La AHS y los jóvenes trabajadores de la cultura

Félix Bolaños Leyva
18/12/2018

En octubre de 1986, cuando me desempeñaba como instructor de teatro en la Casa de la Cultura de El Cano, en La Lisa, y también presidía la brigada Raúl Gómez García, organización que agrupaba al resto de los instructores de arte de aquel municipio habanero, fui seleccionado para participar como delegado en el Primer Congreso de Jóvenes Escritores y Técnicos de la Cultura, realizado en esa propia fecha en el Palacio de las Convenciones. En el evento coincidí con un numeroso grupo de escritores y artistas miembros de la Brigada Hermanos Saíz y de trovadores integrantes del Movimiento de la Nueva Trova.

De aquel Congreso surgió la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que nos agrupó a todos en una única organización que en lo adelante tendría el propósito de concentrar sus esfuerzos en el estímulo a la creación artística y literaria entre los jóvenes, ahora con más apoyo estatal.


Allí, al Pabellón Cuba, sede nacional de la AHS, acudieron masivamente los noveles artistas para
recibir sus merecidos lauros unos, y otros para apoyar a sus compañeros. Foto: Radio Enciclopedia

 

Durante estos 32 años transcurridos he visto crecer a la AHS, se ha consolidado, al tiempo que viene conquistando un mayor protagonismo en los procesos culturales del país, tornándose en una vanguardia artística mucho más próxima a los jóvenes creadores, a los estudiantes de las escuelas de arte y a esos procesos emergentes y empíricos donde también se hallan excelentes artistas; acercándose bastante a lo que debe ser un símbolo y paradigma de la juventud cubana.

Con ese sustento que la AHS recibe del Estado ha podido desarrollar varias acciones y proyectos, entre los que destacan la creación de las casas del joven creador en cada una de las provincias; las Romerías de Mayo, que año tras año convierten a la ciudad de Holguín en la capital del arte joven; los premios anuales y las becas de creación, las cuales permiten ayudar económicamente a proyectos emergentes que desarrollen zonas específicas de la creación en cualquiera de las manifestaciones artísticas; el premio Maestro de Juventudes, máxima condición que confiere la Asociación a la labor creadora y pedagógica que han realizado destacadas personalidades de la cultura y el pensamiento —algo que recuerda a Martí cuando sentenciaba que “los jóvenes impacientes de todos los países debieran tener siempre en la mente el pan salado y el agua amarga de que se han nutrido por mucho tiempo los hombres ilustres”—; así como otros espacios culturales comunes que reflejan el quehacer del talento artístico joven en Cuba.

Tradicionalmente las becas y los premios se entregan cada año en diciembre. En esta ocasión coincidió con los días del 40 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, y cercano al 14, aniversario del natalicio de Raúl Gómez García, Poeta de la Generación del Centenario, y a cuya memoria se consagra el Día del Trabajador de la Cultura en nuestro país.

Allí, en el Pabellón Cuba, sede nacional de la AHS, fui testigo de cómo acudieron masivamente los noveles artistas para recibir sus merecidos lauros unos, y otros para apoyar a sus compañeros; muchos ya graduados de las escuelas de arte fundadas por la Revolución; esas que, contra vendavales y resacas, desafiando penurias y bloqueos, continúan formando, con marcado rigor académico, a cientos como ellos.

Los vi subir al escenario a recibir sus diplomas, gozosos, impetuosos, como esas «mariposas medio enloquecidas, que queman en la primera luz sus alas frágiles y la carga delicada de sus ensueños», al decir del Apóstol.

Sentado allí, orgulloso, por un momento creí ver entre esos “pinos nuevos” a un renacido poeta Raúl Gómez García, al joven Fidel del Moncada, al médico argentino del Ejército Rebelde, a un barbudo de sombrero alón regalando sonrisas… y definitivamente comprendí que no ha sido en vano tanta resistencia: en estos jóvenes trabajadores de la cultura, las ideas y sueños que abrigamos, seguirán.