña dio a conocer en el siglo XII Tristán, en francés, una de las tantas versiones de la leyenda de los amores del caballero Tristán y la princesa Isolda; un poeta normando del mismo siglo, Béroul, es el autor del poema Tristán, en lengua normanda y más extenso que el anterior.

En los pueblos alemanes existió un temprano patrimonio literario muy considerable. El anónimo Cantar de Hildebrando, escrito en alemán en el siglo VIII, ha sido reconocido como uno de los primeros manuscritos en esa lengua. Waltharius es un poema basado en tradiciones populares vinculadas a las proezas heroicas de Walter de Aquitania, rey legendario de los visigodos. Wolfram von Eschenbach —1170-1220—, uno de los minnesängers o trovadores germanos de los siglos XII y XIII fue un gran poeta épico oral analfabeto. En el otro extremo, la Gesta Danorum o Historia danesa se escribió en el siglo XII y se le atribuye al historiador danés Saxo Gramático con 16 libros.

En situaciones graciosas, irónicas e ingeniosas, Giovanni Boccaccio despliega temas como el amor, el erotismo, la inteligencia, lo trágico, la fortuna, la suerte… bajo una gran comprensión humana.

En la Edad Media el analfabetismo predominaba. Por esta razón, a los manuscritos reproducidos en el scriptorium de los monasterios europeos por monjes escribas, se les incluían ilustraciones. Muchos de los libros miniados tuvieron mucha aceptación en los intercambios monásticos, prácticamente la única forma de difusión de la cultura literaria, pues era muy escaso el comercio de códices. En las miniaturas —del latín miniare— o iluminaciones de los libros ilustrados, destaca el despliegue de claridad y luminiscencia hacia el cielo, contrastante con la profunda oscuridad del mundo subterráneo: la simple belleza del resplandor azulado del paraíso en el alto cielo, frente a las llamaradas rojas del fuego subterráneo del infierno. La belleza de la letra escrita se acompañaba del arte de la ilustración.

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