Imágenes y sonidos que se leen

Norberto Codina
18/12/2018

En 1992, hace la friolera de 26 años, tuve el primer contacto con Arturo Sotto, —más con la obra que con la persona— al integrar el jurado que le otorgó el premio Caracol de la UNEAC a la mejor dirección, por su cortometraje: Talco para lo negro, filme que sería su primer paso reconocido dentro del audiovisual cubano. Desde entonces, y a lo largo de su trayectoria como director de ficción y documentales, se me fue revelando una estética que, más allá de gustos y preferencias y de los riesgos propios del oficio, nos mostraba una inteligencia y una voluntad creativas con un sello muy propio.

En eso fue consecuente el otro Sotto, el escritor y futuro colaborador de La Gaceta de Cuba. Esto lo llevaría a vincularse con la revista, tanto que concluimos sería una buena adquisición para sumar a nuestro consejo editorial. La plenitud de ese vínculo se produjo cuando nos presentó el proyecto de un grupo de entrevistas para publicar en el transcurso de un año (2008), como homenaje a los primeros cincuenta del ICAIC. Al final, el proyecto, el entusiasmo y la capacidad de trabajo del entrevistador nos desbordaron, a pesar de nuestra implacable tijera de editores y la elemental limitación de espacio para tanta historia que contar. Entonces conveníamos agrupar esas colaboraciones de indiscutible interés y convertirlas en un volumen que se dio a conocer por el medio siglo de la emblemática corporación cinematográfica cubana. Diez años después celebramos la aparición de la segunda edición, ampliada con otros diálogos, un par que adelantamos igual en las páginas de nuestra publicación, y otros que aparecieron en un espacio natural como la revista Cine Cubano. Como su predecesor, este es un título que compartimos gracias a Mercy Ruíz, su equipo editorial, y que debe estar aplaudiendo desde el Olimpo de los ateos el recordado amigo Pablo Pacheco, que mucho tuvo que ver con aquel primer libro.

Por estos diálogos transitan y se privilegian productores, directores de fotografía, sonidistas, directores de arte, además de representantes igualmente principales en la dirección de animados, la música, la edición, la asistencia de dirección, el trucaje y la memoria del cine cubano; en particular esa que se ha ido atesorando en una institución que es orgullo de la cultura cubana. El lector conocerá a través de estas entrevistas, junto a los ya consagrados, un conjunto de artistas, técnicos y especialistas, todos creadores de primer orden, que por lo general tienen menos visibilidad que los directores y los actores. Sus testimonios nos darán a conocer las historias más divulgadas, y no por eso mejor conocidas, y otras menos difundidas, algunas hasta casi olvidadas, salpicadas todas de un delicioso anecdotario que nos hace “ver y oír” en sus palabras muchas de nuestras películas y momentos capitales de una zona significativa de la cultura cinematográfica cubana.

Aunque aquí aparecen, entre otros premios nacionales, un músico excepcional y un par de notables directores —vale señalar la memoriosa entrevista a Manolo Pérez—, una singularidad de este volumen es dar visibilidad a los menos favorecidos por la marquesina; como cualquier indagación que se respete, ojo avizor con los llamados márgenes o silencios en la cultura, al menos esa ha sido la intención de este conjunto de testimonios. Se habla de lo más y de lo menos público en la ejecutoria de los fundadores, pero en esas voces, y sobre todo en la de quien les interroga, percibimos también la presencia de las promociones más nuevas, y de las huellas que ha ido dejando el paso sucesivo de las distintas generaciones.

Sotto logra capturar en el diálogo, que entrevistador y entrevistado tejen tal como si lo hicieran con una lanzadera, la trama de esas existencias consagradas al cine, el espíritu de una época, el retrato de sus protagonistas, y el saber de los oficios y profesiones, en el que no se dejan fuera los contratiempos, aventuras, incomprensiones, celos profesionales, contradicciones. Pero por encima de todo, va quedando decantada la generosidad y la total entrega, el sentido de pertenencia, la pasión y creencia en lo que se hace de este grupo de trabajadores de nuestro cine. Con razón la dedicada estudiosa María Eulalia Douglas, (Mayuya) resume en este volumen esa tradición y ese compromiso que tomó cuerpo desde los primeros años. El ICAIC fue un proyecto de la Revolución que se colocó en la vanguardia de la cultura cubana y que fue, en ciertos aspectos, una Isla dentro de otra Isla. Cuentan que cuando a alguien del ICAIC le preguntaban: “¿dónde tú trabajas?”; respondía: “yo soy del ICAIC”.

Las entrevistas que fueron apareciendo en su mayoría en La Gaceta, aunque amplias y enjundiosas, son en la generalidad de los casos, por elementales limitaciones de espacio y exigencias de edición, —tal como ocurre en el cine— versiones reducidas de las originales, a las que ahora el lector podrá acceder íntegramente en este libro. Obra que considero imprescindible para el cabal conocimiento de una institución nacida junto a la Revolución, y que ha escrito, —no obstante momentos de contradicciones y de amargas experiencias— como toda obra humana con sus luces y sombras —y aquí el cine y la realidad vuelven a mezclarse—, un capítulo esencial del diseño cultural revolucionario.

Dura tarea la de hacer cine en las condiciones de un país pobre, bloqueado e históricamente contaminado con los estereotipos del cine comercial, en medio de un proceso complejo y muy contradictorio de confrontación ideológica e intentos tendenciosos por imponer determinadas escuelas estéticas, surgidas de manera orgánica, o trasplantadas de experiencias ajenas no muy felices.

Sotto va adentrándose en las claves de la personalidad de sus entrevistados. Logra que el diálogo se convierta en un reflejo de sus más íntimos resortes, lo mismo a lo largo de toda la conversación, que en breves y reveladoras aseveraciones, como ocurre cuando acota al final de su conversación con el director de fotografía Raúl Rodríguez: “y aquí se detuvo la grabadora por falta de baterías, pero Raúl siguió hablando sin percatarse de la interrupción, porque cuando se desata a hablar de cine no hay Dios que lo contenga”.

Cuando debatimos dos o tres opciones de título para esta serie de entrevistas que se publicarían en La Gaceta, decidimos adoptar, primero con reserva, pero después con total convencimiento, la propuesta del autor de Conversaciones al lado de Cinecittá [1]


Cubierta del libro Conversaciones al lado de Cinecittá. Foto: tomada del sitio de la UNEAC

 

Con él se hacía un triple guiño: a la dirección del Instituto, a la pizzería —cita frecuente del público asiduo a la Cinemateca y de los trabajadores del ámbito cinematográfico, una tertulia imprescindible de esos años— y a los estudios de Roma asociados con algunos de los principales fundadores del nuevo cine cubano. Además, en esos años seminales en que el cine de la Isla estableció, tanto en conceptos como en realizaciones, vasos comunicantes con la estética neorrealista que van a nutrir legítimamente la búsqueda de una voz propia y emergente.

Director y/o guionista de cerca de una veintena de cortos, medios y largometrajes, entre documentales y ficción. Sotto, igual devenido en narrador literario, se nos presenta de nuevo como un excelente autor de entrevistas. Para él, y para todos los aquí reunidos resulta válida —se siente en cada una de sus preguntas y comentarios, en las respuestas y en los silencios— la conclusión a la que llega con uno de los entrevistados, al intercambiar con el reconocido productor Camilo Vives: “y cuando escribo ‘vida’ lo hago en toda su significación, porque para los que amamos la magia sibarita de la sala oscura, el cine es la vida. […] y hay amores y procesos que son irrepetibles”.

El saldo de este libro hace valedera la rotunda y certera afirmación que puede enarbolar como suya cada uno de los nombres públicos y anónimos que desfilan por estas cuartillas: “nosotros somos el ICAIC”. Sin duda, este libro constituye una referencia en su nueva e indispensable versión, —gracias reiteradas a la voluntad de Ediciones ICAIC— para el investigador del porvenir. Por eso nada mejor que la voz en off de Arturo Sotto para concluir esta evocación de imágenes y sonidos que se leen:

Conversaciones al lado de Cinecittá (…) se propone honrar, reconocer, significar la labor, el espíritu de una Institución y un sentido del arte; un apego y un compromiso de pertenencia que se diluye en medio de tanto bullicio económico, desidia, también de renovación, o simplemente del saber adaptarse a las nuevas circunstancias. Un mirar a lo hecho sin la inercia que anida en la contemplación, un reto que dialogue con lo metafórico de una frase que leí, no hace mucho, de un sabio cubano: “nuestra nostalgia de la futuridad”.

Tomado del sitio de la Uneac


Notas:
[1] Arturo Sotto. Conversaciones al lado de Cinecittá (edición ampliada) Ediciones ICAIC, 2018.