La bayamesa de Céspedes, Castillo y Fornaris

Rafael Lam
17/10/2018

La bayamesa de 1851 pertenece a Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Castillo y José Fornaris. La canción es el símbolo amoroso y patriótico que marcó el romanticismo en la nacionalidad cubana y en la formación de la identidad cultural.

Cristóbal Díaz Ayala le concede una enorme importancia a esta composición: “Hombres de letras, aficionados a la música y sobre todo patriotas, unieron sus talentos para componer esta canción que estrenaron en 1840 (para otros autores en 1851) en la ciudad de Bayamo. Llegaría a ser la canción romántica más importante, emblemática y representativa de la música cubana en ese siglo, pero después del inicio de la Guerra de los Diez Años en Cuba, con esta y otras letras más revolucionarias, se convertiría, además, en una emblemática canción política”.[1]


Frente a la ventana de Luz Vázquez, en el actual centro histórico de Bayamo,
fue estrenada La bayamesa de Céspedes, Castillo y Fornaris

 

Para conocer la historia de tan famosa canción consulté al musicógrafo Lino Betancourt, quien me recordó que existe un libro titulado Bayamo, donde se cuenta la historia de La bayamesa. El volumen tiene una segunda edición que se agotó rápidamente, pero lo podemos encontrar en la Biblioteca Nacional José Martí.

Allí se cuenta lo siguiente: Francisco Castillo reclamó los servicios de dos de sus amigos para que le ayudaran en una canción de reconciliación, con el objetivo de dedicársela a su esposa Luz Vázquez, que por aquellos días se encontraba un poco distanciada. Carlos Manuel de Céspedes le ayudó con la música, y utilizaron letras del poeta José Fornaris. Entonces el tenor Carlos Pérez, acompañado de la guitarra, se prestó a cantarla en una serenata el 27 de marzo de 1851. Esa es la verdadera historia.

Por supuesto que busqué el libro de Zoila Lapique, eminente investigadora de la Biblioteca Nacional José Martí: La música colonial cubana en las publicaciones periódicas (1812-1902). En sus páginas encontré un dato muy especial. La canción de salón, los nuevos acentos románticos al estilo italiano y francés, influenciado por las arias de óperas, canciones napolitanas y romanzas, sin el menor colorido nacional, que no permitirían una identificación con nuestro país, se había abandonado poco a poco hacia mediados de siglo.

Sin embargo, Lapique reconoce que La bayamesa, a pesar de la persistencia de la línea melódica europea, comienza a destacarse por cierta atmósfera criolla en su música —al inicio de la frase melódica con anacrusas y la terminación femenina— y en el texto. “Son las canciones amorosas que nos hablan de la belleza y ternura de la mujer cubana, de nuestros verdes campos y del cielo siempre azul”.[2]

Alejo Carpentier había hablado de ese tema en su libro La música en Cuba, donde explica: “Es muy raro que una de esas romanzas sentimentales ofrezca el menor carácter local, en cuanto a ritmo y melodía. Si hoy podemos hallar un cierto acento cubano a la melodía de La bayamesa, es por un proceso de valoración retroactiva. Es decir: cómo el tipo de melodía ha creado un género, multiplicando sus expresiones en el dominio de la canción criolla. Habituados a la presencia del género, hallamos cubanidad en el tipo inicial, que solo es reflejo, en realidad, de lo que se cantaba en los salones europeos de la época”.[3]

Tres páginas después, el novelista escribe un concepto que es un templo: “La música popular que se iba creando en el país era tan fuerte que devoraba los patrones recibidos, haciéndolos cosa suya”.[4]


La joven Luz Vázquez y  Francisco del Castillo se reconciliaron
y pronto aquel canto se difundió por todo Bayamo

 

En suma, La bayamesa fue estrenada el 27 de marzo de 1981en la ventana de Luz Vázquez, por el cantor Carlos Pérez ycon letra de los compositores Carlos Manuel de Céspedes (luego Padre de la Patria), Lucas del Catillo Moreno y José Fornaris.

A partir de entonces, alrededor de 1897, se produce un gran brote de canciones patrióticas, cuyos orígenes pueden encontrarse en 1830, y empiezan a entonarse décimas, guarachas y guajiras, entre ellas La bandera cubana; El combate del Mal Tiempo; La Guerrilla; Las penas de un deportado; Cuba para los cubanos; La evacuación; La ley de los orientales; La libertad de Cuba y muchas más.

Eran los tiempos en que América Latina estaba influenciada por la Revolución Francesa. Se componían canciones bajo el influjo de La marsellesa, de Rouget De Lisle. De ahí surge una verdadera eclosión de canciones patrióticas que tiene su cumbre en La bayamesa.

La connotación amorosa de los versos y de la línea melódica de La bayamesa fue conocida como un himno patriótico por el hecho de exaltar la ternura de la mujer, oriunda de una localidad como Bayamo, y por ser sus autores destacados revolucionarios.

La canción fue entonada por los mambises en todos los rincones de Cuba. Más tarde quebró las fronteras. Las canciones localistas alcanzaron un despliegue internacional y hasta en España son conocidas las versiones recreadas a partir de La bayamesa. Como decía Nicolás Guillén: “Hay que partir de lo local hacia lo universal”.

La composición fue grabada por Esther Borja con la Orquesta de Cámara de Madrid, en 1953, y de forma instrumental con la orquesta dirigida por el director de orquesta cubano Roberto Sánchez Ferrer.

 

¿No recuerdas gentil bayamesa,

Que tú fuiste mi sol refulgente,

Y risueño, en tu lánguida frente,

Blando beso imprimí con ardor?

 

¿No recuerdas que en un tiempo dichoso

Me extasié con tu pura belleza

Y en tu seno doblé la cabeza,

Moribundo de dicha y amor?

 

Ven y asoma a tu reja sonriendo;

Ven y escucha amorosa mi canto;

Ven, no duermas, acude a mi llanto;

Pon alivio a mi negro dolor.

 

Recordando las glorias pasadas

Disipemos, mi bien, la tristeza,

Y doblemos los dos la cabeza,

Moribundos de dicha y amor.

 

Notas:

[1]Cristóbal Díaz Ayala: El cancionero político-social en Cuba hasta 1958, Ed. Charleston, Estados Unidos, 2012, pp. 65-66.
 
[2] Zoila Lapique: La música colonial cubana en las publicaciones periódicas (1812-1902), Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1979, pp.188-189.
 
[3] Alejo Carpentier: La música en Cuba, Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1961, pp. 90-93.
 
[4] Ídem.
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