Haciéndome un selfie con la tercera Bacanal
25/11/2016
La Habana es vivir siempre una aventura. En la principal urbe de nuestra Isla, los acontecimientos se suceden sin parar. En días pasados tuvo lugar el Festival Internacional de Ballet “Alicia Alonso”. Ahora mismo está culminando la gira Odisea, un recorrido por casi toda Cuba del mítico grupo Odin Teatret, de Dinamarca. Entre estos y otros eventos de la capital, el teatro de figuras ha dicho presente mediante la tercera edición de la Bacanal de Títeres para Adultos.
Historias bien guardadas. Teatro La Salamandra. Cuba. Fotos: Sonia Almaguer
Esta vez, las compañías llegadas de Santiago de Cuba, Holguín, Bayamo, Remedios, Santa Clara y Matanzas, sentimos los rigores derivados de la logística del programa en cuanto a transporte interno y hospedaje, junto a otros detalles que, ante lo interesante de una convocatoria de este tipo, única en el país, no se deberían descuidar. Uno de ellos es tener a tiempo las credenciales y el programa general impreso del evento, esencial para estar informados y poder organizar un buen plan con las diferentes opciones artísticas. Es este un punto que recomendamos atender en cualquier inicio de fiesta, así como el anuncio, tanto a los artistas como al público asistente, de los inevitables cambios de días y horas en la programación.
Dice un refrán popular que a la tercera va la vencida, y la realización de tres ediciones de la Bacanal titiritera es un magnífico momento para considerar resultados, trazar nuevas estrategias de trabajo, estudiar las mejores acciones que den impulso a un hermoso proyecto que merece seguir. Este selfie que me hago con la tercera Bacanal quiere dejar, como todos los selfies, la constancia de mi felicidad por estar y de mi preocupación porque esa placidez no adquiera sensaciones de pesadumbre perfectamente eludibles.
Me coloco delante del título de la única muestra expositiva de la tercera Bacanal y la imagen deja ver los múltiples hilos que sostienen el título de esta: Presencias. Un hermoso montaje calza la curaduría de Gabriela Reyna y Blanca Felipe, y deja ver varios muñecos, a sabiendas de lo que la propia Blanca reconoce en las notas del catálogo: “hay muchos más que los que vemos”. Me complace el logro de realizar ¡por fin! en la Bacanal una exposición en una galería especializada en teatro como la Raúl Oliva. Amén de una que otra pincelada por afinar en cuanto a nombres trocados y algunas ausencias, el resultado puede calificarse de valioso.
Los movimientos que se observaron en “Ejercitando el cerebelo y el hipocampo”, como se nombra a la parte teórica de la Bacanal, dejó como impresión momentos de sumo interés protagonizados por maestros nacionales e internacionales como René Fernández, Luis Zornoza Boy, de España, o Sofie Krog, de Dinamarca. También hubo otros instantes, con similitudes a los de cualquier evento titiritero de nuestro territorio, y esto, en mi opinión, desaprovecha la propuesta bacanalera de dedicar una programación pedagógica y artística especializada en el teatro de títeres para adultos, con sus problemas conceptuales y de realización, el repaso por sus altas y bajas, el análisis de espectáculos y poéticas escénicas que han sido y pueden seguir siendo referencias en Cuba o allende los mares.
Retablillo de Don Cristóbal y la Señá Rosita. Teatro de Las Estaciones. Cuba.
Concebir una programación de títeres para adultos con producciones de más de 10 compañías, entre cubanas y extranjeras, propicia una variada confrontación entre artistas y espectadores. Diferentes tendencias, estilos y maneras creativas se exhiben a los ojos de un público que viene a las salas o espacios flexibles en busca de historias y sensaciones que no lo hagan sentirse niño —eso sería para otro evento—, sino una persona mayor que disfruta de la ironía, el símbolo y la malicia propia de los muñecos y actores, que van de la guasa a la conmoción, de la inteligente versión para retablo de ficciones cotidianas, obras cinematográficas y musicales a clásicos de la dramaturgia y la literatura, asumidos con figuras como remedos metafóricos y farsescos de hombres, mujeres, objetos o cualquier elemento escénico puesto en solfa.
Entre las puestas en escena invitadas advertí uno que otro título ajeno al ánimo jocoso y tremebundo que convoca la Bacanal, montajes que pueden perfectamente programarse en un festival para los más pequeños o de corte familiar; eso hace peligrar la asistencia de un público adulto — principalmente el que no es especializado en arte teatral— que ante propuestas netamente infanto-juveniles se siente desubicado, pues se está reconformando tras una larga ausencia de obras pensadas para ellos. En sugerir para los mayores más que ilustrar, en proponer más que dar, quizá se hallen las coordenadas para atrapar a un espectador avezado en la vida, que goza con las insinuaciones paródicas y subidas de tono, pero con tino, propias del espíritu burlesco de los muñecos.
No pude asistir a todos los espectáculos y segmentos de actividades teóricas y festivas programadas. De seis días dedicados a las presentaciones, estuve tres inmerso en los montajes y funciones de Teatro de Las Estaciones con Retablillo de Don Cristóbal y la Señá Rosita, en tres sedes distintas, con dobles horarios de representación, opción que no siempre funcionó de manera óptima. Un aspecto definitivamente para repensar.
De todo lo que logré disfrutar y aplaudir me quedo con la energía desbordante de los actores y actrices del Guiñol de Remedios; con la inquietud creativa del Proyecto 8, de la Universidad de las Artes habanera, condenado a desaparecer por decisión propia; con la pasión todavía verde, pero auténtica, de los jovencísimos integrantes de La Chimenea, de Santiago de Cuba-Las Tunas; con la chispa escénica de la tropa de Teatro sobre el camino, de Villa Clara; la delicadeza en la factura y en la idea de La Salamandra, de La Habana; el ímpetu criollo del Teatro Andante, de Granma; la sutileza de la narración con figura y objetos de los Ladrones de Quinotos, de Argentina; la propuesta originalísima de Sofie Krog y la sorpresa ante el excelente espectáculo de actores con elementos animados de Rakkerpak, ambos de Dinamarca, entre otras puestas que, lamentablemente, por coincidencias en la programación o lejanías de los espacios teatrales, no alcancé a ver. Los espectáculos de estas agrupaciones fueron en busca de la redondez artística soñada por todos los teatreros, más lograda en unos montajes que en otros.
Dificultades de dirección artística, diseño, iluminación, dramaturgia, animación y actuación en vivo, se unieron indistintamente a la exquisitez en estos mismos rubros, como si el género tan especial que es el teatro de títeres para adultos fuera a la reconquista de todo el brillo y encanto de otrora. Es esa memoria y esa utopía de posibilidades lo que me hace regresar, con la ilusión de ver los avances de una familia de titiriteros que no se ha dejado vencer ni por los retrocesos, ni por las contrariedades sociales y económicas de estos tiempos.
Hay muchas razones para cuidar la Bacanal y sus intenciones artísticas, protegerla de todo lo que no ayude a conquistar el camino anhelado, todo lo que refleja este selfie que me incluye, junto a una casta difusa, cuyo linaje contiene la pujanza de muchos que siguen en la batalla y otros que ya no están, pero que de estar hubieran asomado su rostro y sonreído, como cómplices fieles de esta fiesta que se arma en La Habana de manera bienal.