Imágenes de un Cristo & Memorias del cuerpo
26/12/2018
El “hombre desnudo” no existe, ya que no hay individuo que no lleve el peso de su propia memoria sin que esté mezclada con la sociedad a la que pertenece.
Joël Candau
Encontrarse en esta ciudad es tradición. El motivo de hoy es la confirmación, sin evasivas, a la convocatoria hecha por un ser especial que cree y ha practicado la sentencia martiana: “la lealtad de los amigos (…) es almohada cierta”. Hablo de Jorge Luis Cristo (1966), diseñador cubano nacido en Cienfuegos, hijo adoptivo de Matanzas, residente temporal en Madrid y domesticado, según Saint-Exupéry, únicamente en esta tierra bendecida por el mar, los ríos, conexa entre puentes y poemas.
En mi caso, el primer acercamiento lo debo a otro amigo entrañable, quien llegó a casa un día del año 1989 y me habló de un joven venido de Cienfuegos que se instalaría en la ciudad. A este amigo que trajo la noticia mi madre lo llamaba Urbanito (Urbano Martínez Carmenate), y al recién llegado, que felizmente se instaló, lo llamaba Crisco, por esa incontrolable costumbre de cambiar o achicar los nombres con la ternura inmensa que invariablemente irradió. Ya no podemos preguntarle el origen de su forma de apodarlo porque como “ébano de luz”[2] su dimensión es ahora de protección y no de palabras.
El apellido Cristo, en el momento de aparición en el contexto matancero, causó revuelo y no faltaron los equívocos. Aún recuerdo lo sucedido a Sergio Roque Ruano, el hombre que hace nacer de su pincel-costilla una legión de cuerpos que abrazan los espacios que habitan. Roque necesitaba localizar a Cristo con urgencia para un asunto de trabajo y salió pasadas las 10 de la noche en misión de “exploración y captura”. Le indicaron pasar el puente de Tirry e ir a una de las casitas que se ubican a la derecha, próxima a la bajadita, ya en territorio de Pueblo Nuevo. Tocó una puerta y, después de dar las buenas noches con esa educación que lo caracteriza, preguntó: “¿Es esta la casa de Cristo?”. No le dejaron excusarse por el horario inapropiado, no le fue posible pronunciar palabra alguna, porque tocó en la puerta equivocada y la única respuesta que recibió fue: “Esta es la casa de Fidel, váyase pal c…”.
La presentación de Urbano resultó el inicio de una amistad que desencadenó otras presentaciones, sueños, trabajo, el privilegio de usar en ocasiones especiales y también en el cotidiano la piel que Cristo crea para otros. Al usar sus diseños siempre fabulo con llevar las energías que él impregna a cada pieza y no la apariencia asumida desde la individualidad.
No renuncio a la teoría molineriana de la imagen del hombre,[3] imagen que este diseñador hace resaltar indiscutiblemente, pero hay mucho más. Concordemos con que velar, cubrir, resguardar o proclamar las sensaciones del cuerpo eso tiene otros anales.
Transitar con los diseños de Cristo es proclamar que “el cuerpo se percibe como un universo en pequeño”, si se opta por los presupuestos del legado africano que este artista respira desde que tomó la decisión de involucrarse con la matanceridad. Indica “recuperar y exonerar de toda culpa el cuerpo”. A partir de las inclusiones, el reacomodo de las matrices culturales deja fluir las medidas, las tallas, tienen un único patrón para los proyectos, es la responsabilidad de ponderar la visualidad de las mutaciones transhistóricas del cuerpo, en tanto portador de la simbología cultural que se significa.
Entonces la excelencia de su desempeño se confabula para desarticular las miradas incisivas de quienes en nombre del colonialismo cultural rebautizado de tendencias híbridas y simulacros de marca pretenden enjuiciar quiénes somos, qué pensamos, qué sentimos y hasta a quien amamos.
Aunque nunca ha dejado de sentirse un mortal discípulo de los referentes icónicos de la moda, tampoco olvida que es Jorge Luis Cristo Ramos, miembro de la ACAA y de la UNEAC, defensor del diseño como uno de los ejes directrices de la existencia. No hay vanidad en esa conceptuación. Sin ambages deja ver su vocación humanista al ponerse al servicio de los empeños aglutinadores. Él sabe al dedillo que fundar y participar “con todos y para el bien de todos” continúa siendo una práctica que no alcanza la plenitud en la que hay que continuar insistiendo.
En la inauguración de la muestra en la sede de la ACAA en Matanzas, el artista junto a Ercilia Argüelles Miret
(profesora de la Universidad de las Artes). Fotos: Cortesía de la autora
La moda y la fotografía es de las fusiones que desborda fijeza en las historias del arte y del diseño. Hacer resistencia y perpetuar lo efímero encuentra en la fotografía un arma poderosa. Los anuncios de sombreros publicados en el lejano siglo XIX abrieron las puertas al consorcio empático que se produce entre la gestualidad fugaz del cuerpo, la prenda que se exhibe y el tiro que eterniza la idea hecha diseño.
Lo trascendente del impacto hecho por los amigos convencidos y confesos de la fuerza expresiva de la moda de Cristo es uno de los pretextos de este encuentro. A ellos pertenece también esta velada.
Ramón Pacheco: De quienes algunos creen que solo capta el lado oscuro de la realidad por mantener la seña escrutadora tras la lente, no error, su aguda visión lo lleva a ir siempre al frente anunciando lo que mañana será aclamado, preservando lo que nunca será recuerdo porque permanece vigente. En dueto con Cristo más de una anécdota delata situaciones a favor de nuevas proposiciones que pudieron ser tildadas de irreverentes o desmedidas.[4]
Carlos Enrique Vega Fernández (Carlucho): Del modelo seductor a la metáfora accionó el obturador de su cámara a puro antojo luego de elegir el objetivo con intuición deslumbrante y la precisión derrochada por los experimentados. Carlucho fue un sobresaliente discípulo de Mañach en eso del choteo cubano. Su pérdida solo puede entenderse como un suceso desgarrador en tanto su vida fue un álbum de regalos para todos.
Abigail González: En una zona de su obra se deleitó al sugerir el goce del erotismo con la inocente discreción del que no ha dicho nada y sugiere casi todo. Sus fotos han visualizado “los paños” de este Cristo, redentor de muchos, al sacralizar el uso de tejidos, hilos, botones, tintes, con mucho rigor para no pecar de solo convertirse en el Munch de las tendencias.
Igual que los amigos antes señalados por ser productores de subjetividades, narradores de imaginarios, edificadores de sueños realizados se hace mención a: Fernando Arencibia, Adversy Alexis Alonso, Carlos Manuel Fentes, Marilú Lazo, Juan Antonio Carbonell, Lilian Padrón, Rolando Estévez, Zenén Calero, Rolando Zaldívar, Luis Octavio Hernández, Ramón Recondo, Idanea Álvarez. Una relación exhaustiva sería algo extensa.
Ellos conforman una nómina que se distingue por la transgresión aportadora, por facilitar la apertura de la matanceridad a la universalidad. Y eso los hace asumir los retos y derivaciones de la liminalidad como el Cristo que nos congrega. En consecuencia, se han sumado al gremio, de los que salen a caminar por las tardes con una inmensa alegoría en la solapa. Solo que a algunos se les extravía la mirada en la solapa y no pueden ver las esencias que los guían encarnadas en la begonia[5] del poeta, en el clavel[6] del cantautor, en la gardenia[7] de Raquel, en los nardos de Carilda y en las azucenas [8]de Cristo.
Testimonios de su multiplicidad creativa fueron constatados en los adversos noventa del siglo pasado, inicio de la época, no periodo especial con las consecuentes etapas de escaseces, privaciones, las crecientes deslealtades, fragmentaciones y dualidades que no fenecen. En todos estos años la resiliencia y el arrojo fueron constantes en las diferentes esferas de la sociedad y los artistas confirmaron que el arte es visceral a la presencia humana y eso lo hace posicionarse con todo el ímpetu imaginable además de transmitir mensajes y edulcorar intenciones.
Justamente ese fue el contexto en el que la respuesta de Cristo estuvo marcada por un arrollador espíritu y quehacer fundacional que se expresó en producciones compatibles en tanto la distinción por la calidad de los resultados, en la diversificación de las líneas de trabajo en función de diferentes públicos y consumos.
A dos años de iniciados los noventa, Cristo quedó poseído por la obra de la pintora de Ritos, Casas y Güijes, animó a los güijes propios y presentó esta colección Revés Derecho, hecha con el Telarte[9] de una hija ilustre de Carlos Rojas: Minerva López (1934).
De la colección Revés Derecho, hecha con el Telarte de Minerva López.
Como casi todo lo que rompe esquemas y anuncia algo supuestamente discordante, el proyecto y la colección misma tuvo detractores de la oficialidad en la persona de una directiva de la ACAA de ese momento. En cambio, la autora recibió la colección con beneplácito porque se convertía en la representación, de originales múltiples en textil, de su peculiar figuración. Veía irrumpir las imágenes propias en las pasarelas de un artista creativo que diversificaba la visualidad de su poética en sincronía con la acción de dimensionar los caminos del diseño.
A 26 años de aquella muestra, se conocen los juicios de admiración provocados por el tiempo y la comprobación de ser un hecho artístico de absoluta validez. Atesoro también el vestido hecho con el diseño del artista tunecino Mahadaoui (1937), resultado igualmente de la edición VI de Telarte. La producción de este artista está identificada dentro de los destacados calígrafos-artistas árabes actuales. Los trazos estampados en toda la obra realizada rinden tributo al trazado esencial de su lengua materna. Cristo realza la referencialidad caligráfica con la propuesta de un vestido tan sencillo como autentico para cualquier reclamo de concurrir con medida prestancia.
Vestido hecho con el diseño de Telarte del artista tunecino Mahadaoui (1937).
Las ediciones de Telarte resultaron ser una alternativa ante las carencias de tejidos para confecciones del cotidiano, entiéndase vestuario, ajuares domésticos, en las líneas de decoración de centros gastronómicos, algunos centros de salud, y de igual forma para asistir a conclaves de ocasión. Cobró una intensidad mayor el presupuesto del arte al servicio de la vida. Un producto supuestamente efímero, fue resignificado por Cristo para permanecer en imágenes que enaltecen a los autores y los logros de una época.
También a partir de 1992 trabajó con intensidad en el Taller de Reproducciones Textiles Polisol creado bajo el auspicio de la Industria Poligráfica. Retomó en las condiciones cubanas de esa década la destreza de los tejidos entintados. Además de diseñar, dirigió toda la producción de los entintados y la confección diseños con fuerte acento juvenil con todos los requisitos para nuestro cálido clima. Las colecciones hechas en ese taller gozaron de gran aceptación entre los públicos cubanos y extranjeros que consumieron los diseños de las tiendas de Publicigraf.[10]
Sin tomar descanso y al unísono con el encargo de Publicigraf, creó en 1994 un grupo de modas, Cristofashion–show. La ciudad de Matanzas, los primeros hoteles de la cadena Sol–Meliá en Cuba: Sol Palmera, Meliá Varadero y Meliá Las Américas fueron espacios de presentaciones del grupo, que asumió como discurso la dimensión performática, cuya presencia esta vez se hizo efectiva por el uso de la “espectacularidad”, en tanto categoría estética, solo que el derroche de imágenes se produce en una escala de adecuación donde la moda se involucra con la trama estructurada por la cultura al servicio del turismo en Cuba.
Incursiona en el diseño editorial en el año 1995. Realiza diseños para la colección San Juan, de Ediciones Vigía: el Pergamino Anochecer en Matanzas para la autora Nayris Fernández y el libro Memorias de las puertas, de la autora Gisela Baranda Pérez.
Casi al cierre de los glosados noventa, los artistas matanceros continuaban en producción ascendente a prueba de no permitirse concesiones. Aunque conscientes que la legitimación del “centro” nos es la condición sine qua non para la existencia del auge. Resultó de mucho regocijo que en el año 1997 les fueran otorgados a los matanceros William Hernández Silva (Colón, 1971) el Gran Premio de la V edición del certamen la Joven Estampa, convocado por la Casa de las Américas, y a Manuel Hernández Valdés (Limonar, 1943), la Medalla Pablo Picasso, otorgada por el Consejo Mundial de la UNESCO, durante el FIART 97.
Para Cristo, el 1997 es el año en que decide dar cumplimiento a una invitación de la TV española. Viaja a Madrid, ciudad que lo acoge y acepta. Si bien el espíritu cosmopolita constituye a los cubanos tanto como el humor, no fue para tener “un había una vez” que viaja hacia el encuentro de una cultura, que más que cercana es componente esencial de la nuestra.
En 1999 instaura un taller propio que produce, comercializa, y con el cual continúa su superación, toma cursos libres y asiste a instituciones especializadas en el diseño. Después, en pago, imparte adiestramientos en predios académicos del nivel superior, dígase el Instituto Europeo de Diseño y en la Universidad Politécnica de Madrid.
Los diseños madrileños fueron bien diversos. No faltaron los encargos sugerentes, los connotados por el cristo-glamour, los hechos a favor de las tradiciones.[11] Produjo sin distinción para: novias,[12] azafatas,[13] para el Musical Fama de la TV española, para la cantante Massiel, participó en más de una ocasión en la Semana de la Moda de Madrid, en fin, su presencia fue connotada. Con madurez y sin el menor atisbo de megalomanía sobrevivió y sí disfrutó los destellos de una sociedad donde el señorío de las imágenes marca tendencias y aúpa deseos.
La nostalgia como invariante frente a la pérdida del mar siempre aterriza e invade cada resquicio del aliento que lucha por persistir. Permaneció en España por 12 largos años, sin dejar de trabajar, y dando lo mejor de sí como acostumbra. Meditó entonces sobre la intensidad eurocentrista del contexto madrileño que lo había integrado, no por gentileza, sino por el talento y la capacidad creadora.
En la inauguración de la muestra en la sede de la ACAA en Matanzas.
Con el olfato entrenado por la profesión[14] de la cual se tituló en primera instancia abandona Madrid y regresa a la ciudad-nutriz en 2012. Matanzas entendió que no tenía que recibirlo porque antes había decidido no declarar la partida, fue solo apoyarlo en la distancia y esperar los días de la vuelta.
El propio año 2012 marca otra etapa de trabajo para Cristo y en cada nuevo proyecto ha contado con el apoyo de todos los amigos de siempre, a la vez que se han sumado otros, en particular Juan Carlos Jiménez Huerta, con quien realiza los entintados. Juan Carlos también aporta de su autoría elementos en cerámica, fundamentalmente bisutería, que se integran a los diseños de Cristo. Por su parte, Leslie Loyola Roque se incorpora a la nómina de fotógrafos antes citados.
En Antropología de la memoria (2006), Candau afirma “El archivo recuerda el olvido, y naturalmente, el crecimiento de la conservación no hará otra cosa que reforzar el sentimiento de la pérdida”. Contrariamente, Cristo ha fracturado este pensamiento y nos convocó sin intención de bordar estrategia alguna, porque en el discurso y la movilidad de su producción simbólica no hay olvido y mucho menos pérdida.
Con las armas del diseño ha sido un luchador activo de las causas en favor de los más elementales derechos del ser humano, así recibió la ciudad su expo personal Paz,[15] acción manifiesta en oposición a la guerra contra Irak. La calidad de vida de las sociedades actuales, y en especial la cubana, es otra de sus preocupaciones, por lo que se empeña en hacer un llamado a la autorreflexión sobre dos temas álgidos en las dinámicas de hoy: la necesidad del cuidado del medio ambiente y el consumismo desenfrenado con evidentes signos de continuidad ilimitada, es el mensaje de 100% cubano 2019[16], de su más reciente colección.
Estamos aquí porque somos parte de la pasarela de sensibilidades que nos ha entregado este Cristo. Se aprecian dominios y también ciertos demonios, se fomentan lealtades, sacrificios y se exige pródiga laboriosidad.
Cada uno de nosotros exhibe aquellos contrastes que como lluvia pertinaz nos han acariciado o nos han golpeado el rostro, lo hacemos por el sentimiento que abriga la inmanencia de la “almohada cierta” y con las crónicas de los cuerpos semidesnudos, porque aún restan múltiples sucesos por acaecer, de la historia que emplazará la obra de Jorge Luis Cristo en los sitios de mayor visibilidad y persistencia de la memoria viva.
Estas confesiones brotaron muy cerca del Quibú, río también marianense, que trasporta mis pensamientos a las aguas del San Juan en el permanente deseo de llegar a casa, hoy hemos hecho un alto a solo unos pasos del abrazo de Ochún y Yemayá, porque estas orishas quieren decirle a Jorge Luis Cristo cuanta fe tienen en él, entiéndase en su modo de hacer y ser la moda. Además de transmitir el mensaje de un espíritu de poesía que asevera la imposibilidad de que Cristo pueda ser borrado “con una esponja de vinagre en un cárdeno minuto”, porque él también va a quedar como “los milagros que no pasan”.
Enjundioso y detallado análisis. Una lectura e interpretación singular desde un válido cuerpo teórico. Interesante!!!!!