Con motivo del natalicio de Julio Antonio Mella, el Teatro Abelardo Estorino del Ministerio de Cultura acogió una conferencia sobre el revolucionario cubano. Bajo el título “Julio Antonio Mella y el precio de la libertad. Reflexiones antiimperialistas para hoy”, se abordó la trascendencia y vigencia de Mella, el antiimperialismo en el marco de la época y su manifestación en el presente. A la charla asistió un grupo de trabajadores de varias organizaciones del sistema institucional de la cultura.
En la cita participaron Luis Emilio Aybar, director del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello y Llanisca Lugo, investigadora del propio centro y miembro de la cátedra Antonio Gramsci perteneciente a dicha institución.
Durante su intervención Luis Emilio significó la trayectoria de Julio Antonio Mella en los escenarios que afrontó, su entendimiento del alcance y extensión del proceso revolucionario en la Isla y cómo el protagonismo de los trabajadores debía centrar la actividad por entonces. También abordó el papel de la cultura y el trabajo sociocultural, en especial aquel dirigido a las comunidades y comentó, visto el contexto que afrontó Mella en su época, que la liberación nacional y social no puede verse desvinculada del pensamiento antiimperialista.
“[Mella] Comprendió la absoluta articulación que se da en la modernidad entre el capitalismo como modo de producción y el imperialismo como forma de hegemonía o dominación de unos pueblos sobre otros”.
“Comprendió la absoluta articulación que se da en la modernidad entre el capitalismo como modo de producción y el imperialismo como forma de hegemonía o dominación de unos pueblos sobre otros”, afirmó Luis Emilio, quien asimismo expresó la necesidad de enfrentar otras formas que, allende la agresión económica patentizada en el bloqueo económico al país, también erosionan el funcionamiento de las instituciones.
“Todos estamos claros en que esa carencia tan fuerte que vivimos está marcada por el bloqueo, pero también por deficiencias, insuficiencias, arbitrariedades y problemáticas que tenemos, que no hemos podido superar y que además no combatimos lo suficiente, y a veces cuando sí lo combatimos, que muchas veces lo combatimos, nadie se entera.
“Son elementos que a veces hacen que el discurso sobre el antiimperialismo no cale lo suficiente en la gente, que aparezca como un discurso que parece estar sustituyendo la explicación de otros factores que también forman parte. Existe como una desproporción o un desbalance entre las veces que nos hablan del bloqueo y el imperialismo y las veces que hablamos y combatimos y estamos involucrados en una lucha contra aquellos males que tenemos y padecemos y que son culpa de nosotros mismos”, y añadió:
“El discurso del bloqueo, cuando aparece en un enfoque justificativo, no cala lo suficiente. La manera de revitalizar ese antiimperialismo también tiene que ver con cómo revitalizar la lucha por la justicia social en Cuba donde quiera que se manifieste”.
De igual modo, refirió la oposición de Mella para con las creencias del movimiento comunista de entonces, en especial ante la falta de consideraciones sobre las características de cada lugar y región:
“Hay una lección que también nos deja Mella que tiene que ver con cómo somos capaces incluso de ser herejes o rebeldes o hacer resistencia respecto a nuestros propios dogmas o a nuestras propias taras, los dogmas y las taras del campo político al cual pertenecemos. Mella fundó el Partido Comunista en 1925, pero rápidamente empezaron a existir contradicciones porque la Internacional Comunista (en ese momento organizada por Stalin) empezó a desarrollar unas políticas bastante dogmáticas que dictaban el cómo debía ser la lucha en cada país en particular. Mella empieza a hacer resistencia a eso porque entiende que la manera de llevar adelante la política revolucionaria en Cuba era distinta a lo que esas formas decían por las características del pueblo, del contexto, y entonces empieza a desarrollar una política más creadora que choca de inmediato con esos dogmas”.
También refirió el rol de la educación, de la escuela, los medios de comunicación y las actividades culturales, así como el papel de los responsables del desarrollo de esas acciones.

Por su parte, Llanisca Lugo refirió la trascendencia de Mella en el contexto contemporáneo marcado, según refirió, en momentos de peligro, de luchas, confrontación y disputas serias en todos los niveles que organizan la vida de la sociedad. La también psicóloga y diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular refirió la trascendencia de la impronta de Mella en la joven república, ceñida entre otros factores por la dominación de capitales estadounidenses, la Enmienda Platt y la posibilidad de una intervención militar. “En un momento en que hay un tirano, pero frente al tirano hay muchas fuerzas diferentes, no todas revolucionarias, Mella está tratando de defender el camino de una revolución”, comentó.
Entre los méritos de Julio Antonio, refirió la conservación de la historia y su puesta en valor frente a quienes la emplean con fines oportunistas:
“De hecho, se indigna un poco con el uso que se hacía en esa época de Martí. Y yo creo que también se hace hoy. Todo el mundo quiere apropiarse de las ideas independentistas de Martí y se quedan en la zona que más cómoda les queda. Todo lo que signifique una unidad sin rostro, sin lucha, un diálogo sin historia, un discurso amoroso sin memoria, como si no hubiera siempre en la historia unos vencedores y unos vencidos, unos sufridores y unos explotadores, unos que han querido tener todo para que otros no tengan nada o para enriquecerse sin que le importe los otros: como si Martí no hubiera sintetizado el dolor de una nación con toda esa historia de humillación que la antecedió. Y Mella está diciendo: hay que frenar eso. Esa gente mercachifle que se la pasa hablando de Martí y que no quieren leerlo críticamente”.
La investigadora refirió varias de las iniciativas de Mella y destacó cómo éste tuvo la claridad de avocar en sus objetivos la configuración de una lucha que pasaba inevitablemente por el enfrentamiento al imperialismo. Entre las directrices que ofreció para investigar la labor desarrollada por él, Lugo refirió la comprensión de que la única salida para Cuba era la revolución social, la relación entre el imperialismo y el colonialismo, así como de los actores e instituciones encargados de su mantenimiento, la vinculación de las ideas de revolución nacional y el socialismo a lo largo de la historia de Cuba y el encontronazo de Mella con dogmas que ha padecido y padece la izquierda.
“Todo el mundo quiere apropiarse de las ideas independentistas de Martí y se quedan en la zona que más cómoda les queda”.
Al respecto comentó dos referencias, una adscrita a quienes añoran lo que fue y no puede repetirse, y aquella marcada por quienes abrazan un ultraizquierdismo radical, ante el cual, comentó, algunos se creen con el derecho de juzgar los esfuerzos realizados:
“Todo tiene defectos, pero es muy conveniente a veces esa posición desde el balcón, de juzgar y elaborar críticas a todo cuanto existe, y en Cuba mucho más si se puede juzgar lo institucional. Pareciera que lo que emerge, lo espontáneo, lo desorganizado es lo sincero. Hay una idealización de ese tipo de procesos y lo que organiza, se institucionaliza y se esfuerza para crear revolución, entonces no es tan cierto, y eso es parte de una ideología que se intenta imponer para erosionar el tejido de una sociedad”.
Igualmente llamó a recuperar ideas y conceptos desde una posición consciente y comprometida sin descuidar las bases ni las condiciones objetivas en las cuales nos encontramos.
“Nos hemos dejado quitar la referencia al comunismo como una sociedad de compartir y vivir en comunidad la emancipación de un sujeto que se libera a sí mismo cuando se libera con los demás; que no recibe su libertad regalada, que lucha constantemente; que no encuentra felicidad en la calma, en la quietud, la encuentra en la inquietud; que no encuentra el progreso en obedecer, lo encuentra en la pregunta. Ésa es la idea de comunismo en la que creemos, sin embargo, parecería que es la conducción totalizadora, centralizada, homogeneizadora de una sociedad en la que los seres humanos (el individuo) y la sociedad están en una contradicción en la que uno de los dos termina siendo casi liquidado (normalmente el individuo). Entonces usted en el comunismo es un ser humano sin libertad. Eso se implantó y no está en crisis. En el mundo eso es hegemónico.
“Lo que pasa es que a veces las ideas se quieren discutir también alejadas de la realidad, de las cosas concretas en las que la gente vive…”
“Tenemos que recuperar la idea de comunismo en la que creemos, que es la idea de la inquietud, la idea de la desobediencia, de la herejía, de formular cosas nuevas, de emanciparnos entre nosotras y nosotros, la idea de un permanente crecimiento que nunca es lineal”, afirmó.
“Si creemos en eso y hacemos de eso acciones concretas de amor y solidaridad entre nosotras y nosotros pudiéramos avanzar mucho en discutir estas ideas. Lo que pasa es que a veces las ideas se quieren discutir también alejadas de la realidad, de las cosas concretas en las que la gente vive, y Cuba está en ese momento”.
De igual modo Llanisca contextualizó las circunstancias de procesos como el de la Revolución del 30 y explicó la necesidad de valorar las figuras y contradicciones en una época donde sus protagonistas estuvieron dispuestos a darlo todo. Cualquier aproximación a esa historia, apuntó, es necesaria para sentirnos parte de una continuidad que no es arbitraria ni una voluntad política, sino el tejido de una nación que ha construido demasiados procesos y ha luchado por su libertad en un tiempo corto, del que todavía somos parte.