Siempre nos hizo reír a carcajadas; siempre hacía reír con su imaginación, su gracia y sus ocurrencias incalculables, todas hijas de su talento natural. Criolla hasta los tuétanos, desde su cuna humilde hasta este 24 de febrero —en que partió sin despedirse—, supo encarnar la esencia viva de nuestro carácter, ese que marca la identidad de un imaginario que alienta en todas y todos.
Juana Bacallao, la excéntrica musical más antigua y más aclamada de nuestra escena, nació a inicios de la primera mitad del siglo XX e hizo una carrera desde temprana edad. Surgió a las tablas, a la radio, a la televisión y a innumerables espectáculos habaneros con esa fuerza vernácula que impusiera su sello y la convirtiera en algo tan original como indescriptible.
“Imposible que olvidemos a Juana, siempre jocosa, juguetona y precisa en su diatriba hacia toda figura impopular. Reina de la sátira en la Isla, brilló como pocos en la preferencia de jóvenes y viejos”.
Fue el compositor y director de orquesta Obdulio Morales quien compusiera la famosa guaracha que creara no solo su nombre sino un espléndido personaje, el más duradero y querido: “Yo soy Juana Bacallao: / la negra que en el bembé, / salpica pa’ no mojar”
Imposible que olvidemos a Juana, siempre jocosa, juguetona y precisa en su diatriba hacia toda figura impopular. Reina de la sátira en la Isla, brilló como pocos en la preferencia de jóvenes y viejos, de infinitas generaciones de cubanos que lamentamos su muerte. Su vida, casi llegando al siglo, estuvo al servicio del difícil oficio que es el mejor entretenimiento, ese que contribuye a perpetuar nuestras mejores tradiciones.
Tomado de Granma.