Hermoso gesto de amor

Pedro Ángel
7/2/2017

Muchos cubanos conocen quién es Chery, como cariñosamente le llaman sus alumnos a Ramona de Saá, la principal discípula de los Alonso en el campo de la didáctica de la danza clásica. Esta mujer de ojos azules y dulce hablar ha dedicado su vida al ballet, y particularmente a la formación de varias generaciones de bailarines cubanos.

Hoy es directora de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso, pero a la vez funge como líder indiscutible de los procesos didácticos y metodológicos que respaldan al método cubano de ballet, tal y como se imparte en nuestro país y en otras muchas academias, universidades y compañías danzarias.

El creciente vigor del método cubano para la enseñanza del ballet se debe, en gran medida, a los esfuerzos de esta profesora que ha puesto a disposición de la nación y el estado cubano no solo su extraordinario talento, sino la formidable red de relaciones, de amigos y discípulos dispersos en el mundo entero: de los Estados Unidos a Brasil, pasando por México; de España a Italia, sin dejar de pensar en Inglaterra y Francia.


Foto: Yander Zamora. Tomada de Cubaescena

Su ejemplo ha sido decisivo en todo este proceso. Sus discípulos y alumnos creen en ella porque es manifiestamente merecedora de esa confianza.

Hay quienes piensan en el Ballet como un universo donde todo está dicho, donde el camino marcha hacia ayer; pero esa no es la visión de Ramona. El pasado año dictó un curso, tal vez poco conocido aún entre gente de la danza, sobre saltos virtuosos masculinos del siglo XXI, que explica por sí solo las esencias de su pensamiento pedagógico.

Pero esta maestra lo es también en el plano más humano de los términos pedagógicos: el de la atención afectiva individual a los suyos, que quiere decir su familia y sus estudiantes.

Entre estos cientos de alumnos que pasaron (y, en muchos casos, continúan pasando, después de graduados) está Carlos Acosta, unos de los más grandes bailarines cubanos de todos los tiempos; muy conocido y admirado entre los cubanos, y quien viene realizando una formidable carrera, primero como bailarín y actualmente como director y coreógrafo.

La etapa de formación de Acosta, su tránsito por las escuelas y sus primeros tiempos de joven profesional, no estuvo desprovista de pequeños tropiezos y ciertas mezquindades que suelen existir entre los hombres, aun en sociedades sanas como la nuestra. Pero al lado del muy joven Carlos estuvo siempre la mano segura de su maestra Ramona como guía y apoyo.

Por ello, en un hermoso gesto de amor, al salón de trabajo —donde se imparten las clases de ballet, danza contemporánea y otras técnicas— de la compañía Acosta Danza, le fue impuesto el nombre de Salón de Saá.

Tomando de la mano a su maestra y delante de sus bailarines, un grupo de críticos de danza, periodistas y otras personalidades de este arte, Carlos Acosta pronunció palabras cargadas de cariño y le pidió a Ramona que develara la placa que identificará en lo adelante al salón principal de Acosta Danza.

Minutos más tarde, los bailarines de la Compañía, que han estado siendo ensayados por la maitre Clotilde Peón, mostraron sobre el tabloncillo el estado de montaje de una reciente coreografía de Justin Peck, coreógrafo residente del New York City Ballet, que debe ser estrenada en nuestra ciudad en el mes de abril.

Fue un hermoso atardecer para quienes pudimos disfrutar de esos momentos de intenso cariño en la sede de Acosta Danza.