Jerarquización del arte: Al César lo que es del César (I parte)
27/6/2018
¿Existe coherencia entre la legislación vigente para el pago al talento artístico y el alcance y el valor real de cada obra? Escambray le toma el pulso al asunto de la mano de prestigiosos intelectuales del territorio
En tiempos en que no pocas de las propuestas recreativas y artísticas sufren del síndrome de la banalidad, urge cumplir con un concepto de larga data en el mundo cultural: la jerarquización del arte. En pocas palabras: urge reconocer y potenciar aquellas obras y creadores que ya han demostrado con un trabajo sólido y coherente ser dignos representantes de nuestra cultura.
Mas desde hace un tiempo, la realidad espirituana evidencia que existen desafinaciones en la comprensión de ese término. Ausencia de algunas voces legitimadoras en espacios significativos, pagos desequilibrados entre creadores, inexistencia de un mercado del arte que sea realmente selectivo, predominio de tarifas obsoletas para abonar las obras artísticas… marcan el ritmo de este fenómeno.
Para comprender el dilema, que según todas las voces consultadas trasciende a Sancti Spíritus, Escambray dialogó con numerosos artistas e intelectuales reconocidos en el panorama cultural de la provincia y promete regresar con el criterio institucional la semana próxima.
Y es que la jerarquización artística tiene un rol fundamental en la configuración de los procesos culturales e influye en toda la acción del ser humano, de acuerdo con Rigoberto Rodríguez Entenza (Coco), multipremiado escritor.
“No se trata de una jerarquía en el término de la persona, pero sí hay una obra artística que tiene más valores que otra. Al reconocerlos y potenciarlos, hacemos una lectura de la sociedad. Para ello, es imprescindible la red institucional, diseñada de forma acertada, solo que si su personal no tiene las competencias profesionales idóneas comete deslices significativos”, explica.
Por su parte, Juan Eduardo Bernal Echemendía (Juanelo) detiene sus reflexiones en la responsabilidad de la crítica para reconocer los valores de las creaciones.
“El orden se establece de acuerdo con el grupo de patrones que determinan los presupuestos estéticos. Es un proceso muy complejo, pues muchas veces por una actitud egocéntrica somos incapaces de percibir quiénes son los que deben estar realmente en los espacios. Si la crítica de arte no desempeña su papel, ya sea por compromiso u otro factor, entonces se daña al creador y al público. Afortunadamente, en Sancti Spíritus, a diferencia de otros lugares, no creo que exista una manipulación sobre la obra de arte y el artista”, refiere.
Por potenciar el trabajo de los creadores aboga Laudel de Jesús, director de Cabotín Teatro.
“Hacia donde la crítica ponga sus ojos, deberán mirar los máximos decisores para ayudar y favorecer las producciones. Por suerte, el teatro espirituano tiene una ubicación de privilegio con respecto a otras provincias, ya que la mayoría de sus proyectos tiene sedes y estrena, por lo menos, una obra al año. Considero que el proceso de jerarquización y atención a personalidades ha avanzado, pero es perfectible. Por ejemplo, no puedo permitir que si nos visita una agrupación como El Público no se le atienda como se debe. Por eso, nuestro grupo se involucra junto al sistema institucional en ello”.
Pero existen múltiples ejemplos que confirman que han debido sortear obstáculos para lograr esa merecida atención.
“Ahí es donde está lo gelatinoso y subjetivo del asunto, ya que depende de los intereses, conocimientos e importancia que los decisores le concedan a la propuesta artística”, refiere.
Incongruencias Cotidianas
La única doctora en Ciencias Literarias en Sancti Spíritus, Yanetsy Pino Reina, sufre en carne propia cada vez que se obvian los criterios y sapiencias de la membresía del Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y la filial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), organizaciones que agrupan a las vanguardias artísticas.
“En la actualidad, la economía incide notablemente en los intereses culturales. Eso provoca que muchas veces no se privilegie en los contratos a quienes realmente lo merecen”, acota.
Desde hace varios años, el Ministerio de Cultura legalizó resoluciones que hoy establecen el pago a los artistas y, por tanto, su protección. Sin embargo, el diarismo espirituano evidencia sustanciales malas interpretaciones o puestas en práctica a conveniencia de esas disposiciones.
“Una de ellas en el mundo de los escritores es la Resolución No. 35, la cual estipula como pago mínimo 120 pesos en moneda nacional por la comunicación pública de las obras literarias. No establece una cuota máxima, por lo que en la mayoría de las ocasiones no se tienen en cuenta las competencias, según el currículo y la obra de cada escritor, para traspasar los 120 pesos”, agrega la Premio Casa de las Américas 2018.
Para Gustavo Ramos, director por dos décadas de la Casa del Joven Creador, de esa forma se desestimula y no se legitima.
“Es inaudito que un profesional con grados científicos, libros, premios nacionales e internacionales sea remunerado como uno que recién comienza. El conocimiento tiene un precio”, opina.
También existe inequidad en los pagos entre las propias manifestaciones.
“La Resolución Conjunta 1, que respalda a los músicos, sí estipula cifras mínimas y máximas. Por tanto, no resulta un escándalo pagarle a un grupo 25 000 pesos y sí 1 000 a un Premio Nacional de Literatura”, añade Pino Reina.
Por su parte, Carlos Manuel Borroto, director de Magaly y su jugada, agrupación evaluada con el máximo nivel que se confiere en su manifestación artística, no sabe cuándo culminarán las desigualdades de sufragio.
“Se ha querido confundir oportunidad con jerarquía. A veces se habla de problemas económicos, pero lo que hay es que poner el dinero en el lugar justo. ¿Por qué desembolsar una cifra significativa, solo por la popularidad? Además, se les sigue dando el espacio que deberían ocupar los profesionales a quienes aún no lo son, en busca de abaratar los costos”, refiere.
En el banquillo de los desempleados
El tema económico es mucho más complejo para el movimiento de artistas de la plástica, según la experiencia de Antonio Díaz, el Pintor de la Ciudad.
“Estamos en el banquillo de los desempleados. No tenemos una buena galería en Sancti Spíritus para comercializar nuestras creaciones. Mediante la Uneac ya no se puede y el Fondo Cubano de Bienes Culturales funciona si un diseñador de interiores se interesa por una pieza tuya. En el 2017, en Cuba no vendí ninguno de mis cuadros. Eso ha propiciado que muchos artistas decidan emigrar y otros apuesten por el mercado de cara al Turismo en Trinidad, que ya para mí implica una desvalorización vergonzosa”, sentencia.
Este tema también desvela al presidente del Comité Provincial de la Uneac, Marco Antonio Calderón, quien resguarda, en las últimas actas de las reuniones de las filiales, algunos de estos análisis.
“Me preocupa qué podamos estar fomentando en las nuevas generaciones, a quién querrán parecerse: al payaso Tato, que actúa en un Círculo Social, casi sin condiciones, o al reguetonero, lleno de cadenas, al que le damos bombos y platillos. Con excepción de Fomento y Cabaiguán, los municipios no ubican en sus presupuestos la atención a escritores y ya se eliminaron los premios con pago monetario de los concursos artísticos”.
Me preocupa qué podamos estar fomentando en las nuevas generaciones, a quién querrán parecerse.
Foto: Carlos Luis Sotolongo
¿Qué ha hecho la Uneac al respecto?
“Denunciar cada ejemplo negativo y lo seguirá haciendo, acompañado del Partido. Pero Cultura sola no puede. Les toca al Gobierno y su red de instituciones y organismos tomar cartas en el asunto”, asegura.
Sin dudas, un tema álgido que urge una mirada holística, guiada por las voces más experimentadas:
“Hay que abrir mucho más los espacios para no reiterar propuestas. Tenemos que ser lo suficientemente activos, visibles y creíbles”, opina Juanelo.
“Cuando no jerarquizamos incumplimos con el concepto de Fidel presentado en Palabras a los intelectuales y, por lo tanto, incidimos en la construcción de una sociedad sin un orden en los principios que la sostienen y los procesos culturales que, igualmente, la sustentan”, concluye Pino Reina.
En síntesis, jerarquizar es otorgarle “al César lo que es del César”.