José Martí: para una prensa descolonizadora
12/3/2020
Para adelantar “el bien mayor del hombre” organizó José Martí su campaña descolonizadora. Para precipitar la más “fuerte” respuesta a la pregunta que (con)centra el devenir de la nación: ¿Es posible una Cuba independiente?, que se desata aún hoy desde este otro dilema: es tan difícil imaginar una Cuba (neo)colonizada, por solventarse “moderna”; como imaginarla eternamente castigada, por anhelarse digna.
La dignidad fue el valor cultural más elevado y en torno al que articuló el organizador de la guerra necesaria su comunicación política, como lo fue en su conducta y en su hacer periodístico. “Dos conceptos hay en la vida que, bien cumplidos, nos disculpan de vivir: la dignidad e independencia propia”, escribió el joven Martí en su respuesta a un artículo de La Colonia Española.
Fue el bien común señalado por él, y asumido por la comunidad de emigrados de Tampa, el 28 de noviembre de 1891, después de aquel discurso conocido como “Con todos y para el bien de todos”. “Porque si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”.
Para alistar la vanguardia independentista fundó el periódico Patria, el 14 de marzo de 1892. En uno de los cuatro editoriales que sintetizan el programa político y periodístico del rotativo, “Nuestras ideas”, traza Martí el eje cultural, desde el que proyecta sus batallas de pensamiento. Para velar por la libertad, contribuir a la unidad y evitar que el enemigo los volviese a vencer por el “desorden”, había que socializar sentidos y significaciones, “en acuerdo con las condiciones y necesidades actuales de las Islas, y su constitución republicana venidera”.
Y para sembrar su “República moral”, también enfiló su plana contra el espíritu colonial, “la constitución colonial” que aún vivía en las “repúblicas de papel” nuestramericanas y que en la cubana impediría “la práctica pacífica de la independencia”. Mucho antes, desde el México donde se hizo periodista, escribió para la Revista Universal: “Un pueblo no es independiente cuando ha sacudido las cadenas de su amo; empieza a serlo cuando se ha arrancado de su ser los vicios de la vencida esclavitud, y para patria y vivir nuevos, alza e informa conceptos de vida radicalmente opuestos a la costumbre de servilismo pasado, a las memorias de debilidad y lisonja que las dominaciones despóticas usan como elementos de dominio sobre los pueblos esclavos”.
Por eso Patria, aun naciendo “frente al enemigo”, se propuso “explicar y fijar las fuerzas vivas y reales del país”, pero también “sus gérmenes de composición y descomposición, a fin de que el conocimiento de nuestras deficiencias y errores, y de nuestros peligros, asegure la obra (…)”. Hoy, en esta asediada república se contiende, pero la prensa institucionalizada no cumple cabalmente una de sus “altísimas misiones”, al entender martiano: ayudar a “los que gobiernan, señalando y presentando estudiadas las cuestiones que han menester más seria y urgente reforma”. “Si el gobierno yerra, se le advierte, se le indica el error, se le señala el remedio, se le razona y se le explica”.
Como nos urge, para independizar la iniciativa mediática, anticiparnos, con nuestra historiografía, nuestras estadísticas y nuestros valores, a las campañas tergiversadoras de los que invocan las libertades “para violarlas” y “de los que hacen de ellas mercancía”, los que “piensan en sí más que en sus semejantes, y aborrecen los procedimientos de justicia de que les puedan venir incomodidades o riesgos”. Comprender que la “maldad es un accidente” y “la bondad humana es esencial”, nos pondrá en condiciones de tener agenda propia, independizar nuestras estrategias de comunicación de las escaramuzas que nos imponen desde la otra orilla. Proyectar como ideas fuerzas, y motivo esencial de nuestros actos, “ser por sí” y hacer por nuestro bien común, el de los “condenados de la tierra”, el de los “bárbaros” del Sur.
Luchamos contra siglos de prejuicios asentándose, de complejos de inferioridad internalizados que nuestra alternativa, poscolonial y poscapitalista, deberá superar. Con un discurso humanista y fraternal, que trascienda el “pensamiento abismal”, que describe Boaventura De Sousa. Con un periodismo que registre los fenómenos políticos no en la cartografía competitiva y agresiva de la “prehistoria humana”, sino en otra, solidaria y virtuosa. Que aun el adversario halle en nuestros medios “más bálsamo que acero”, como pedía Martí. Porque “el arma es para herir, y la palabra para curar las heridas”.
Para el fundador de Patria la prensa ha de explicar, consensuar y reunir. Por eso le advierte Gonzalo de Quesada, en septiembre de 1892: “Ni una frase, aunque le hierva la sangre generosa, que dé derecho de herida a los egoístas o tibios, o cierre a los pecadores el camino del arrepentimiento”. En 1895, ya en camino de Cabo Haitiano, les escribe en igual sentido. A la hora “del esfuerzo común”, “el menor recelo, la menor censura, la menor lejanía, la menor reminiscencia de amargura, la menor arrogancia fratricida” debe anteponerse a la unidad de los cubanos. La gesta es demasiado grande como para desechar posibles compañeros de viaje.
Foto: Tomada de Granma
Una prensa socialista debe comunicar “conceptos de vida radicalmente opuestos” a los del capitalismo. No debe emular en el pantano de la postverdad, ni recurrir a las etiquetas para estigmatizar. Aunque enfrentemos etiquetadores con respaldo transnacional. O campañas inmorales que condicionan y hasta determinan las relaciones sociales o políticas, que criminalizan y condenan a un líder, un movimiento social o a todo un país.
En tal sentido, reclama Martí a sus colaboradores, el 10 de abril de 1895: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento. Por eso, Gonzalo y Benjamín, Patria ha de ser ahora un periódico especialmente alto y hermoso. Antes, pudimos descuidarlo, o levantarlo a braceadas: ahora no. Ha de ser continuo, sobre las mismas líneas, afirmando con majestad lo contrario de lo que se afirma de nosotros, mostrando —en el silencio inquebrantable de las personas— el poco influjo que les concedemos”. Porque “La verdad llega más pronto a donde va cuando se la dice bellamente. Y no se ha de encoger, ni de reservar, la verdad útil”.
Para el Héroe Nacional, el culto a la Patria es el culto a la dignidad y a los deberes: “Extinguido el culto a lo místico, álcese, anímese, protéjase el culto a la dignidad y a los deberes. Exáltese al pueblo: su exaltación es una prueba de grandeza”. Tan importante como informar es formar, levantar el orgullo patrio. Por eso pide a sus colegas de Patria “fomentar y proclamar la virtud donde quiera que se la encuentre”, descubrir y compartir los “heroísmos desconocidos y breves”.
Amenamente, como en la novela Entrega, y con rigor histórico, se ha de presentar a nuestros héroes. A los de las contiendas precedentes y a los de las actuales; a las mujeres y hombres anónimos que repelen cotidianamente la racionalidad instrumental del capitalismo. Pero “poca biografía larga —advertía el Maestro—, que trae mohína a la gente, a menudo superficial e ingrata”. Se requiere hacerlos paradigmáticos, frente a los superhéroes de cartón y brillo de Disney, Marvel y Netflix, y a los de glamour y “me gusta”, digo las Kardashian, Camila Cabello y Maluma.
Crear sigue siendo la palabra de orden. Crear nuevas prácticas de atribuir sentidos a los fenómenos sociales y políticos, mediante una permanente “revolución del espíritu”. El cultivo y la socialización de una cultura política emancipadora, con la asunción consecuente de nuevos valores y de una nueva sensibilidad, para lo que el periodismo cultural y la crítica artística resultan primordiales. Pero con una axiología no mimética. Con herramientas teóricas no amelcochadas de modismos, eurocéntricos y postmodernos. Con una estética “actualizada”, pero no en el cepo del mercado. Que no recicle los criterios de éxitos que nos venden las industrias culturales hegemónicas y que promueven los intelectuales orgánicos del capitalismo.
Independizarnos mentalmente transita por desintoxicarnos de esos símbolos y relatos, empaquetados como “superiores”. Destruir los mitos y fetiches que las potencias hegemónicas producen y las industrias del entretenimiento difunden. Desterrar lo que aún nos queda de la colonia y lo que nos invade desde el experimento colonizador de Miami. Descubrir y ayudar a distinguir necesidades y deseos, lo verdadero y lo aparente; lo permanente y lo transitorio, “lo natural” (martiano) y lo “naturalizado” por el (neo)liberalismo.
Pensar y escribir en clave de amor nos permitirá vencer “a las fuerzas regresivas del odio”, salir de las trampas circulares del resentimiento y de la ira, trascender el mundo de las reacciones fatales”, como nos sintetiza martianamente Fina García Marruz. Dar el “salto hacia la libertad” del que hablara Frantz Fanon. Para ello, hemos de estar con lo esencial, aunque nos toque menos de sus ventajas. Volver imaginable, creíble y movilizador, que “ser cultos es el único modo de ser libres”. Porque solo el bien esencial, el desinterés, nos coloca más allá de la búsqueda del premio o de la subordinación por miedo al castigo.