José Villa Soberón, un artista de los imprescindibles para hablar de la escultura en Cuba, cumplió setenta años en septiembre. Como creador, ha dinamizado varios paisajes de La Habana y otras regiones del país, de manera elegante y austera, como quien sabe darle vida al frío bronce, a la piedra inquebrantable y a varios materiales que toman formas, miradas y poses. En otras palabras: figuras accesibles muy lejos de los pedestales y las alturas, siempre dispuestas a darnos la mejor de las bienvenidas.

El Caballero de París, escultura de Villa Soberón emplazada en la puerta de la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís. Fotos: Cortesía de la autora

Las esculturas El Caballero de París, John Lennon en el Vedado, Benny Moré en Cienfuegos o la obra en bronce de Alicia Alonso en el Gran Teatro de La Habana que lleva su nombre, son algunas de sus piezas más conocidas. De un simple refilón, advertimos su habilidad para crear; pero al detener la mirada un poco más vemos la agudeza de su trabajo en detalles mínimos, como pueden ser los dedos de las manos, las rodillas, las piernas, la ropa y otros elementos de los símbolos culturales e históricos que representa.

Hijo de la ciudad de Santiago de Cuba, uno de los principios más importantes para el Premio Nacional de Artes Plásticas (2008), a la hora de erigir una escultura en un espacio urbano, es su vínculo con el contexto. Resulta necesario que la obra se ajuste y dialogue con el entorno, para que el arte fluya y no sea impuesto.

A propósito de su cumpleaños, La Jiribilla conversó con el también profesor de la Universidad de las Artes, con la intención de revelar su pensamiento y sus voluntades cuando llegan las musas.

¿Qué le hizo inclinarse por la escultura y no por otra manifestación creativa?

No es una pregunta tan sencilla de responder para mí. Creo que diferentes influencias me llevaron a tomar esta decisión, pero siempre me resultó muy atractiva esa transformación de la materia, en un objeto capaz de comunicar ideas y emociones. También debe haber influido sobre que dedicara todo mi trabajo en estos largos años a la escultura el hecho de identificarme con los profesores de escultura de la ENA. Eso debe ser la vocación.

Usted estudió en la antigua Checoslovaquia ¿Cuáles experiencias tuvo con su escultura, teniendo en cuenta lo cánones artísticos de la URSS en aquellos momentos?

Para mí fue una experiencia extraordinaria, era una escuela —o una academia como se llama a este tipo de enseñanza— donde las preocupaciones fundamentales eran dar a conocer un grupo de conocimientos que se han acumulados durante años en el ejercicio de la práctica del arte y de la escultura en particular; aunque no era una escuela como la que conocimos en la ENA, donde lo principal era el desarrollo de la creación. Fue una formación que nos permitió disponer de los recursos necesarios para desarrollar un proyecto creativo personal. Es justo decir que no era una enseñanza regida y limitada con un canon, como el realismo socialista; pero también significó una gran oportunidad convivir con otra cultura y poder visitar otros museos y diferentes entornos culturales.

Alicia Alonso, obra del autor que hace homenaje a la Prima ballerina assoluta del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso, en el Gran Teatro de La Habana que lleva su nombre.

¿Cómo logra darle ese grado de realismo a sus esculturas humanas?

Realizar una escultura suele ser algo mucho más difícil de lo que comúnmente se suele pensar. Para obtener un resultado aceptable solemos dedicarles, en ocasiones, meses de trabajo.

Es una faena compleja y puede ser bastante agotadora. De un tiempo acá suelo trabajar con Gabriel Cisneros, un joven escultor graduado del ISA, que me acompaña en la creación del modelado de estas esculturas figurativas.

El modelado es el primer paso, después otros escultores realizan los moldes y por último se hace la fundición en bronce; el último paso también es realizado por otro escultor, por eso siempre tengo presente que la escultura es un arte bastante colectivo.

Cuando comienzo una escultura trato de conformar una imagen que se integre con el entorno seleccionado prescindiendo, si es posible, de los recursos tradicionales de la escultura como pedestales o poses teatrales, tratando de darle una expresión de naturalidad que estimule la interrelación de la obra con el espectador.

Y en cuanto a sus esculturas abstractas ¿de cuáles referentes se nutre? ¿Qué características distinguen esas piezas?

He tenido diferentes etapas en mi trabajo como escultor. La obra abstracta ofrece otras posibilidades a la creación, de alguna manera puede ser más compleja para encontrar una forma con la que se pueda uno identificar y es más difícil darle un sello personal; aunque he trabajado diferentes materiales, me resulta más apropiado el metal para las propuestas actuales.

Desde que comencé a esculpir presentaba, por lo general, como columnas esculturas abstractas en diferentes materiales. En el año 2009, expuse Mutantia, en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana: una serie de esculturas que utilizan la forma de la espiral por todo lo que ella con lleva como símbolo; me resulta interesante ver como diferentes culturas, que aparentemente no tuvieron contactos entre sí, se apropiaron de esta forma. Es una serie en la que aún trabajo y he tenido la posibilidad de mostrarla en exposiciones personales y colectivas a las que me han invitado en Cuba, España, México y Estados Unidos.

Pieza Escape del escultor cubano José Villa Soberón: “aunque he trabajado diferentes materiales, me resulta más apropiado el metal para las propuestas actuales”.

Usted se desempeña como profesor ¿Qué lecciones básicas e imprescindibles de arte les imparte a sus alumnos?

Soy profesor en el ISA, es un nivel de enseñanza donde el objetivo principal es acompañar a los jóvenes creadores en la formación de un proyecto artístico personal; pero, aunque ha evolucionado la forma de ver y enseñar las artes plásticas, creo que trabajar mucho y ser muy honesto con la creación personal continúan siendo valores importantes en la carrera de todo joven artista.

En otras ocasiones ha expresado la intención de hacer de la pequeña plaza de Mercaderes y Oficios, “un espacio de hombres de letras”, ¿pudiera ofrecer algunos adelantos?

En realidad, este fue un proyecto de Eusebio Leal, que soñó con crear una galería de los padres de las lenguas en esta plaza frente a la puerta de la Universidad de San Gerónimo. La primera fue una donación de Portugal, de Luis de Camoes, y de alguna manera la estética de esta escultura conformó el resto de las esculturas que se emplazarían luego, nosotros realizamos a Cervantes y a Shakespeare y está, en este momento, en proceso de fundición Dante, que se debe situar próximamente. Este fue el último proyecto que trabajé con Eusebio, al que él le dedicó mucho interés: visitaba el taller en persona para ver el proceso de trabajo y sus resultados. Según su idea, se añadirían a Moliere y Goethe.

José Villa Soberón junto a una de sus creaciones.

Imagino que su visión de la escultura ha evolucionado con los años y la experiencia. A los setenta años, ¿cómo asume la vida y la creación misma José Villa?

Como todo creador, mi trabajo ha evolucionado en el tiempo influido por el desarrollo propio de la obra, por los cambios de las concepciones del tiempo y los intereses del entorno cultural que prevalecen en cada momento, pero creo que puedo pensar en un desarrollo coherente con mis conceptos del arte. Por fortuna, todavía tengo proyectos que me entusiasman y creo que esto es el mejor estímulo para la obra de un escultor.

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