Hay caminos que se pierden y no se recuperan ni retomándolos. Desde que en el mundo se emitieron los ideales de igualdad y justicia social, ¿cuántos caminos parecían conducir a su concreción?, ¿cuántos realizaron lo propuesto? En nuestro propio devenir, ¿cuántas veces el idealismo, o lo utópico, nos ha hecho regresar los pies a la tierra y cancelar, con esa vuelta, alguna ruta que, más que acercarnos, nos alejaba de la meta? La relación de propiedad sobre los medios de producción pudiera ser una de las más radicales reorientaciones en rutas que la teoría cancelaba sin opción.
Algo demostrado en las prácticas de gobierno es que la vía progresista que se ve obligada a introducir variaciones en su camino en aras de lograr eficiencia sobre la base de viejos y probados preceptos, no puede valerse de los mismos resortes movilizadores que le sirvieron en su debut pese a los esfuerzos por mantener el rumbo que los lleva a la meta marcada. El ejemplo del arribo de la propiedad privada a nuestro entorno es aleccionador. Hoy tendría un efecto devastador dar marcha atrás para devolvernos a la propiedad social absoluta; es difícil visualizar una meta favorable en el tránsito por la propiedad privada, pero es un camino que resuelve (o pretende resolver) con muy duros ajustes, carencias incompatibles con la cotidianeidad del ser común.
“El ejemplo del arribo de la propiedad privada a nuestro entorno es aleccionador. Hoy tendría un efecto devastador dar marcha atrás para devolvernos a la propiedad social absoluta…”
Los caminos legales, con su conjunto de normas universales, no lograron que armonizaran las leyes con las dinámicas de funcionamiento en un planeta donde la desigualdad prevalece sobre la equidad: la cuota de injusticia que marca la sobrevivencia y conduce a la ruta de la desobediencia, es madre de muchas revoluciones y de no pocos Gobiernos fallidos.
Por otra parte, el derecho internacional, con sus resoluciones no vinculantes y sus derechos a veto, sitúa encrucijadas insorteables en diversos puntos del rumbo escogido. Si nos dejáramos llevar por los discursos mediáticos hegemónicos, las carrileras por donde transita la izquierda parecen tener vetadas todas las rutas posibles.

En los frecuentes debates con mis amigos y colegas siempre me amparo en un principio: las esencias. Antes en el camino y ahora en la meta, imponen su lógica. No hemos concretado el socialismo con eficiencia económica, y de estas se derivan muchas carencias que marcan su maléfico impacto en la esfera simbólica al llevarnos a la suposición de que lo esencial es inalcanzable. El capitalismo (en su etapa neoliberal) logra la eficiencia a costa del sacrificio de las metas que el socialismo persigue. Pero no deja de ser paradójico que en los países del llamado primer mundo instrumentan esas mismas metas a su modo mientras en los nuestros, las cancelan. Las esencias de nuestras luchas siguen esperándonos en la meta.
Algunos países que se organizan bajo la dirección del Partido Comunista logran la eficiencia y mantienen el rumbo hacia la trabajosa meta. China y Vietnam son ejemplos clásicos. Pero también han tenido que hacer concesiones y tomar atajos que aún no se sabe lo maltrechos que los harán alcanzar la línea final. Los peores momentos son los de la mixtura, como ocurre en Cuba ahora, que una parte de las medidas las visualizamos —espejismo devastador— como restauración capitalista.
“El capitalismo (en su etapa neoliberal) logra la eficiencia a costa del sacrificio de las metas que el socialismo persigue…”
Una de las que más daño ha hecho, no solo en lo económico, es el reordenamiento monetario, derivado del cual la inflación inmediata posterior dejó en situación muy desventajosa a los asalariados del Estado y, sobre todo, a los jubilados que antes habían dejado las mejores décadas de sus vidas en la construcción del camino.
Las rectificaciones actuales y la asunción de nuevos caminos hacia la meta han tenido el efecto de ponérnosla más lejos; la filiación adquiere un carácter más abstracto; lo logrado se desvanece y a una buena parte de los que otrora lucharon los gana el escepticismo. Las diferencias sociales que estas rectificaciones instauraron, aunque nos duela, opacan que la más poderosa causa que nos obliga a la rectificación y a convivir con las desigualdades es el bloqueo imperialista sostenido por más de 62 años. No son pocas las veces que oigo decir que el bloqueo es un pretexto, no una realidad.
“Las diferencias sociales que estas rectificaciones instauraron, aunque nos duela, opacan que la más poderosa causa que nos obliga a la rectificación y a convivir con las desigualdades es el bloqueo imperialista sostenido por más de 62 años”.
La abismal diferencia de clases que la privatización y la dolarización han traído cercena convicciones. El objetivo sigue siendo que ese sector empoderado económicamente saque adelante, de costalazo, los vectores justicieros del proyecto todo, pero eso no ocurre, u ocurre a un costo tan elevado que se hace impagable para un amplio sector de la población.
Muchos tienen la impresión de que el Estado se ha vuelto incapaz de controlar: el alza de los precios, la insuficiencia salarial, la burla del fisco, la negación casi generalizada y tramposa en el uso de los canales bancarios, entre otras de las pautas de recuperación de una eficiencia que beneficie a todos. Las ofertas estatales, llevadas a la mínima expresión, no logran competir con las onerosas ofertas privadas en materia de diversidad y calidad. No sé si andamos por el camino que nos llevará a la meta.
El pueblo cubano está dando una muestra de su verdadero espíritu revolucionario, pues la mayoría aún opina que la meta es más importante que el camino. El pueblo lucha, trabaja en las condiciones más adversas de su historia, pero felizmente sabe que el costo de la soberanía es alto y que la custodia de un futuro digno no pasa por rendir las banderas conquistadas, aunque ello signifique renuncias cada día más crudas y amargas.