Fotografiar quiere decir grabar con luz.

Desde los largos días de Daguerre, en los que solo podíamos conservar la imagen en la pintura y apareció entonces la fotografía, la personas, las cosas y el mundo iban a nuestras retinas una vez, y se grababan allí y las borraba el tiempo. No había instantáneas. Un cuadro requería del abuso del color y el paciente retoque del pincel. La foto apareció con el fogonazo de magnesio. Y apareció la posibilidad de un nuevo arte, una manera de capturar la luz y convertirla en imagen sin violar los códigos de la naturaleza, sin alterar la realidad a la manera de aquel cuadro, “Almuerzo sobre la hierba”, en el cual el pintor, para realzar la belleza de la mujer desnuda, y de los caballeros que la rodean, coloca dos focos de luz como si la naturaleza tuviera dos soles.

“He aquí una transición hacia las formas más complejas de la imagen gráfica, donde (…) los contrastes entre luz y sombra y el uso original de las tonalidades del blanco y negro, imantan un mundo propio que viene a nosotros como un misterio, como una revisión de nuestros antiguos conceptos de belleza visual”.

Ahora, en cambio, cuando ya sabemos que la fotografía no es la realidad, nos abrimos al arte para pintar con luz, para dibujar los contornos y el espacio de los seres humanos y la naturaleza de las cosas. Jesús Lara Sotelo realiza esta misión, graba con la luz, pinta con luz, seduce con la luz en una muestra original que puede ser gráfica, realista y absurda, en un juego perenne entre el arte, la tecné, la posibilidad de crear un mundo propio, autorreferencial, con los recursos de la composición pictórica en la fotografía.

He aquí una transición hacia las formas más complejas de la imagen gráfica, donde los velos, las gasas, las sobreimpresiones, los contrastes entre luz y sombra y el uso original de las tonalidades del blanco y negro, imantan un mundo propio que viene a nosotros como un misterio, como una revisión de nuestros antiguos conceptos de belleza visual.

Aquí la belleza no está en lo que se muestra, sino en lo que se oculta. La transparencia y la opacidad colaboran a la vez para crearnos planos visuales que ya no obedecen a las antiguas líneas de fuga, planos que dejan de ser nítidos para desintegrarse en diversos matices, en varias oquedades a la vez. Una mujer es ella y su máscara visual, es ella y sus velos contiguos, es ella y las tonalidades del negro blanco gris. Aquí la realidad del fotógrafo interviene en la imagen, la cual no es capturada solamente, sino capturada y tratada después a la manera de una pintura.

Pasamos así al absurdo de una realidad reflejada en el lente y transformada después, una especie de realidad virtual que suple el espacio que antaño ocupó la imagen gráfica con su autoridad tomada por el lente, por la clara grabación de la luz. Ahora la autoridad es otra, rebasa la lógica de la composición fotográfica y no le dice al espectador, “yo soy el que soy”, como pudo decirle el Señor a Moisés desde su refugio maravilloso en el tabernáculo. Ahora más bien le dice “Yo soy lo que puedas expresar de mí”.

“Aquí la realidad del fotógrafo interviene en la imagen, la cual no es capturada solamente, sino capturada y tratada después a la manera de una pintura”. Foto: Tomada del Facebook del artista

Por fin ha terminado el monopolio de lo real para establecer de una vez el misterio de la modernidad. Aún más: la convicción de que podemos crear otra realidad también con imágenes reales, con la manera de como organicemos la luz, su reflejo, sus contornos, en la fotografía. La muestra de Lara lleva al paroxismo esta nueva interrogación que el artista le hace a los medios expresivos. Ahora no es la instantánea, el instante feliz en el que el fotógrafo se regocijaba, ya fuera aquel fogonazo sobre Edmundo Amorós, en la serie mundial de 1958 cuando el atleta se levanta sobre sus pies y desde el aire captura la bola antes de que vuele sobre la cerca, o aquel otro instante capturado por Korda de esa imagen icónica del Che. No. Ahora el arte del fotógrafo se sustenta en la composición, en la creación de una realidad paralela, en el empaste de la luz sobre la tela o el papel para darnos la sensación del lienzo, y más aún, la sensación de un mundo que revela entonces lo que esté velado gracias a  ese arte en el que colabora la mirada del artista, la focalización, la distancia, el contraste interno de la luz, la composición estética y esa hiriente interrogación que se nos hace desde un fondo irreal imaginado por nosotros mismos.

“Por fin ha terminado el monopolio de lo real para establecer de una vez el misterio de la modernidad”.

Esta es una muestra feliz que incluye la fotografía en movimiento, que divide al menos en dos partes el espacio artístico, que colabora con el espectador para crearle diversos niveles de realidad en una muestra no estática de un universo fotografiado, pintado, enmascarado, que no elude la desintegración sino que se apoya en ella para darnos la visión posible de nuestros anhelos de belleza y amor, de nuestros miedos, aun de nuestros abismos, y quizás lo más importante, de nuestra inserción en el misterio de la modernidad, en ese salto al vacío que significa colocarse en la vanguardia de la expresión plástica para que el alma de nuestros sueños siga viviendo aquí y ahora, en este claroscuro infinito, en este absurdo de otra realidad, y en esta realidad de nuestras vidas, en la belleza, en el empeño más fructífero de nuestra verdad.

*Palabras de apertura de la Exposición personal Absurdoclarocasinegro, del Maestro Jesús Lara Sotelo, en la 15 Bienal de La Habana. Galería Casa de la Poesía, la Habana Vieja.

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