Héctor Medina: “El cine es el medio que más disfruto”
15/1/2016
En el arte, hay momentos de colectividades y momentos de individualidades. Si en la década de los 80 emergió una generación de actores que impactó por su genialidad dramática, en estos primeros años del siglo XXI descuellan figuras aisladas que suelen maravillar por su talento natural. Es el caso de Héctor Medina, joven promesa del cine cubano que se ha ganado no pocos elogios de la crítica cinematográfica y los amantes del séptimo arte en la Isla.
Quizá aún no tenga mucha conciencia de su capacidad y de lo alcanzado a solo seis años de haberse graduado de la Escuela Nacional de Arte (ENA). A pesar de su apariencia adolescente, ha estado más de una vez en la piel de personajes con una carga psicológica compleja y fuertes conflictos internos. Lo convincente de sus actuaciones le ha permitido que grandes directores del teatro y el cine, como Carlos Díaz y Gerardo Chijona, respectivamente, lo hayan hecho parte indisoluble de sus producciones escénicas y cinematográficas.
La televisión, igualmente, le ha abierto las puertas, aunque, sin duda, ha sido el cine el medio que lo ha catapultado; incluso, fuera de las fronteras de la Isla. Su personaje de Alejandro en Boleto al Paraíso (2010), de Chijona, le valió el Premio Adolfo Llauradó de Cine a la Mejor actuación masculina que otorga la Agencia Caricatos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y el Premio al Mejor Actor en el Festival Ibero-Americano de Cinema e Vídeo, Fortaleza, Ceará, Brasil.
Dentro del recién finalizado Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, tuvimos la oportunidad de apreciarlo en el filme Viva, del irlandés Paddy Breathnach, perteneciente a la sección Filmado en Cuba, y en La cosa humana, también de Chijona, que concursó en la categoría de Largometrajes de ficción.
En Viva interpreta al adolescente Jesús, quien en medio de un entorno adverso, lucha por asumir su identidad de homosexual y travesti, enfrentado, además, a una difícil relación con su padre recién salido de prisión, luego de 15 años de condena por asesinato.
La cosa humana constituye el tercer filme junto al realizador Gerardo Chijona, quien anunció en conferencia de prensa la participación de Medina en su próxima película, confirmando así el criterio compartido por muchos de que el joven se ha convertido en uno de sus actores fetiche.
En esta comedia sutil, llena de guiños literarios y cinematográficos, encarna el personaje de Maykel, un ladrón aspirante a escritor que se verá envuelto en situaciones absurdas para obtener el premio de un importante concurso de literatura.
“Cuando leí el guion me percaté de que era un texto complicado”, recuerda. “Yo nunca había hecho comedia en el cine y para mí, como actor joven, tenía muchas trampas. Quería hacer chistes, y era todo lo contrario, solo tenía que respetar mi parte del guion y que el público viviera las circunstancias conmigo.
“El proceso de ensayo ayudó mucho. Lo hicimos relajados en casa de Chijona, pero fue bastante duro por las complejidades de la película. Yo cerré los ojos y confié en él cuando me decía que estaba pasado de tono. Ahora estoy muy contento, después de ver la película y percibir la reacción del público”.
Para quienes conocen su destacada trayectoria, es difícil creer que Héctor Medina haya entrado al mundo de la actuación por una casualidad, huyéndole a una asignatura escolar, y no porque “el bichito” le picara desde la infancia.
“Me gustaría que la historia de mi entrada en la actuación fuera más bonita, pero todo comenzó por mis deseos de librarme de las matemáticas. Tenía un amigo que todas las tardes se iba de la escuela y no daba esa asignatura. Yo le pregunté cómo hacía para que le permitieran irse y me explicó que era porque estaba en un taller de actuación en la Casa de la Cultura. Así me inserté en el taller y terminó gustándome. Luego hice las pruebas de la ENA, me desaprobaron y fui a las de Instructores de Arte. Allí un profesor me dijo: “Tú no debes entrar en esta escuela, tienes que hacer de nuevo las pruebas de la ENA”, y gracias a él estoy aquí, porque volví a presentarme y aprobé”.
Allí conoció personalmente a su ídolo en el mundo de la actuación: Luis Alberto García, a quien confiesa deberle mucho, pues gracias a él, alcanzó en la pantalla grande su primer protagónico:
“Ya en la ENA, en el tercer año de la carrera, estaba haciendo una prueba de Teatro Psicológico y lo veo observando a los estudiantes. Me pregunté qué estaba haciendo allá y luego supe que le había gustado el trabajo de Fabián —otro compañero— y el mío. A ambos nos pidió el teléfono y nos propuso para el casting de Boleto al Paraíso, donde finalmente quedamos seleccionados”.
Parte de su desarrollo actoral se lo debe, además, a dos directores con los que ha trabajado frecuentemente: Carlos Díaz, en las obras de Teatro El Público Gotas de agua sobre piedras calientes, Noche de Reyes y El sueño de una noche de verano; y Gerardo Chijona, en los filmes Boleto al Paraíso, Esther en alguna parte y La cosa humana.
“Todavía estoy aprendiendo de Carlos Díaz. Con él he entendido que el que es bueno en la vida, es bueno en la escena. Sus cumpleaños se hacen en el mismo grupo de teatro y es como si fuera un show, siempre lleno de amigos, de Cuba, de España, de todas partes del mundo, de todas las provincias, y es lindísimo ver eso.
“Lo más complejo que hice con él fue Gotas de agua sobre piedras calientes, donde me acompañaron Héctor Noas, Ismersys Salomón y Clara de la Caridad, una actriz maravillosa que estudió conmigo en la ENA. Disfruté el trabajo, pero fue muy fuerte. Gracias a Dios no llegamos a 100 puestas en escena, porque me iba a volver loco. Yo terminaba agotado, porque era una obra donde todos decían chistes, los personajes eran de relajo, y a mí me tocaba sufrir.
En el caso de Chijona, no sé qué ha visto en mí, pero espero que lo siga viendo. Es una suerte que confíe en mí y yo he aprovechado también como buen soldado, tratando de cumplir mis misiones en cada película.
“En el caso de Chijona, no sé qué ha visto en mí, pero espero que lo siga viendo. Es una suerte que confíe en mí y yo he aprovechado también como buen soldado, tratando de cumplir mis misiones en cada película. En el proceso, nos hemos convertido todos en una gran familia: director, actores y todo el staff en general.
“Cuando él me llamó para hacer La cosa humana estaba un poco alejado, viviendo en Matanzas, porque no quise volverme esclavo de trabajos que no me gustaban para poder pagar un alquiler en La Habana. La película despertó de nuevo mi carrera y me dejó listo para hacer otras cosas que vinieron después, así que marcó un año muy bueno para mí”.
Junto al Alejandro de Boleto al Paraíso, Héctor Medina encarnó al adolescente taciturno del excelente corto Camionero (Sebastian Miló, 2011), y al joven Leonardo Da Vinci en el primer largometraje de ficción de Eduardo del Llano, Vinci (2011), tres de los personajes más complejos –y logrados— desde el punto de vista interpretativo que ha llevado a la pantalla grande.
“Camionero fue un trabajo en que me llamé yo mismo como actor y me dije: “todo lo que has aprendido, vamos a utilizarlo aquí”. Lo disfruté muchísimo, porque me gustan los personajes de miradas, que hablan poco; fui retándome a hacer las escenas y salió un trabajo maravilloso. También me ayudó la experiencia anterior de Boleto al Paraíso y el hecho de haber compartido con mi mejor amigo, Tony Alonso, que interpreta al otro muchacho.
“Vinci también fue un reto, porque para ese personaje me llamaron como dos días antes de empezar la película. Ya yo había hecho el casting, pero no quedé, y luego de repente me contactaron. Me sentí un poco raro, porque no supe qué había sucedido, pero me lancé a la película. Eduardo del Llano es un tipo maravilloso como persona, además de buen guionista. Trabajamos mucho y buscamos una gestualidad estilo Mick Jagger, de los Rolling Stones”.
Con la experiencia de haber trabajado en los tres medios principales: cine, teatro y televisión, Héctor Medina sigue prefiriendo el lenguaje del séptimo arte, a diferencia de la mayoría de los actores, que suele decantarse por el teatro; aunque reconoce que “cada uno tiene su encanto: el teatro es mágico y el cine también”. La televisión, sin embargo, queda relegada para él a un tercer plano.
“En la televisión la experiencia no fue buena, no porque haya dejado de disfrutarla, al final mi trabajo fue reconocido, al público le gustó y todo quedó bien, pero es una labor muy dura, de gran sacrificio, porque en la televisión cubana se pasan muchas dificultades por la falta de recursos económicos.
“Con el teatro he tenido experiencias muy lindas. Empecé a hacerlo en la escuela para las pruebas y siempre actuaba en base a una nota. En el casting de Boleto al Paraíso, Carlos Díaz era el entrenador de actores. Entonces me dije: “Me llevo a Chijona o a Carlos Díaz”, y tuve la suerte de conquistar a los dos. Cuando salí por primera vez a escena, me di cuenta de que no había que trabajar por una nota, sino que la cuestión era salir a disfrutarlo, y eso es lo que pasa en El Público, porque nos hacemos maldades entre los actores y es un privilegio subir ahí junto a grandes como Doimeadiós, Alexis Díaz de Villegas y todos los que han pasado por el grupo.
“En cuanto al cine, es el medio que más disfruto. Lo considero una escuela, porque te exige mucho trabajar con la mente y los sentimientos, pero también ser muy inteligente y calculador; saber dónde va un sentimiento o dónde no va ninguno; dónde buscar una luz, pero a la vez mirar a la otra persona; releer el guion y encontrarle diferentes interpretaciones… Es muy complejo, pero esa complejidad es la que te hace disfrutarlo tanto”.