René Alejandro Noa García expone en la Galería René Valdés Cedeño, de Santiago de Cuba, su primera muestra personal: Ilumíname madre, uno de los momentos más atractivos y al mismo tiempo, relevantes, del programa de la recién concluida 43 edición del Festival del Caribe. La Galería ─que prioriza en sus salas la obra de reconocidos artífices del arte cubano; recién expuso el maestro Nelson Villalobos— le abrió sus puertas luego de haber merecido, con la pieza “En busca de Arturo”, escultura de bronce realizada a partir de la cera perdida, el Gran Premio del II Salón de Arte Contemporáneo, que se celebró del 2 al 6 de octubre de año pasado.

¿Qué hace relevante esta exposición, no solo en el panorama santiaguero, sino nacional? En su joven carrera, Noa (nacido en esa ciudad en 1987) articula su obra no solo a partir del tema mariano, de la devoción por la Virgen, aún más por la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, como lo sugiere el propio título de la muestra y muchas de sus piezas, entre ellas “En busca de Arturo” o “La persistencia de la fe” (pieza con la que obtuvo el Premio Colateral del Centro Provincial de las Artes Plásticas en el I Salón de Arte Contemporáneo, en 2022). En cambio, ahonda en la espiritualidad, en la relación Nación, identidad y fe. Y lo hace con mano de orfebre, mediante un procedimiento complejo y con no muchos exponentes en el panorama nacional: el bronce a la cera perdida, proceso que necesita dominio, profesión, oficio y mucha habilidad.

René Alejandro Noa articula en sus creaciones el tema mariano y la devoción por la Virgen de la Caridad del Cobre.

Noa elabora moldes a partir de un prototipo modelado en cera, como es tradicional en este procedimiento escultórico desde sus inicios en la antigüedad (los sumerios, hindúes, chinos, mesoamericanos e incas la desarrollaron casi de forma paralela). Esto le permite, por su textura dúctil, modelar con más facilidad o añadir y/o quitar elementos de la composición final. Así va creando sus “ensamblajes”, las piezas que le permiten ir componiendo sus sugerentes esculturas a partir de la creación de diferentes moldes provisionales, de los elementos que añaden una continuidad discursiva a su relato, antes del siguiente paso, que sería la aplicación de capas de un material maleable refractario (escayola o arcilla) que pueda resistir la acción del fuego sin alterarse.

Aquí es importante —como se evidencia en sus piezas— el trabajo con los llamados “clavos”, “bebederos” y “respiraderos”: los primeros utilizados para sujetar el núcleo; los segundos, canutos de papel encerado que atraviesen el molde y permiten que, al derretirse la cera en el proceso de fundición, esta salga por ahí y por el orificio principal, donde se vierte el bronce; mientras que los “respiraderos”, ya en el proceso de fundición, facilitan la salida de aire, asegurando que no queden impurezas (burbujas, restos de cera) que lastren el resultado final. Es —mucho más de lo que hemos intentado explicar— un proceso complejo, arduo y costoso, que puede demorar, ya en fundición, muchas horas, incluso varios días, en dependencia del tamaño de la pieza. Luego de desmontado y destruido el bloque de material refractario, el artista debe trabajar la figura resultante, que suele poseer imperfecciones, texturas ásperas y porosas; para ello se deben cortar los “bebederos” y también limar, pulir y abrillantar la superficie de la pieza.

René Alejandro ahonda en la espiritualidad, en la relación Nación, identidad y fe. Y lo hace con mano de orfebre, mediante un procedimiento complejo y con no muchos exponentes en el panorama nacional. 

Las obras de Ilumíname madre —y he aquí uno de sus grandes méritos— son verdaderas piezas de orfebrería en las que técnica y concepto van de la mano. René es un escultor puntilloso con los detalles, algo que le posibilita la propia cera perdida: la imaginería religiosa, los artilugios de la fe, sus símbolos… han sido “labrados” con dominio y soltura, con elegancia y cuidado. Las formas brocadas de sus mantos, los múltiples ornamentos de sus piezas, los rostros y querubines que las integran, componen un territorio fantasioso y posible, surrealista y enigmático; como un viaje, gracias a sus composiciones, por los caminos de la devoción y la vida.

Cuba —acaso la persistencia en el tiempo y la memoria de la isla, su peso, como ese sátiro que en la escultura “La fuerza de gravedad” levanta su carga— resulta un elemento unificador de las búsquedas de René Alejandro: espiritualidad, fe, Nación e identidad hacen posible las formas de Noa. Así las siluetas metálicas de la isla coronan “El arca” o encontramos su contorno (o la isla atravesada y erguida) en las piezas de la serie “Reflejos”; o como base “pétrea” en “En busca de Arturo” (ese lugar en el que, como espada de Excálibur, se hunde la fe).

Ilumíname madre (…) es solo el primer paso, pero un primer paso ya firme y sugerente”.

Sus obras —desde las honduras de la transculturación; encontramos unos pocos caracoles cauri— también anclan las metáforas del sueño, el viaje y la partida; los remos y las llaves… Hay misticismo y al mismo tiempo sugerencia, su poco de sensualidad y mucho de las tantas interrogantes que, frente a sus piezas, acaban abriendo las posibilidades de la polisemia. Ilumíname madre incluye “Edén”, en la que además de la pieza en bronce a la cera perdida, añadió partes en cera, como muestra de un proceso; de la misma manera que la instalación, en paredes paralelas en la Galería René Valdés, pertenecientes a la serie “Súplica”, en las que trabaja el cristal, la cera, la propia imaginería religiosa, entre otros elementos… Sus obras son, de alguna manera, puertas a las posibilidades del futuro, en el que se inscriben ya la mirada de Noa, quien es profesor de Escultura en la Academia de Artes Plásticas “José Joaquín Tejada” y de Cerámica artística y utilitaria en Arquitectura y en Historia del Arte, en la Universidad de Oriente.

Sigamos atentamente la obra visual de René Alejandro Noa García. Ilumíname madre, abierta por tres meses al público en la Galería René Valdés Cedeño, de Santiago de Cuba, es solo el primer paso, pero un primer paso ya firme y sugerente, ya con la mirada del orfebre preciosista que al mismo tiempo sugiere y pregunta, a él mismo y a los demás. Sus esculturas en bronce a la cera perdida, sus instalaciones, darán mucho de qué hablar no solo en esta exposición, sino en próximas que serán puertas abiertas a otros recorridos por su trabajo. Sigamos atentamente a René Alejandro: su mirada se abre paso en el panorama del arte contemporáneo cubano a través de un procedimiento milenario —y en ello radica precisamente la puesta en valor de este y su contemporaneidad— con la singular fuerza que emanan la belleza y la inteligencia de sus piezas.