Hasta precisar la música

Diana Ferreiro
28/2/2017

Puede que, a simple vista, el Patio de Baldovina no sea diferente a cualquier otro patio. Puede, incluso, que algunos transeúntes ni siquiera se tomen el trabajo de mirarlo mientras caminan junto a él. Otros, en cambio, evitarán por todos los medios ser asaltados por los recuerdos de tanta canción ausente. Quizás apuren el paso, o hablen del clima para desviar la atención. O quizás, después del pasado viernes, el Patio de Baldovina se convierta, otra vez, en un referente obligado para los amantes de la canción en la Isla.


Fotos: Racso Morejón

Cerca de las cinco de la tarde —horario en que se realizarán siempre los conciertos—, el Patio que en otro tiempo acogió memorables presentaciones de Santiago Feliú, Gerardo Alfonso, Ariel Barreiros, el Dúo Karma o Leonardo García (por solo citar algunos de mis preferidos), reabrió sus puertas con una presentación de Jorgito Kamankola que se extendió hasta casi las ocho de la noche.

Trova, rock and roll, rumba, rap, dos producciones discográficas y una pasión tremenda por hacer canciones, conquistaron a un público que llegaba por primera vez o regresaba lleno de expectativas.

 

“Tráfico de luz” fue el encargado de abrir el concierto, tema al que siguieron otros conocidos de Kamankola como “Ametrállame”, “Antes que lo prohíban”, “Peregrino horizontal”, “Con la lengua afuera”, “Conectao respirando”, y “A pico de botella”, todos pertenecientes a sus dos discos —publicados gracias a respectivas campañas de crowdfundingAntes que lo prohíban y Hasta precisar el aire.

La energía, como suele ocurrir en cada una de sus presentaciones, desbordó el escenario y alcanzó a los presentes, fieles cómplices de tanta pasión por la música.

 

Allí se cantó al amor, a la soledad, al dolor que se enquista desde la distancia, a la implacable cotidianidad, y al azar. Allí se cantó a la vida, y a todos los artistas que regalaron su música desde este espacio.

No podría haber una razón mayor que el homenaje a este mismo Patio, para revitalizarlo. Y no podría haber mejor forma para hacerlo que regalando música nuevamente desde él. Una vez al mes —los últimos viernes—, esto será, para la nueva época de La Jiribilla, una prioridad.