José Villa Soberón: “el odio siempre ha sido el combustible para este tipo de agresiones”
23/5/2020
Martí sigue vigilante en el jardín, mirando hacia la siempre bulliciosa, ahora en calma por la cuarentena debido a la COVID-19, Avenida 16 de Washington D. C., en el barrio Adams Morgan. Sigue erguido, aunque un disparo haya intentado eclipsar su estatura de héroe, ahí de bronce, gracias a las manos del escultor José Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas (2008).
Detrás, también baleados, muros, columnas y un ventanal de la mansión de estilo neoclásico marcada con el número 2630, sede de la embajada de Cuba en Estados Unidos. El acto terrorista algunos medios lo tratan de disfrazar de crimen de odio, cometido por un ciudadano identificado como Alexander Alazo, de 42 años, residente en Aubrey, Texas, pasadas las dos de la madrugada del 30 de abril.
“¡Dispárame si quieres, dispararme! ¡Estoy aquí! ¡Soy americano, soy yanqui!”, gritó el atacante hundido en la noche, AK-47 en mano.
A esa hora apenas había siete funcionarios en la sede diplomática. “Si esto hubiera ocurrido a mediodía hubiera habido una matanza”, expuso a la AP el embajador cubano en el país norteño, José Ramón Cabañas. A mitad de jornada habitualmente unas cincuenta personas, incluidos dignatarios extranjeros y otros visitantes, se encuentran en la misión.
El Martí De Washington D. C.
José Villa Soberón, con creaciones desgranadas en América, Europa y África, le ha seguido el curso a la noticia del ataque a la sede de la representación de la isla caribeña en Washington D. C.; donde quedó emplazada una escultura suya de José Martí el primero de julio del 2019, al conmemorarse el aniversario 130 de la salida a la luz en Nueva York, por primera vez, de La Edad de Oro.
En diálogo con Escambray, Villa Soberón sostuvo que este proyecto nació a instancias de Cabañas, cuando la Sección de Intereses de la Mayor de las Antillas en la capital estadounidense devino embajada, al restablecerse de forma oficial las relaciones diplomáticas entre ambas naciones el 20 de julio del 2015.
La estatua ubicada en Washington D. C. tuvo como precedente la realizada por él con la colaboración de Gabriel Cisneros, inaugurada en julio del 2017 en Santiago de Chile, en cuya base puede leerse la frase de Gabriela Mistral: “El mejor hombre de nuestra raza”.
“Cuando de Washington me pidieron una obra, utilicé ese modelo original; le hicimos transformaciones para que fuera más funcional en el emplazamiento en la embajada”, refiere el profesor de Escultura por ya varias décadas.
¿Qué referente fotográfico le sirvió de partida para realizar la escultura de la capital estadounidense?
“Al menos hay dos o tres fotos en las que Martí aparece posando con las manos detrás, por ejemplo, la de Jamaica (octubre de 1892) y otra con uno de sus amigos (Fermín Valdés Domínguez, mayo de 1894, en Cayo Hueso). Ese gesto de tener las manos detrás no puedo especular que haya sido natural y común en él; pero siempre me ha resultado llamativo. Es una imagen atractiva en el sentido de que es delicada, muy personal y muy sugerente. Por eso me pareció potente, que podía expresar su personalidad. Martí era un hombre con mucho control; sin embargo, con pasión.
Martí tiene a su favor que prácticamente ha sido el tema permanente de los escultores cubanos del siglo XX. Cada generación de escultores, cada escultor importante siempre lo ha trabajado —y eso vale— sirve como referente para las esculturas”.
Ud. sitúa a Martí en un momento histórico complejo: la organización de la Guerra Necesaria. ¿Qué rasgos de su personalidad optó por resaltar a partir de ese contexto?
“Siempre me ha dado la impresión de que Martí no solo fue una persona brillante, culta, sensible; debió ser, un hombre contenido, no de acciones impulsivas, a pesar de lo difícil y la cantidad de contradicciones que tuvo que enfrentar en ese momento de su vida. Debió ser un hombre que se controlaba mucho para manejar esas situaciones complejas. Son apreciaciones, visiones que puede tener uno como artista a la hora de hacer una escultura. No soy un especialista, un estudioso de Martí; pero lo he sentido así”.
En Miami, Florida, se fundió en bronce el molde original de esta obra en el taller de Lázaro Valdés y su equipo ASU bronze.
“Yo conocía a Lázaro. Cuatro o cinco esculturas que he hecho para diferentes partes del mundo, las he modelado en Cuba y se las he enviado a él, que tiene un excelente taller de fundición. Nosotros enviamos el modelo hecho en resina para Washington. Yo no sabía que iba a ser con Lázaro, cuando la embajada lo contactó. Creo, incluso, que solo cobró por los materiales; fue una participación hermosa de su parte”.
Más allá del daño físico a la escultura en el ataque a la embajada, ¿cómo interpreta, desde lo simbólico, este acto contra el Maestro?
“Ese es un fenómeno que merece estudiarse a profundidad. Este tipo de escultura es un arte público, que trabaja con muchos símbolos. Casi siempre cuando el odio se desencadena de manera incontrolable, no sé por qué razón, una de las primeras agresiones se hace contra las esculturas públicas, los símbolos. En los momentos turbios vimos muchas veces cómo se agredieron las de Lenin, cómo se han agredido en diferentes partes del mundo esculturas por ser símbolo de una ideología, de una nación.
Recientemente vimos cómo fue agredido Martí (se refiere a la profanación de bustos al Maestro en enero pasado en La Habana), el símbolo más grande del cubano, de la nación cubana. Muchos años atrás, cuando estaba en España vi un cartel en el monumento que dedicamos a Martí que decía: ‘puta España que le hace monumento a los cubanos’”.
No creo que en esta ocasión la escultura haya sido el objeto de la agresión; el símbolo que agredieron fue la fachada de la embajada, pero, desde ese punto de vista, Martí estaba ahí también. Sin embargo, no se transformó, quedó como un signo claro, evidente, de la resistencia. El odio siempre es así contra todos los símbolos”.
¿Hasta qué punto este acto terrorista ha sido alentado por la política hostil, de odio, del Gobierno de EE. UU. contra Cuba?
“No me cabe la menor duda de que el odio ha promovido una actitud así; el odio siempre ha sido el combustible para este tipo de agresiones. No conozco detalles. Leí hace poco que ahora dicen que era un loco, un desequilibrado. La verdad es que no me lo creo mucho, porque si le hubiera tirado a la Casa Blanca no habría sido un loco; pero, bueno, tendrán que terminar las investigaciones para saberlo”.
indican unos agujeros de bala que rebotaron en el costado de la gran escalera. Foto: AP
El héroe, inspiración constante
Creador del Lennon, paradójicamente sereno (he ahí la originalidad), sentado en un parque habanero; de la humildísima Madre Teresa de Calcuta, sumergida en las Sagradas Escrituras en el jardín de un convento capitalino; de un Hemingway a punto de darse un trago, junto a la barra del Floridita; Villa Soberón, autor de una prolífica obra escultórica, ha vuelto una y otra vez sobre la figura del Héroe Nacional de Cuba, ejemplificada en Preso 113, situada en la Fragua Martiana.
¿Preso 113 continúa siendo la escultura más difícil que ha concebido, como expresó cierta vez?
“Sí, primero, por esa historia compleja que implicaba hacer una escultura a un adolescente que pudiera tener esa carga de sentimiento, de profundidad, para entender la realidad que lo rodeaba. Era también más difícil Preso 113 porque la foto que hace referencia a ese momento, no se parece a Martí. Si él no se la hubiera dedicado de puño y letra a su madre, yo nunca hubiera creído que fuera Martí. Es verdad que en esa etapa de la vida el físico de los adolescentes se transforma; pero me imagino, además, el momento tan terrible que podía vivir justo ese adolescente. Por eso era complejo para mí hacer un Martí que la gente pudiera identificara; un Martí joven, sin bigote, era un reto. Pero él siempre es un reto muy grande cuando uno lo lleva a una escultura”.
Ud. ha señalado que, de todos los rostros que ha hecho, el de Preso 113 es el que más trabajo le ha costado.
“Hay escultores que tienen mucha facilidad para encontrar el parecido; verdaderamente, me cuesta trabajo encontrarlo, y lo más parecido que hallé en esa escultura en particular fue el de los ojos; era lo único que podía encontrar como una referencia para que esa fuera la imagen del adolescente, del hombre que fue después Martí”.
¿Por qué le incorporó un pico de trabajo, que no aparece en la fotografía original?
“Para relacionar más la escultura con el entorno. Era el trabajo que Martí hacía en ese mismo sitio, en las canteras de San Lázaro. Las esculturas que más me gustan son las que logro que se integren al entorno. El pico me parecía importante y necesario para que la obra se relacionara con el trabajo que Martí hacía.
Esa obra me sirvió para mucho. Ahorita me preguntabas por la escultura de la embajada de Washington. Cuando trabajé en la Fragua, conocí que, del grillete que llevaba, Martí mandó a hacer un anillo que decía Cuba; después de eso, siempre se lo he puesto a las esculturas cuando he vuelto a hacer a Martí”.
¿Cómo logró que El Maestro y su discípulo, expuesta en el colegio de Martí, y tantas otras obras dedicadas a él transpiren emotividad, conmuevan? ¿A qué recurso apela?
“Al trabajo. Esas obras, por lo regular, no salen de manera fácil; en ese caso trabajé con Gabriel. El trabajo del escultor es en extremo lento, porque nunca sale la primera vez; al menos a nosotros. En El Maestro y su discípulo tuvimos que batallar durante largos meses, repitiendo, repitiendo, hasta que encontramos la expresión que uno quiere conseguir en la obra y decimos: esa es. Es el método de prueba y de error, pero, bueno, para ello nos formamos y nos preparamos los escultores”.
¿Qué elemento enlaza las esculturas que ha dedicado al Héroe Nacional, sin olvidar la de Chipre?
“Las enlaza la búsqueda de poder ser capaces de expresar la idea martiana, a Martí como ser humano; aunque esta se dé en contextos, entornos y con recursos diferentes. De las esculturas me cautiva ese principio de que un material que no tenga expresividad, que pueda ser incluso tosco, sea capaz de transmitir sensaciones, ideas”.
Una alerta de siglos
“No olvidemos que Lezama decía que Martí ‘es un misterio que nos acompaña’. Su aporte a lo que somos hoy es todavía incalculable; fue un hombre extraordinario no solo para Cuba, sino para el mundo”, reflexiona, desde el otro lado de la línea telefónica, Villa Soberón, quien, como buen cubano, continúa atento a las resonancias del ataque a la embajada de la isla en Washington D. C., calificado como acto terrorista por nuestra Cancillería y que ha promovido el rechazo internacional.
Hasta ahora, el Gobierno de Estados Unidos no ha emitido una declaración oficial para condenar el atentado, una de las ochenta y tres agresiones contra sedes diplomáticas cubanas en el mundo, según consta en los anales del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado, citado por Cubadebate. Lo previó el Maestro en Nuestra América: “El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina”. Lo advirtió el Héroe de Dos Ríos, quien espoleado por el honor se hizo a la manigua y cayó el 19 de mayo de 1895. Incluso, lo sigue alertando desde esa escultura de Villa Soberón en el jardín de la casona del barrio de Adams Morgan en la capital estadounidense, donde, a pesar de los últimos disparos, prosigue ahí vigilante e indómito.