Había una vez una niña muy inquieta y alegre que desde pequeñita “soñaba y soñaba con ser actriz. Mi madre me recriminaba constantemente por eso. Pero yo, a escondidas, recitaba y actuaba sobre un escenario que yo misma había improvisado, al igual que los textos. También en la escuela recitaba poemas de Raúl Ferrer y José Martí, que mi padre me enseñaba”.

Su pasión por la actuación tenía tanto arraigo que en el grupo Teatro Estudio, donde dejó de manera imperecedera su sello como actriz, su primera presentación consistió “en caminar por el pasillo del teatro diciendo: qué es un mogollón, es un vago que pretende vivir a costa de los demás, un parásito.

Ahora que lo recuerdo lo veo como una simpleza. En aquel momento, sin embargo, lo consideré algo extraordinario y me sentí la persona más feliz y realizada del mundo. No me equivoqué porque a partir de ese momento comencé a hacer teatro de verdad”.

“El talento de esta versátil y temperamental actriz, demostrado a lo largo de su brillante carrera artística, era infinito”.

Con anécdotas como las anteriores dio inicio aquel inolvidable encuentro con la maestra de generaciones de actores y actrices y excelsa actriz Corina Mestre. Cuando nos propusimos entrevistarla nos invadió el gran temor de que nos rechazaría a juzgar por sus múltiples ocupaciones como jefa de Cátedra de Actuación en la Escuela Nacional de Arte, sus compromisos actorales, además de sus responsabilidades en la vicepresidencia de la Uneac, tarea que asumía con su habitual valentía y consagración. Pero el temor se disipó rápidamente cuando además de aceptar nuestra visita, nos recibió en su casa con esa sonrisa franca que muy pocas veces se apartaba de su rostro.

Dos horas de amena conversación no fueron suficientes para resumir su presencia en la radio, la televisión y el cine, en la declamación y el teatro para niños y adultos y sus atrevidas incursiones en la música, aupada por reconocidos intérpretes de la Nueva Trova, porque “siempre he sido muy atrevida y disfruto mucho todo lo que está relacionado con el arte”.

El talento de esta versátil y temperamental actriz, demostrado a lo largo de su brillante carrera artística, era infinito. Y a este se sumaba en cada personaje representado, en cada declamación enardecida, su pasión, amor y entrega sin límites.

Estas condiciones que le granjearon la admiración, el respeto y cariño de millones de cubanos y, especialmente, el de sus alumnos de distintas generaciones, para quienes Corina será siempre perdurable tanto por su ética como por su ejemplar conducta, por su pasión por las causas justas y, sobre todo, por el amor a Cuba que les inculcó en cada clase impartida.

“Me gusta más que me digan que soy actriz y profesora, porque disfruto muchísimo ambos trabajos. Enseñar es la labor donde, en definitiva, voy dejando mi huella”.

Corina Mestre: “…los premios son una vanidad, una tontería. Le concedo mucha más importancia al reconocimiento de la gente”. Imagen: Tomada de Radio Enciclopedia

Aunque recordamos paso a paso aquella entrevista y nos parece escuchar todavía su enérgica voz, hubo, sin embargo, unos minutos en que no pudimos contener la emoción ante tanta modestia.

Conocíamos ya del abultado expediente de premios y reconocimientos que, por sus extraordinarios méritos, le habían sido conferidos a Corina Mestre, dentro y fuera de Cuba. Entre otros muchos, premios de actuación femenina en renombrados festivales internacionales de teatro en México, Moscú y en Estados Unidos en la ciudad de New York. Mientras que, en Cuba, por solo citar algunos, había sido merecedora de galardones tan relevantes como la Réplica del Machete del Mayor General Máximo Gómez, que le otorgó el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Premio Nacional de Enseñanza Artística y de Teatro, la distinción por la Cultura Nacional y la honrosa medalla Nicolás Guillén.

A pesar de ello, queríamos escuchar en voz de esta excepcional actriz, qué representaban para ella aquellos lauros que no eran más que un reconocimiento justo y merecido a sus excelentes dotes en el drama y la comedia. Después de una prolongada pausa, dijo: “los premios son una vanidad, una tontería”.

“Enseñar es la labor donde, en definitiva, voy dejando mi huella”.

Y más adelante, acentuando cada palabra con la pasión que le caracterizaba, añadió: “para mí los premios no significan mucho. Le concedo mucha más importancia al reconocimiento de la gente. Al reconocimiento de esas personas que me ven por la calle y me saludan como a su familia, o me llaman maestra. Ese reconocimiento sincero del pueblo, es indiscutiblemente el mayor, el mejor premio”.

Hace solo unas horas despedimos físicamente a aquella niña que creció y creció hasta hacerse gigante en los más disímiles escenarios y en su propia vida. Y que al igual que la archiconocida frase “…había una vez”, sus innumerables enseñanzas y, especialmente, su criollismo innato, su ejemplo como cubana y revolucionaria cabal, perdurará por siempre en el tiempo para privilegio y orgullo inmenso de la cultura y la nación cubana.

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