José Martí y Fidel Castro ante el desafío de la Roma americana (I)
Fidel Castro ha sido el más aventajado discípulo de las ideas y la praxis revolucionaria de José Martí. No fue pura coincidencia histórica, sino que el Líder de la Revolución Cubana asumió el ideario martiano de manera consciente y entregada.
Así lo ratificó en 1985 en sus conversaciones con Frei Betto: “Yo, antes de ser comunista utópico o marxista, soy martiano; lo voy siendo desde el bachillerato: no debo olvidar la atracción enorme del pensamiento de Martí sobre todos nosotros, la admiración por Martí”.[1]
“Estas son apenas algunas pinceladas que ilustran la hondísima vocación martiana de Fidel”.
En marzo de 1949, cuando marines yanquis profanaron la estatua del Héroe Nacional en el habanero Parque Central, Fidel fue uno de los que encabezó la airada protesta frente a la embajada de Estados Unidos. En 1953 declararía a Martí como el autor intelectual de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Durante su alegato de autodefensa conocido como “La Historia me absolverá” denunció cómo le habían impedido consultar las obras de Martí, pero que no importaba, pues traía en “el corazón las doctrinas del maestro”. El primer frente en la Sierra Maestra, dirigido por Fidel, ostentaría el nombre de José Martí. Estas son apenas algunas pinceladas que ilustran la hondísima vocación martiana de Fidel, algo que parecía genético. Hoy el Líder de la Revolución descansa para siempre junto al Apóstol en el Cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba, en una piedra que alude a la conocida frase martiana que Fidel convirtió en una de las máximas fundamentales de su existencia: “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
Sobre su posición hacia Estados Unidos hay que decir, en primera instancia, que ambos fueron raigalmente humanistas, anticolonialistas y antiimperialistas, pero jamás antiestadounidenses; su política hacia la nación del Norte estuvo siempre basada en la fuerza de las ideas y los principios, no en odios y fanatismos. Con “ojos judiciales” supieron distinguir las dos Norteamérica, la de Lincoln y la de Cutting.[2] De la primera reconocieron sus virtudes y valores culturales; de la segunda —a la cual Martí llegó a nombrar como la Roma americana o águila temible— no solo criticaron los aspectos políticos que más conocemos, sino también el modo de vida estadounidense que exalta la violencia, la irracionalidad y el culto desmedido hacia el dinero. Una de las primeras similitudes que encontramos entre Martí y Fidel es la monumental labor ideológica que desarrollaron para descolonizar el pensamiento que desde nuestra región exaltaba al Norte como modelo a imitar.
Con apenas 18 años Martí había hecho ya la siguiente observación:
Los norteamericanos posponen a la utilidad el sentimiento, — Nosotros posponemos al sentimiento la utilidad. Y si hay diferencia de organización, de ser, si ellos vendían mientras nosotros llorábamos, si nosotros reemplazamos su cabeza fría y calculadora por nuestra cabeza imaginativa y su corazón de algodón y de buques por un corazón tan especial, tan sensible, tan nuevo que solo puede llamarse corazón cubano, ¿cómo queréis que nosotros nos legislemos por las leyes con que ellos se legislan? Imitemos. ¡No! —Es bueno, nos dicen. Es americano, decimos. —Creemos, porque tenemos necesidad de creer. Nuestra vida no se asemeja a la suya, ni debe en muchos puntos asemejarse. La sensibilidad entre nosotros es muy vehemente. La inteligencia es menos positiva, las costumbres son más puras, ¿cómo con leyes iguales vamos a regir dos pueblos diferentes? Las leyes americanas han dado al Norte alto grado de prosperidad, y lo han elevado también al más alto grado de corrupción. Lo han metalificado para hacerlo próspero. ¡Maldita sea la prosperidad a tanta costa![3]
Martí vivió en Estados Unidos durante casi 15 años, y aunque Fidel no tuvo la misma experiencia, llegó a ver en sus entrañas de una manera tan aguda como lo hizo el Apóstol. En esto influyeron sus estudios y lecturas —ellas las ideas de Martí sobre Estados Unidos— y el contacto con la propia realidad, en especial la cubana, donde eran notorios los efectos más nocivos de la dominación imperialista del Norte.
Fidel llegó a convertirse en un verdadero experto en el conocimiento sobre Estados Unidos. “El país del cual sabe más después de Cuba —señaló Gabriel García Márquez— es Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo”.[4]
La estrategia revolucionaria de Fidel hacia Estados Unidos sintetiza en gran medida todo el pensamiento y la experiencia legada por José Martí, ajustada a las coordenadas de su tiempo histórico.
Uno de los grandes desvelos de Martí con relación al ya naciente imperialismo estadounidense fue la posibilidad de que este encontrara un pretexto, un recurso, para intervenir en la Isla, y de esa manera se frustrara la independencia cubana, garantía del equilibrio en las Américas y el mundo. De ahí que se planteara la necesidad de una guerra “breve y directa como el rayo”, que impidiera a tiempo que se extendieran por las Antillas los Estados Unidos. “Y una vez en Cuba los Estados Unidos, ¿quién los saca de ella?”, le había escrito Martí a Gonzalo de Quesada desde 1889.[5]
Poco tiempo después le advertía: “Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos, y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla, a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más soberbia no la hay en los anales de los pueblos libres: ni maldad más fría”.[6]
Esta fue también una de las grandes obsesiones de Fidel, evitar por todos los medios posibles un escenario que facilitara o estimulara una intervención de Estados Unidos en Cuba, que escamoteara la victoria a los rebeldes frente a la tiranía batistiana.
En los meses finales de 1958 ese peligro se hizo mayor al producirse varios incidentes, evidentemente fabricados por el dictador Fulgencio Batista y el embajador yanqui, con la intención de generar una situación que provocara la intervención de los marines en Cuba.
El primer intento tuvo lugar en julio de 1958, cuando el estado mayor de la dictadura, de acuerdo con el embajador de Estados Unidos, retiró sus tropas del acueducto de Yateritas que abastecía de agua la base naval estadounidense en Guantánamo y solicitó a las autoridades de Estados Unidos presentes en la base el envío de soldados a ese punto del territorio nacional. El propósito era generar un conflicto entre las fuerzas del Movimiento 26 de Julio y los marines yanquis, y así justificar la intervención militar. La actitud responsable, serena, y a la vez muy firme de las fuerzas rebeldes y del propio Fidel, propiciaron una solución diplomática del problema.
“La estrategia revolucionaria de Fidel hacia Estados Unidos sintetiza en gran medida todo el pensamiento y la experiencia legada por José Martí”.
Luego, para el mes de octubre de 1958, la dictadura, en su desesperación, maniobró para que la zona de Nicaro, donde estaban instaladas las plantas de níquel de compañías estadounidenses, se convirtiera en un campo de batalla que estimulara la intervención de Estados Unidos. Estos incidentes —que no fueron los únicos— y su intencionalidad serían denunciados por el Comandante en Jefe a través de Radio Rebelde.
La estrategia martiana de tomar en cuenta la correlación de fuerzas y las condiciones objetivas y subjetivas, antes de plantear abiertamente sus objetivos revolucionarios más radicales, también fue seguida por Fidel para evitar la hostilidad prematura del gobierno de Estados Unidos: “En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin”, le escribía el Héroe Nacional a su amigo Manuel Mercado horas antes de caer en combate el 19 de mayo de 1895.
Después del triunfo revolucionario de 1959 se haría aún más notoria la maestría del Líder de la Revolución Cubana para evitar cualquier circunstancia que pudiera servir como excusa a Estados Unidos para intervenir militarmente en la Isla. Dentro de la estrategia martiana de organización de la Revolución en Cuba y para la futura República estuvo la de influir políticamente tanto en el pueblo de Estados Unidos como en los propios sectores de poder en ese país. Martí hablaba de la necesidad de entrar “en la lengua y hábitos del Norte con mayor facilidad y rapidez que los del Norte en las civilizaciones ajenas”.[7]
En un extraordinario libro de Rolando González Patricio, que lleva por título La diplomacia del Delegado, el autor sostiene que Martí se propuso ganar la simpatía estadounidense, “sin la cual la independencia sería muy difícil de lograr y muy difícil de mantener”.[8] Su estrategia estaba dirigida a ganar al menos el respeto del gobierno de Estados Unidos a las aspiraciones cubanas y a movilizar el respaldo moral del pueblo de esa nación.
Como parte de ese esfuerzo, no debe dejar de mencionarse el ingreso del Apóstol como socio del Club Crespúsculo de Nueva York, institución integrada por personalidades de gran influencia en los más diversos ámbitos de la sociedad estadounidense, agrupadas en esa asociación no solo por amor a la naturaleza y a la justicia, sino para encontrar respuestas a la crisis moral, ética y política en que se encontraba Estados Unidos.
No cabe duda de que Martí vio en este Club una vía importante para llegar al pueblo estadounidense con la verdad de Cuba y buscar aliados potenciales a la causa independentista de la Isla. Y no estaba equivocado, pues meses después de la muerte de Martí, en sesión regular del 9 de abril de 1896, el Club Crepúsculo aprobó una resolución favorable a los revolucionarios cubanos, donde pedía al presidente Cleveland que los reconociera como beligerantes.
Esta capacidad de influir en la sociedad estadounidense para mostrar la realidad sobre Cuba y los nobles propósitos de la Revolución, destruyendo todo tipo de estereotipos, así como falacias construidas y repetidas hasta el cansancio por los medios de comunicación hegemónicos, fue precisamente uno de los mayores éxitos de Fidel desde que se encontraba en las montañas de la Sierra Maestra.
El líder cubano recibió a numerosos periodistas estadounidenses en la Sierra, y a través de ellos, además de asestar fuertes golpes mediáticos a la dictadura, logró trasladar importantes mensajes a Estados Unidos.
Al más conocido de todos, el periodista Herbert Matthews, del New York Times, le expresó Fidel el 17 de febrero de 1958: “Puedo asegurar que no tenemos animosidad contra los Estados Unidos y el pueblo norteamericano”. Mensajes similares trasladaría Fidel al resto de los periodistas que continuarían la senda abierta por Matthews.[9]
Mensajes conciliadores hacia el pueblo y gobierno de Estados Unidos trasladó Fidel cuando viajó a ese país en abril de 1959. Asimismo, se encargó de desmentir todo tipo de calumnias que sobre la Revolución se venían reproduciendo en los medios de comunicación occidentales y en declaraciones de representantes de la administración Eisenhower.
“Durante años el Comandante en Jefe dedicó largas horas de su apretada agenda a recibir y atender a personalidades de la política, los medios y la cultura de Estados Unidos”.
Después de producirse la ruptura de las relaciones diplomáticas en enero de 1961, el Líder de la Revolución no perdió oportunidad alguna para construir los puentes necesarios con la sociedad estadounidense y la clase política de ese país, que pudieran fomentar las tendencias favorables al cambio en la política de Estados Unidos hacia Cuba y la normalización de las relaciones.
Durante años el Comandante en Jefe dedicó largas horas de su apretada agenda a recibir y atender a personalidades de la política, los medios y la cultura de Estados Unidos.
La gran mayoría de esos visitantes regresaban a su país con una visión distinta sobre Cuba y el Líder de la Revolución, y en muchos casos se convertían en abanderados de la lucha contra el bloqueo y por la normalización de las relaciones entre ambas naciones.
Notas:
[1] Fidel y la religión, Editorial SIMAR S.A, La Habana, 1994, p. 142.
[2] Periodista mediocre y dotado de astucias perversas, fue el turbio aventurero que promovió incidentes que las fuerzas rectoras, imperialistas, de los Estados Unidos aprovecharon con el fin de desatar el conflicto que les sirvió para robarle a México más de la mitad de su territorio. Tomado de Luis Toledo Sande: “Lincoln y Cutting en una cita de José Martí”, Cubadebate, 15 de marzo de 2016 ( http://www.cubadebate.cu/opinion/2016/03/15/lincoln-y-cutting-en-una-cita-de-jose-marti/#.Wmt8WzS22sw)
[3] José Martí: Cuaderno de apuntes, no. 1, Obras Completas. Edición Crítica, Centro de Estudios Martianos, t.21, pp. 15-16.
[4] Luis Báez: Así es Fidel, Casa Editora Abril, La Habana, 2009, p. 177.
[5] José Martí: “A Gonzalo de Quesada”, 29 de octubre de 1889, en Epistolario (Compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Pla; prólogo de Juan Marinello), La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. II, p. 145.
[6] José Martí: “A Gonzalo de Quesada”, 14 de diciembre de 1889, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1991, t. 6, p. 128.
[7] Cita de Gonzalo de Quesada y Aróstegui en el volumen 6, “Hombres”, de la Colección Obras de Martí, p. 6. Tomado de: Emilio Roig de Leuchsenring. Martí, antiimperialista. Ministerio de Relaciones Exteriores, Segunda Edición Notablemente Aumentada, La Habana, 1961, p.39.
[8] Rolando González Patricio: La diplomacia del Delegado. Estrategias y tácticas de José Martí. 1892-1895, Editora Política, La Habana, 1988, p. 64.
[9] Entre el 23 y 28 de abril del propio año, el periodista de la cadena televisiva estadounidense CBS (Columbia Broadcasting Systems), Robert Taber (Bob), en unión con el camarógrafo Wendell Hoffman, realiza un reportaje que apareció el 18 de mayo de ese mismo año por la CBS. Se trató de un documental de media hora de duración titulado Rebeldes en la Sierra Maestra, cuya secuencia final fue realizada en el Pico Turquino el 28 de abril, con Fidel y Raúl al frente de los guerrilleros cantando el Himno Nacional. Al mes siguiente, el 17 de mayo, Fidel fue entrevistado por el periodista estadounidense Andrew Saint George. La entrevista apareció en la revista Look bajo el título “Dentro de la Revolución Cubana”. En enero de 1958, Fidel concedió también una entrevista al periodista Hoomer Biggart. La entrevista se publicó el 27 de febrero en el New York Times. En ese propio mes apareció en la revista estadounidense Coronet el artículo “¿Por qué luchamos?”, bajo la firma de Fidel.