Los colores, estilos y todas las riquezas juntas de nuestro folclor se dieron cita en el teatro América los días 15 y 16 de abril, en una gala homenaje al Maestro de generaciones Domingo Mariano Pau Despaigne por sus seis décadas de fecunda vida artística. La Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Raúl Gómez García y Veinticinco años de labor ininterrumpida en el Sindicato de la Cultura, entre otros premios y reconocimientos, avalan el intenso quehacer artístico de este consagrado bailarín y coreógrafo que completó su formación profesional en el Conjunto Folclórico Nacional.
Asegura que durante su niñez y adolescencia nunca asistió “a una escuela para estudiar técnicas danzarias. Aprendí a bailar en las fiestas de santos que frecuentemente se celebraban en mi natal San Miguel del Padrón. En ellas los toques de los tambores y los cánticos religiosos de aquellos improvisados coros, me instaban a mover armoniosamente los pies y en consonancia con los movimientos corporales de los bailadores más experimentados, aunque formados de manera empírica”.
Con su impresionante humildad rememora igualmente que sus primeros pasos en el mundo de la danza fueron como aficionado, a partir de una convocatoria divulgada por la Dirección de los Comités de Defensa de la Revolución. “Me presenté y para mi gran asombro el jurado, después de una evaluación rigurosa, me había incluido entre los ganadores”.
Le aguardaba a partir de ese momento una vida plagada de éxitos, pero no exenta de sinsabores y de muchos sacrificios. Una huella imperecedera dejó su paso por el grupo de aficionados Kalunga, perteneciente a la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). Y no menos relevante fue su decisivo aporte, junto a un grupo de jóvenes del grupo Kalunga interesados en el rescate y preservación de nuestras raíces culturales, en la creación del grupo Patakí, del cual es uno de sus fundadores; además de la entrega total de todos sus conocimientos para la formación de nuevas generaciones de bailarines que integran esta y otras agrupaciones representativas de la herencia cultural legada por los africanos.
Asimismo cada rincón del teatro América atesora las conferencias magistrales, los talleres impartidos, las incontables escenografías para las más diversas producciones artísticas y, en general, los vastos saberes de este incansable Maestro cuyos aportes a la enseñanza de danzas y bailes ancestrales no cabrían, ni siquiera la mitad de ellos, en dos textos como este.
“Mi vida artística ha estado marcada felizmente por la presencia de talentosos maestros que enaltecen las artes escénicas y la cultura nacional”.
¿Cuándo llega al Conjunto Folclórico Nacional?
Entré a esa emblemática agrupación exactamente el 18 de septiembre de 1976. Recuerdo que cuando decidí formar parte de ella, mi madre, quien siempre me llamó por mi segundo nombre, me dijo: ‘Mariano, y tú pretendes bailar en el Folclórico? Porque ahí sí hay bailarines, bailarines de verdad’.
Mi decisión era tal que no le concedí la menor importancia a su pregunta. Y me presenté ante Marcos Portal, entonces director de esa hoy sexagenaria agrupación.Ingresé formando parte de su cuerpo de baile y fue tal el empeño que puse en mi superación que poco a poco fui ascendiendo y me convertí en uno de sus principales bailarines. Hasta llegar a la altura de sus primeros bailarines Alfredo O´Farill Pacheco y Johannes García, actualmente director de la compañía JJ, que precisamente por estos días está de aniversario.
Esa formación no se debió solo a mi empeño. Tuve el inmenso privilegio de contar con las enseñanzas de grandes maestros de reconocimiento, incluso, internacional. Me enorgullezco de haber sido discípulo del connotado Maestro Ramiro Guerra, de Rogelio Martínez Furé, uno de los folcloristas más sabios de nuestra nación, y del inigualable educador Santiago Alfonso, por solo citar algunos. Mientras que en teatro agradezco a Erick Romay, Alden Knight, Mario Balmaseda, Roberto Blanco. Es decir, que mi vida artística ha estado marcada felizmente por la presencia de talentosos maestros que enaltecen no solo las artes escénicas, también la cultura nacional.
En compensación al esfuerzo de ellos, me propuse no defraudarlos nunca. Entregué al Conjunto Folclórico la mayor parte de mi vida. Entregué toda mi energía y sabiduría. Y para mostrarles todavía más fidelidad, mis tres hijos, graduados de la Escuela Nacional de Arte, son excelentes bailarines y uno de ellos, Luanda, integra en la actualidad esta agrupación devenida orgullo de Cuba prácticamente desde su propia creación.
Hoy me siento satisfecho de haber llegado hasta aquí, de haber contribuido a la formación de las nuevas generaciones, a las cuales continuaré brindando todo cuanto sé del arte folclórico.
El folclor es sabiduría y costumbres de los pueblos, aseguró en una ocasión el prestigioso maestro Rogelio Martínez Furé. Y de dar a conocer la sabiduría y costumbres del pueblo cubano en todos los continentes se ha encargado, junto a otros reconocidos artistas y bailarines, Domingo Mariano Pau. “Mi hija Luanda y yo, la mayoría de las veces como pareja, hemos bailado en innumerables escenarios nacionales y del mundo, y sin excepción hemos logrado conquistar la admiración, el respeto y los aplausos de cientos de miles de personas”.
Correspondió a sus connacionales ovacionarlo una vez más en esa merecida gala en el teatro América, donde tuvo lugar “el estreno de la obra que hemos dado en llamar La reina de Tacua, que representa a Oyá; con Luanda en el rol de bailarina principal, y yo como su pareja de baile”.
Compartieron el escenario con las compañías Okantomí y Raíces profundas, así como también con la compañía danzaria del teatro América. Y aunque las tres están integradas, a decir de Pau, “por magníficos bailarines con una formación técnica muy sólida”, indudablemente constituye un gran reto al tiempo que un honor, difícil de superar, bailar a la par de uno de los mejores bailarines, profesores y coreógrafos de la danza folclórica en Cuba.