Juan Gualberto, 90 años después
Existen años en los que parecen agolparse los sucesos importantes. El de 1933, para la historia de Cuba, es uno de ellos. En agosto, el derrocamiento del presidente dictador Gerardo Machado, resultante de un decisivo levantamiento popular. En marzo, la muerte del patriota y periodista Juan Gualberto Gómez, cercano colaborador de José Martí y uno de los gestores del reinicio de la Revolución, en 1895, tan útil en la guerra como en la paz. En noviembre, la de Enrique José Varona, igualmente cercano a Martí y uno de los próceres que la juventud de las primeras tres décadas de vida republicana asume como mentor. Tanto Juan Gualberto —así se le llama— como Varona han sido opositores públicos de Machado.
Ocupémonos de Juan Gualberto, de cuyo fallecimiento a los 78 años se cumplen este 5 de marzo nueve décadas.
Nacido el 12 de julio de 1854 en el ingenio Vellocino de Sabanilla del Encomendador (hoy Juan Gualberto Gómez), provincia de Matanzas, e hijo de esclavos, Juan Gualberto estuvo dotado de una inteligencia lúcida. Siempre dispuesto a la superación y aunque parezca algo insólito en joven de tan humilde extracción, los padres consiguieron que hiciera estudios técnicos en París, donde vivió los días de la Comuna y de la guerra franco-prusiana. De carácter rebelde, desde allá hizo labor proselitista en favor de la independencia de Cuba, adonde regresó en 1877 e inició sus colaboraciones en el periódico La Discusión.
A través del abogado Nicolás Azcárate conoció a José Martí, forjándose entre ambos una relación fraterna que mucho aportó a la independencia de Cuba.
La amistad entre Juan Gualberto Gómez y José Martí mucho aportó a la independencia de Cuba.
Juan Gualberto y Martí participaron juntos en veladas culturales y coincidieron en actividades conspirativas, que en el caso del primero se adicionaban a su labor periodística ya citada como colaborador de La Discusión, y a partir de marzo de 1879, en su condición de fundador del periódico La Fraternidad.
El 17 de septiembre de 1879 se produce la detención de Martí por conspirar con Juan Gualberto Gómez y otros patriotas en favor de la independencia de Cuba. Es la ocasión en que se le exige al primero una declaración en favor de España y replica: “¡Martí no es de la raza vendible!”. Ocho días después sale deportado en el vapor Alfonso XII.
Juan Gualberto, que inicialmente no había sido considerado sospechoso para la metrópoli, fue detenido y enviado en 1880 al presidio en Ceuta, África. Solo dos años después se le autorizó a regresar a Madrid, para después estar de vuelta en Cuba, donde reanudó la publicación de La Fraternidad, desde cuyas páginas hizo patente su consigna Por la Patria, por la Libertad y por la Democracia.
Aunque nunca más estrecharon sus manos, la confianza y estimación nacidas fueron tales que al organizar y fundar Martí en 1892 el Partido Revolucionario Cubano, supo que podía contar con Juan Gualberto en Cuba, quien, de manera pública, había mantenido su posición separatista en la prensa y el debate ciudadano.
“Aunque nunca más estrecharon sus manos, la confianza y estimación nacidas fueron tales que al organizar y fundar Martí en 1892 el Partido Revolucionario Cubano, supo que podía contar con Juan Gualberto en Cuba (…)”.
Así, desde los días mismos de la creación del Partido Revolucionario Cubano, en 1892, cuenta Martí con Juan Gualberto, quien conoce todos los detalles de la conspiración. Nada se mueve en la Isla sin que él lo sepa. Y es tal la actividad de este hombre, que solo una palabra cabe para expresarla: ¡asombrosa!
Más adelante, en los días decisivos de preparación y levantamiento insurreccional de febrero de 1895, Martí demuestra una vez más su confianza, pues la Orden de Alzamiento en Cuba, firmada el 29 de enero de 1895, estaba dirigida a Juan Gualberto para su ejecución como representante del Partido Revolucionario en La Habana.
La correspondencia entre ambos es abundante por aquellas fechas. Corre el mes de enero de 1895 cuando Martí le escribe una extensa carta. Le da los pormenores del fracasado Plan de Fernandina, con la pérdida material que ello representa para el movimiento. “…Tres vapores, le dice, con cargo amplio, y excelente, iban a caer a la vez sobre la Isla”, cuando fueron delatados por un vil traidor. Martí pide consejo al amigo y concluye en estos términos: “Aguardo ansioso su respuesta, más confiado que nunca en su juicio”.
También desde Nueva York, le apunta Martí en tono familiar: “¿Lo veré? ¿Volveré a escribirle? Me siento tan ligado a usted que callo. Conquistaremos toda la justicia”. El alzamiento, finalmente fijado para el 24 de febrero de 1895, señaló el reinicio de la gesta independentista, que Martí llamó la guerra necesaria.
Entre los héroes de aquella jornada y de las que la antecedieron e hicieron posible, está Juan Gualberto Gómez, quien hubiera querido incorporarse a la manigua, pero fue apresado, sentenciado y deportado en la costa africana, donde permaneció algo más de tres años. Luego, el patriota se trasladó hacia España, de ahí a París y por último embarcó para Nueva York, desde donde colaboró de nuevo con la causa de la insurrección.
Concluida la guerra y ocupada la Isla por los norteamericanos, Juan Gualberto fue uno de los representantes a la Asamblea Constituyente encargada de la dolorosa misión de redactar una constitución que diera cabida a la intervención norteamericana en los asuntos internos cubanos. La enmienda presentada por el senador Orville Platt fue aprobada, pero no contó con la anuencia de Juan Gualberto, quien la refutó virilmente.
Amigo y colaborador de José Martí, enalteció la memoria del Héroe Nacional con su vida y obra durante el período republicano. Más tarde se opuso al reeleccionismo de Machado, de lo cual dejó pruebas como esta, en documento de 1931:
Soy, en efecto, de los que entienden y proclaman que desde que la llamada Convención Constituyente de 1928 violó el artículo 115 de la Constitución de 1901, a cuya redacción colaboré, todo lo que ha seguido: prórroga de poderes, candidatura única, elección congresional, etc., etc., —es completamente nulo, por ilegal.
Juan Gualberto no transigió ni con la intervención norteamericana, ni con la dictadura de Machado. Con tal proceder no es de extrañar que muriera pobre, pero querido y respetado por el pueblo.
Juan Gualberto murió pobre, pero querido y respetado por el pueblo.