“El cine documental cubano siempre ha sido revolucionario, en el amplio sentido de la palabra. Desde sus presupuestos estéticos y éticos lo ha sido, y después de 1959, además, ha acompañado a las voces menos visibilizadas y al proceso social en sí. Ha sido un cine de vanguardia, aun cuando no pocos temas de nuestra realidad poco o nada se abordaron en un momento y hoy emergen, desde distintos puntos de vista”.

Así se expresó el cineasta e investigador Jorge Luis Sánchez durante el conversatorio que reabrió las puertas de La Casa del Festival en La Habana para retomar su espacio mensual Cine Club Festival, el pasado viernes 31 de marzo.

El reconocido realizador e investigador Jorge Luis Sánchez lidera el conversatorio de antesala a la proyección del documental Una manera de existir, producido por la Televisión Serrana.

Cada encuentro, guiado por una temática específica dentro de nuestro cine, incluirá también una proyección. En esta ocasión fue elegido el documental Una manera de existir, de Lenia Sainiut, producido por la Televisión Serrana y merecedor del Gran Premio en la XX edición del Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez In Memoriam.

Jorge Luis Sánchez, autor de los libros Movimiento cubano de cine documental (Ediciones Icaic, 2009) y Romper la tensión del arco. Movimiento cubano de cine documental (Ediciones Icaic, 2010), es además un connotado realizador de obras de este género (Dónde está Casal; El Fanguito; Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce, aún; Nunca será fácil la herejía; Dentro de cincuenta años y Cero en conducta, entre otros), así como de largometrajes de ficción (El Benny, Cuba Libre, Irremediablemente juntos y Buscando a Casal).

Jorge Luis Sánchez es autor de varios libros sobre el cine documental cubano, así como de varios documentales y filmes.

Fundador de la Federación Nacional de Cine Clubes de Cuba, Jorge Luis Sánchez prefirió hacer una especie de viaje desde el pasado y hasta el presente para recordar hitos del documental en el país, figuras representativas del género y reflexionar en torno a las demandas que el público posee en la actualidad, con respecto a la producción y la existencia de espacios para la proyección de obras de este tipo. 

En una entrevista fechada en 2014, quien también presidiera la Muestra de Cine Joven del Icaic durante 8 años, expresó que “a pesar de existir el Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez In Memoriam, donde mejor salud tiene ahora mismo el documental cubano es en la Muestra Joven del Icaic (…) porque este es un género que no se puede asumir con cansancio, tiene que ser una revelación, tiene que existir una gran pasión, una realidad que te sacuda para expresarla desde el punto de vista documental. Al parecer son los más jóvenes los que están al frente en estos momentos. También está el ejemplo de Suite Habana en que Fernando Pérez, un cineasta reconocido, nos entregó este filme magnífico. Su talón de Aquiles está en su exhibición, que no llega al público como debe llegar para ser apreciado como merece”.

Justamente durante el conversatorio se insistió en la necesidad de crear y mantener un espacio que permita exhibir la documentalística cubana, no ya sólo la televisión que, en definitiva, coloca determinadas obras en su programación, según intereses de otra índole.

“El cine documental cubano siempre ha sido revolucionario, en el amplio sentido de la palabra. Desde sus presupuestos estéticos y éticos lo ha sido, y después de 1959, además, ha acompañado a las voces menos visibilizadas”.

El pedagogo —siendo esta su primera disciplina estudiada— abundó en el cine documental cubano antes de 1959, mencionando a Jocuma o El Cabo de San Antonio (1955) y La cooperativa del hambre (1957), de José A. Sarol. De manera especial, se refirió a El Mégano con estas palabras: “realizado por Julio García Espinosa con la colaboración de Tomás Gutiérrez Alea, quienes además fueron sus guionistas junto a José Massip, digamos que es el principal antecedente de un cine con conciencia social y artística, por su carácter surrealista, para lo que se hizo después de 1959”.

Luego agregó “Esta tierra nuestra, de Tomás Gutiérrez Alea; La vivienda y Sexto aniversario, de Julio García-Espinosa; y Construcciones rurales, de Humberto Arenal, son ejemplos de esa obra inicial como parte de un proceso que quería mostrar el sentir del pueblo al calor de lo que se construía y no dejar de recoger los sucesos y hechos del mundo contemporáneo. Posteriormente el Noticiero Icaic Latinoamericano narraba los principales acontecimientos en el país y en el extranjero, por iniciativa de Santiago Álvarez, quien ha trascendido como un referente imprescindible del cine documental cubano, aunque no el único”.

Sánchez mencionó además a Oscar Valdés, a Nicolás Guillén Landrián, a Bernabé Hernández, a José Massip, a Humberto Solás, a Héctor Veitía, a Octavio Cortázar y a Sara Gómez, y justo hubiera sido que también nombrara a Néstor Almendros, a Manuel Octavio Gómez, a Rogelio París, a Sergio Giral, a Alejandro Saderman,a Enrique Colina, entre otros muchos.

“Fueron osados… —añadió—. Aquellos primeros documentales de nombres que hoy son referencia obligada en nuestro cine fueron atrevidos, arriesgados. Ellos, sus directores, se arriesgaron en lenguajes y elementos cinematográficos a partir de lo que los estándares clasifican como defectos, quizás. Muchos críticos etiquetaron la década del 60 en Cuba como la época de oro del documental cubano, y hasta cierto punto es lógico porque los inicios siempre son marcadamente atrevidos, además de que el contexto condiciona inquietudes creativas distintas. Sin embargo, los años 70, 80, 90 también reúnen obras importantes, tanto en formato de cortometrajes como de largometrajes”.

En poco tiempo es imposible hablar con toda la profundidad requerida sobre la obra cubana en torno al documental y a sabiendas de ello, Sánchez intentó no omitir lo más representativo, “como Suite Habana, donde Fernando Pérez mezcló magistralmente también los códigos estéticos del cine de ficción, y que merece ser analizada en tanto marcada obra de autor”.

“Muchos críticos etiquetaron la década del 60 en Cuba como la época de oro del documental cubano (…)”, dijo Sánchez.

Quien se iniciara en el Icaic como asistente de dirección en filmes como Baraguá, Clandestinos, Un señor muy viejo con unas alas enormes y El verano feliz de la señora Forbes, dedicó unos minutos en su conversatorio a hablar de la Televisión Serrana, “apurándome en el tiempo, obviando tantas cosas, pero consciente de su importancia aunque no la mencione”.

Partiendo de esa herencia de Santiago Álvarez es que surge en la década del 90 este proyecto que, aunque se denomina televisión, mucho ha apoyado la realización de documentales para cine, a partir de la iniciativa de Daniel Diez. “Es una consecuencia o una continuidad del legado de Santiago, con una línea propia de trabajo y reafirmándose como el canal identitario más poderoso que esa comunidad del Oriente cubano posee”.

Es la Televisión Serrana la voz de una región, y se empeña en acompañarla en sus procesos sociales, económicos, artísticos y en general, existenciales. “Ha sido un acertado proyecto que tendrá mucho que contar a lo largo del tiempo”, concluyó Jorge Luis Sánchez

“Es la Televisión Serrana la voz de una región”.

Antes de la proyección del documental Una manera de existir, el cineasta Pablo Massip deseó enfatizar en aquella producción documentalística que ha aportado tanto a la obra del género en el país desde los Estudios Cinematográficos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (ECITVFAR), los Estudios Cinematográficos de la Televisión e incluso la Cinematografía Educativa del Ministerio de Educación (Cined), que hasta los años 90, eran los otros productores mayoritarios de documentales en Cuba. “No solo hubo didactismo en esos trabajos, y buenos ejemplos los tenemos con Ernesto Daranas y Alejandro Gil, que partieron de esas experiencias y que hoy muestran una obra artística importante”. Asimismo, compartió su preocupación en torno al hecho de que no pocos de las nuevas generaciones desconocen gran parte del cine cubano, o solo conocen la que, quizá, es la más mencionada o referida. Tomó como ejemplo una vivencia personal que lo inundó de gran asombro al encontrarse a una persona que desconocía, por ejemplo, El Ñame, de Enrique Pineda Barnet.

“Eso es lo que sucede cuando, entre otras razones, no disponemos de un espacio fijo para la difusión de toda la obra cubana en cuanto al género documental. Un cine cualquiera que pueda elegirse puede convertirse en ese espacio, y producción cubana hay suficiente para que la cartelera se mantenga viva. Tanto se ha hecho en materia de documental en el país que merece ser visto y aprendido, además de lo que va haciéndose en la actualidad”.

El público asistente disfrutó entonces durante 33 minutos del documental acreedor del Gran Premio en la XX edición del Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez In Memoriam, que a la razón del jurado (Alejandra Guzzo, de Uruguay, como presidenta, y los otros dos miembros: Roberto Rivero Ramos y Luis Abel Oliveros, ambos de Cuba) lo recibe “por la sensibilidad con la que aborda una historia de vida singular, que ocurre en las montañas de la Sierra Maestra, y por la particular agudeza con la que construye un documental a partir de un testimonio, haciendo uso de la riqueza del lenguaje audiovisual…”.

Enhorabuena vuelve el espacio mensual Cine Club Festival en La Casa del Festival en La Habana.

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