José Antonio Aponte, la música y el arte
Agradezco la invitación que me hizo el amigo Heriberto Feraudy y con el que he compartido y debatido ideas y cuestiones que atañen a la cultura cubana y en particular al negro cubano.
El acercamiento a José Antonio Aponte obedece a mi gran interés por explicar la formación de la temprana música cubana en una sociedad esclavista y colonial como la que teníamos en Cuba. ¿Cómo fue posible que negros y mulatos, desde la segunda mitad del siglo XVIII, fuesen marcando la cultura cubana como reconocieran conspicuos representante de la cultura blanca criolla como José Martín Félix de Arrate, en 1760, o, en los inicios del XIX, Félix Varela o José Antonio Saco?
A finales del siglo XVIII ya había una capa de negros y mulatos habaneros con la solvencia suficiente como para adquirir una cultura y conocimientos parangonables con los de los criollos blancos. La alta calidad artística y técnica de los músicos negros de finales del XVIII se debía a que estaban en condiciones de comprar instrumentos, por el ejemplo, pianofortes —de lo cual nada se dice— que costaban tanto como un esclavo, como lo consigna El papel periódico de la Havana. Zuleica Romay fija su atención sobre un hecho relevante: los libros de Someruelos y los de Aponte demuestran “simetría entre sus lecturas”;[1] es relevante porque uno representa la élite y el otro, supuestamente humilde, pertenece a los de menos ingresos. Esto es importante. Poner en duda si los leyó o no, es poner en duda su formación demostrada en las respuestas a los policías que lo interrogaban.
Los músicos, pintores, escritores o escultores negros habaneros de finales del siglo XVIII estaban creando una de las culturas más originales de América, uno de cuyos frutos es la contradanza habanera que da paso a la habanera vocal que conquistó el mundo. La trascendencia de lo dicho implica que su calidad no se mide por los cánones europeos. Cuestión que se proclama, pero no se siempre se aplica. Yo me pregunto ¿hasta qué punto la versión de las autoridades coloniales, minimizando los valores humanos y artísticos de José Antonio Aponte, continúan permeando la evaluación que de él hacemos? Siempre se habla de la conspiración, de la lucha por abolir la esclavitud, pero ¿dónde está el hombre? María del Carmen Barcia es, quizás, quien más claro definió una decisiva faceta: “Aponte era un artista, no sólo por su trabajo en tallas de madera, una de las cuales dio nombre a la calle en que vivía, por la magnífica imagen de Jesús Peregrino que decoraba el dintel de su puerta, sino por sus pinturas que hoy calificaríamos como naif”.[2] Quizás, más que el naif del llamado “aduanero” Rousseau, la descripción de los cuadros con las figuras superpuestas me sugieren los del pintor de la vanguardia rusa Marc Chagall. La envergadura intelectual y artística de José Antonio Aponte, algunos investigadores la reducen a “inquietudes” o a su “curiosidad”. Otros ni siquiera la mencionan. Diversas investigaciones revelan los altos quilates intelectuales de Aponte plasmados en su artefacto, el Libro de Pinturas del que muchas veces se evita hablar. Él, junto a otros, confirman la existencia de una intelectualidad negra y mulata de la cual solo se menciona su condición pequeñoburguesa. Esa intelectualidad es cubana y defiende la cubanía. Es contradictorio que se reconozca su acción libertaria e independentista y no se haga énfasis en su cubanía, sino en su africanía. Como si fueran excluyentes.
El arte sin historia y la historia sin arte, no reflejan la realidad de los seres concretos que vivieron en un momento determinado del devenir de las sociedades. La música como uno de los elementos definitorios de la identidad cubana, desempeña un papel importantísimo en la formación de nuestra identidad cultural. Pero no en abstracto, en concreto es la música creada por negros y mulatos cubanos transculturados. Así lo acredita Cirilo Villaverde en su Cecilia Valdés. El baile, si se me permite la metáfora, es un personaje más de la novela: él describe tres: uno de cuna, otro de la alta sociedad negra y otro de la blanca. En todos están presentes compositores e intérpretes negros, entre ellos Ulpiano Estrada, Tomás Buelta y Flores y Brindis de Salas Monte. Además, en las paredes de los Gamboa cuelgan cuadros de Vicente Escobar. Y, un dato más, Cecilia nace en 1812.
“Los músicos, pintores, escritores o escultores negros habaneros de finales del siglo XVIII estaban creando una de las culturas más originales de América, uno de cuyos frutos es la contradanza habanera que da paso a la habanera vocal que conquistó el mundo”.
Abordo el estudio de esta importante figura de nuestra cultura proponiendo una aproximación desde el ángulo que vengo exponiendo porque, pienso, arroja una luz diferente a su trascendencia. José Antonio Aponte es una de esas figuras —otra es, para mí, Nicolás Ruiz Espadero— que plantean retos intelectuales y preguntas que sirven para evidenciar la complejidad de la cultura cubana y las tareas pendientes que se deben abordar. Nuestro amigo, Pedro de la Hoz en reciente artículo señalaba: “Invisibilizar el problema, minimizarlo, postergarlo, pensar que está resuelto, que no ocupa un plano prioritario equivale a reproducirlo en la conciencia común”.[3] Estoy convencido de que la música compuesta e interpretada, en el siglo XVIII, por negros y mulatos cubanos —coetáneos de Aponte— es discriminada por ignorancia y/o desidia. Un ejemplo: Manuel Saumell, cuya cubanía nadie pone en duda, pasa como padre de la contradanza habanera (a propósito, una de ellas sirve de introducción al programa Mesa Redonda), sin embargo, antes que él ya músicos negros y mulatos —de los que nadie habla ni interpreta, ni se enseñan en las escuelas de música—dominaban la vida musical y componían contradanzas exquisitas, muy reconocidas en su momento. Esos negros, euronegros o euroafricanos cubanos, también actuaban en los teatros y conciertos de música europea. Uno de ellos, Ulpiano Estrada, nacido en 1777, dirigió en La Habana las óperas de Rossini, La italiana en Argel, en 1817, y Tancredo, en 1818, y, ese mismo año, Don Juan de Wolfgang Amadeus Mozart.
Antes de seguir, quisiera definir el concepto euroafricano o euronegro. Estos son aquellos individuos de ascendencia africana y que independientemente de estar en pleno dominio de la cultura e identificados con muchos de los valores europeos, en el caso nuestro, hispanos, están integrados en una determinada sociedad, pero eran distintos. En el caso de Cuba, eran cubanos; en el de Colombia, colombianos, etc. A pesar de ello, siguiendo al sabio don Fernando Ortiz, ellos no se desafricanizaron totalmente. La historia lo demuestra. En la definición de Moreno Fraginals falta esa precisión, pero coincido él:
“Muy importante el concepto componentes euroafricanos. […] Esos componentes son los negros y mulatos que adquirieron la cultura hispana y están integrados de tal modo que llegan a ser catedráticos, sacerdotes, pintores, músicos al servicio de la cultura hispana, pero distinta. […] La nueva cultura euronegra americana, contradanza habanera, lundú modiña, no fue marginada o rechazada. Al contrario, se convirtió en signo de identidad de esas sociedades”. [4]
Parafraseando a Moreno Fraginals, se puede afirmar que la música creada, reproducida y recreada por los músicos negros y mulatos cubanos es asumida por los criollos blancos y sirvió “como recurso de cohesión del grupo dominante, y mecanismo de poder”.[5]
“La música como uno de los elementos definitorios de la identidad cubana, desempeña un papel importantísimo en la formación de nuestra identidad cultural. Pero no en abstracto, en concreto es la música creada por negros y mulatos cubanos transculturados”.
Sin dudas, existían dos grandes contradicciones en la sociedad colonial: una era amo-esclavo y la otra, los hacendados criollos y la metrópoli. Las dos se complementan y no pueden separarse. De ocurrir tal error, no se podría explicar la conspiración de Aponte ni su libro; el arte de los artistas negros y mulatos y la lucha por la abolición de la trata y la esclavitud de los negroafricanos.
Los vínculos que pudo haber tenido Aponte con los músicos negros cubanos de finales del siglo XVIII e inicios del XIX vale la pena estudiarlos no solo desde el punto de vista de las relaciones personales, sino como parte de una comunidad de intelectuales cubanos. Aponte, así como los músicos, escritores, poetas, pintores, maestros, pertenecían al selecto grupo de personas cultas, letradas. Podríamos decir, que pertenecían a la llamada ciudad letrada, concepto introducido por Ángel Rama. Pero no exactamente a la que él definía como defensores de las clases hegemónicas, suerte de intelectuales orgánicos de la colonia. Alejandro Grimson o Alejandro Gortazar lo matizaron incluyendo a los disidentes como a José Martí. Yo incluyo a José Antonio Aponte, y diría parafraseando al amigo Felipe Pérez Cruz, que aquel es el primer intelectual orgánico cubano de la causa de la justicia social e independencia. De ahí que no me desagrade decir que ellos pertenecieron a la ciudad letrada en lucha contra los poderes hegemónicos. Es muy importante considerar a estos artífices de nuestra cultura como intelectuales CUBANOS. Y Aponte y su libro son la evidencia palmaria que lo son con su conspiración independentista y de transformación social cubana. No lo hace en tanto que lucumí, que lo es, sino en tanto que cubano. Por eso se puede entender que perteneciese tanto al Cabildo Shangó Tedum y ser Ogboni, como a la cofradía católica, apostólica y romana de San Joseph que estaba en el convento e iglesia de San Francisco de Asís y fuese devoto de la virgen de los Remedios. Porque en Cuba, como en Haití, la Revolución encabezada por negros, no era africana, era haitiana y en Cuba, cabe suponer, sería cubana, no africana. Sentencia Heriberto Feraudy: “Maceo no pidió nada como negro y sí como cubano”.
“Los vínculos que pudo haber tenido Aponte con los músicos negros cubanos de finales del siglo XVIII e inicios del XIX vale la pena estudiarlos no solo desde el punto de vista de las relaciones personales, sino como parte de una comunidad de intelectuales cubanos”.
Partiendo de las anteriores consideraciones, nos podemos hacer las siguientes preguntas en relación con el contenido del Libro de Pinturas recogido en el expediente incoado a raíz de su detención: ¿a quién iba dirigido el libro? ¿Qué buscaba? ¿El énfasis en la doctrina cristiana etiópica buscaba convertir a los esclavos con creencias africanas en sincréticos? ¿Instruía en la doctrina de una Iglesia parecida a la de los amos, pero que no era la misma, al contrario, era anterior? La respuesta yo la encuentro al hacer la misma pregunta en relación con la música que acabamos de escuchar. Indiscutiblemente iba dirigida a un público que entendiese el mensaje. Y por eso, cualquiera que fuese ese público no dejaría de ser cubano. Elías Entralgo afirma que Aponte “tenía un exacto conocimiento de la verdadera situación intelectual y cultural de los que continuaban bajo esclavitud”[6] Zuleica Romay cita a Matt Childs quien, basándose en los datos personales de los detenidos e interrogados en la causa de Aponte, asegura que, de los 329 individuos con estatus jurídico conocido, el 78% eran esclavos y el 22% libertos, y que del 78%, 71% eran bozales. En Haití ocurría algo parecido: el investigador John Thornton, citado por Juan Antonio Hernández, sostiene que, en vísperas de la revolución haitiana, dos tercios —casi la misma cantidad— de los esclavos eran analfabetos y habían nacido, crecido y socializado en África. [7]
Por lo tanto, es muy probable que los bozales nada supieran del contenido del Libro… de Aponte: héroes, dioses y semidioses mitológicos griegos; de la reina de Saba y el rey Salomón; del Génesis, de cardenales, de la Ilíada y la Odisea, de Egipto, de la historia de la africana Etiopía y sus vínculos con la religión católica y el Vaticano; del Preste Juan y los “Caballeros de San Antonio” en Abisinia, del Faro de Alejandría y la biblioteca del Papa en Roma. Asimismo, de la etiopianidad cristiana que ya venía siendo una corriente afrocristiana en España desde el siglo XVI defendida por el negro catedrático Juan Latino (1518-1596), dicho sea de paso, mencionado en el Quijote de Miguel de Cervantes.[8] Los interrogadores le preguntaron a Aponte de dónde había la información sobre los religiosos etíopes y Aponte les contestó que lo había escuchado “a un negro cuyo nombre ignora”, recién llegado de España. Volviendo al poema de Juan Latino, escrito en latín, él argumenta el mejor derecho que tienen los etíopes sobre los españoles porque son cristianos antes que ellos ya que el primer converso de la Biblia es un negro eunuco.
En mi opinión, el Libro, como las contradanzas compuestas e interpretadas por negros y mulatos cubanos, iba dirigido a aquellos que, como Aponte, tenían los conocimientos y la cultura para estar a la par del mensaje ya fuesen “de color” como blancos. Me viene a la memoria el caso del matrimonio de los pardos Cristóbal Carques y María Josefa Flores, que vivían en la misma calle Cuba que la familia Ruiz Espadero.[9]
¿Qué tipo de cultura le podemos atribuir? podemos preguntarnos: sin dudar diría que la cubana, porque la cubanía de Aponte en su lucha política e intelectual, como la de la músicos negros y mulatos cubanos, se transformó en cubanidad con las guerras de independencia. En el caso de la música, la transformación de la contradanza habanera en danzón. Esta fuerza intelectual, tanto como la conspiración era manifestación de la cubanía que alarmó a los españoles: una nueva cultura que asomaba cargada de acción revolucionaria. Pensemos en el destierro de José Antonio Saco por defender la Academia Cubana de Literatura. El pensamiento también se castiga.
La actividad de estos intelectuales se explica porque La Habana era una de las ciudades más importantes de América, no solo como ciudad-puerto, sino como uno de los astilleros más importantes del mundo, donde se construyeron los buques más grandes de entonces. Circulaban libros, personas, ideas, noticias, por lo tanto, la información que poseía la intelectualidad negra era algo más que la de los artesanos u obreros calificados que se mencionan. Así lo acreditan, Aponte con su Libro de Pinturas o los músicos como Ulpiano Estrada (1777-1847), Tomás Buelta y Flores (1798-1851), Brindis de Salas, reconocidos sus valores artísticos por Felipe Pedrell; Brindis de Salas Monte (1800-1872); pintores como Vicente Escobar (1762-1834); poetas como Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, (1809-1844) y Juan Francisco Manzano (Matanzas, Cuba, 1797-1853). Dicho sea de paso, muchos de ellos milicianos igual que Aponte. De los escultores se tienen menos noticias, aunque se sabe que el obispo Espada depuró las iglesias de las esculturas de bulto de los cubanos para sustituirlas por europeas. Linda M. Rodríguez y Ada Ferrer apuntan: “Durante la vida de Aponte, las élites blancas buscaron recuperar las artes visuales de manos de los artistas negros que dominaban el campo. Como tal, los artistas negros del período colonial a menudo no son suficientemente analizados en las historias del arte sobre esta época”. [10]
Opino como el Dr. Torres-Cuevas: “Cierta historiografía puso el acento en el barracón, que si es el aspecto más deshumanizado de la esclavitud, ocultaba el importante papel que en las ciudades tenían estos esclavos [los urbanos] en la coloración de la cultura, de los hábitos, de los comportamientos sociales y del sincretismo de creencias”. Yo voy más lejos: no se le ha prestado la debida atención a la intelectualidad negra y mulata libre que contribuyó de manera muy notable a definir la cultura cubana.
En conclusión: A finales del siglo XVIII-inicios del XIX existía una pequeña burguesía negra integrada por familias cultas, letradas, que adquirían conciencia de sus valores y de su pertenencia a la sociedad habanera. Hay que agregar su participación en la defensa de esta tierra desde el siglo XVIII. No eran ni españoles ni africanos, eran cubanos. La fuerza que tenían no solo era económica, también social y cultural pues, como denunció Saco, dominaban las artes y por lo tanto definían la nacionalidad defendida por aquel. Esta música creaba una vinculación causal basada en sentimientos de pertenencia a una sociedad que no era la española, era la cubana, o para ser más exacto la afrohispanocubana. José Antonio Aponte actúa y se proyecta no como andaluz o castellano, tampoco como lucumí, sino como cubano. De ahí su complejidad. Como compleja es la cultura cubana que abarca un espectro amplísimo de influencias culturales. Por eso Aponte era tan peligroso, porque podía aglutinar a los esclavos y a los letrados. Con el auge económico, político y cultural del negrocubano, se llegó a la crisis de 1844, cuya simiente estuvo en la conspiración de Aponte. Su vinculación y ejemplo entre los músicos tuvo su expresión entre los represaliados en 1844 —como Buelta y Flores o Brindis de Salas— acusados de pertenecer a la llamada Conspiración de la Escalera.
Para terminar, quiero referirme a la terrible y horrorosa imagen de la cabeza de Aponte encerrada en la jaula: era la cabeza pensante y culta y por ello muy peligrosa de un negro cubano que había que encerrar. El mensaje era: ¡Prohibido pensar!
Notas:
[1] Romay, 2019, p. s/n.
[2] María del Carmen Barcia: “Paradojas de una revolución: repercusión en Cuba de la insurrección haitiana”. Catauro, Revista Cubana de Antropología, Año 5, No.9, enero-junio de 2004, p.96. Citado por Romay, 2019.
[3] De la Hoz Pedro. “Un decenio después ganancias y vacíos”. Granma, 21 de marzo de 2024, p. 6.
[4] Véase: Moreno Fraginals, 1999, p. 46.
[5] Moreno Fraginals, 1999, p. 47.
[6] E. Entralgo, La liberación étnica cubana, La Habana, 1953, p. 25. Citado por Yacou, 1988, p. 55, nota 53.
[7] Hernández, 2006, p. 43. La traducción es mía. C. T.
[8] Véase el epígrafe dedicado a ello en mi libro: El euroafricano. Su presencia en la cultura europea en los siglos XVI al XVII, Editorial Huygens, Barcelona 2023.
[9] Se casaron en 1752. María Josefa Flores heredaba de su tía paterna, Gertrudis, que no tenía descendencia, una casa en la céntrica calle Cuba, no. 151, esquina a Obra Pía. Barcia, 2009, p. 358. La familia Carques-Flores pertenecía a las élites mulatas de la sociedad habanera, lo cual se evidencia en su decisión de dejar al comandante Pedro Menéndez, individuo de gran prestigio, de igual manera condecorado por sus hazañas militares y sucesor de Antonio de Flores, en la dirección del Batallón de Pardos de La Habana, como albacea de sus hijos y bienes (Barcia, 2009, p. 359). La importancia económica de este Cristóbal Carques era tal que era acreedor del mismísimo Capitán General, Juan Manuel Cagigal. Cristóbal falleció en 1801 (Barcia, 2009, p. 360).
[10] Rodríguez, Linda M. y Ferrer, Ada, 2019, https://archipelagosjournal.org/issue03/ferrer-rodriguez.html
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