Rita Montaner murió el 17 de abril de 1958, tras un proceso que el pueblo cubano, que conocía de su gravedad, siguió angustiado. Y fue el suyo uno de los velatorios y entierros más multitudinarios que recuerde la historia de Cuba, porque, son versos de Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí:

                 Aquí la rumba yace como el agua del mar

                dormida en el estero.

                Aquí es azúcar muerta la sal del frenesí.

               Aquí el silencio canta con voz de Manisero,

               y lágrimas calientes son granos de maní.         

“Rita Montaner, el Trío Matamoros y Benny Moré se encuentran entre las más destacadas figuras de la música popular cubana surgidas en lo que va de siglo (XX)”. La afirmación de los investigadores Alberto Muguercia y Ezequiel Rodríguez en la biografía de la artista publicada por ambos en 1984, no es gratuita. Rita reunió en sí una de las carreras más brillantes, laboriosas y multifacéticas a que artista alguno pueda aspirar, como actriz e intérprete, en roles diversos y prácticamente en todos los medios: la radio y la televisión, el teatro, el cabaret, el cine.

Momentos de una vida

Nacida el 20 de agosto de 1900, la ilustre hija de la calle Cruz Verde, en Guanabacoa, se graduó de piano, canto y armonía a los 17 años. En ocasión de la inauguración oficial de la radio en Cuba, el 10 de octubre de 1922, cantó dos canciones, por lo que fue la primera voz femenina escuchada a través de dicho medio.

Era por entonces —1922— una jovencita de "cabellera partida en dos (peinado de la época) que se remataba a los oídos con un abultamiento de pelo a lo que se le decía cocas", tal cual la recuerda el doctor Eduardo Robreño.

Otro hito, para su propia carrera y en la historiografía musical, tuvo lugar el 29 de septiembre de 1927, en el antiguo teatro Regina  de la calle Galiano. Ese día interpretó ¡Ay, Mamá Inés! y Siboney, de Eliseo Grenet y Ernesto Lecuona, respectivamente, en lo que significó su estreno dentro del teatro musical en Cuba, pues desde el año anterior, en Nueva York, donde permaneció seis meses, había incursionado ya en la revista musical.

En 1928 viajó a París, con Sindo Garay y una pequeña comitiva artística. De cómo le fue por la Ciudad Luz daba cuenta un joven cronista nombrado Alejo Carpentier:

"Rita Montaner (…) desde el escenario del Palace, realizó una labor fecundísima para la divulgación de nuestros ritmos. Su Mamá Inés estallaba cada noche en los feudos de Raquel Meller, con una elocuencia que convencía a los más tibios".

Un año después se presentó en España. Ernesto Lecuona, Moisés Simons y Eliseo Grenet le entregan obras para que las estrene en su voz. La carrera de Rita se convierte en una sucesión de éxitos dentro y fuera del país. En Estados Unidos figura en la compañía de Al Jolson; en México, acompañada de Bola de Nieve, se hace sentir a partir de 1933; a Buenos Aires va en 1934 y la gira se extiende por otras naciones de Suramérica.

Rita es, además, la gran protagonista de las más célebres zarzuelas cubanas: de Cecilia Valdés, María la O, Rosa la China, El cafetal, María Belén Chacón…

En México filmó su primera película, en 1934. Cuatro años después actuó en su primera cinta cubana: Sucedió en La Habana. En realidad, la filmografía completa de Rita Montaner es una de las más extensas que pueda exhibir actriz cubana alguna: 14 películas de largo metraje, casi siempre en roles protagónicos.


Su sepelio constituyó una demostración masiva de cariño a una artista
en quien abundaron las razones para ser llamada La Única.
 

El Partido Socialista Popular organiza el 28 de marzo de 1942, en el antiguo estadio La Polar, un homenaje a Rita. El discurso de apertura lo pronuncia Nicolás Guillén, cuya crónica “Rita de Cuba” se publica en el periódico Hoy. Allí se lee:

 “Rita de Cuba, Rita la Única… No hay tan adecuado modo de llamarla, si ello se quiere hacer con justicia. De Cuba, porque su arte expresa hasta el hondón humano lo verdaderamente nuestro; la Única, pues sólo ella, y nadie más, ha hecho del solar habanero, de la calle cubana, una categoría universal.

“Cuando se tiene la fuerza creadora de Rita, cuando se canta como ella ha cantado, cuando se está en posesión de un arte tan personal y definido, se pertenece ya a la historia —y hasta a la geografía— del suelo en que se nació”.

En la radio, la televisión, el teatro y el cine

Su popularidad es tal que en 1945 se le elige Reina de la Radio, un medio que utiliza para crear personajes como el de La Chismosa, que critica la corrupción y otras lacras. La televisión, desde su irrupción  a finales de 1950, la tiene como una de sus figuras en los programas Rita y Willy y Rita y Chucho.

La filmografía suya es extensa, en Cuba y México: La noche del pecado, su primera cinta, data de 1934. Luego seguirán: Sucedió en La Habana y Romance del palmar, ambas de 1938; María la O y Angelitos negros, de 1948; Ritmos del CaribePobre corazón, Víctimas del pecado, Al son del mambo y Anacleto se divorcia, filmadas todas en 1950; Negro es mi color, de 1951; La renegada y La Única, de 1952 y Píntame angelitos negros, de 1954.

Tuvo de coestrellas a María de los Ángeles Santana, Pedro Infante, Emilio Tuero, Emilia Guiú, Jorge Mistral, Pedro Vargas, Ninón Sevilla, Marga López, Gina Cabrera, Maritza Rosales y varios más.

De su timbre, el maestro Rodrigo Prats apuntaba que “hay una cosa curiosa y es la voz de Rita, yo no he podido clasificarla o saber más o menos qué cuerda, qué clase es, si fue una soprano dramática, si fue una soprano ligera, pues abarcó toda una serie de géneros muy difíciles y variados, porque hizo desde la Cecilia Valdés hasta La médium. De ahí su genialidad”.

Hizo cabaret en el Montmarte y Tropicana. Como actriz dramática, sus roles en La médium, de Gian Carlo Menotti;  Mi querido Charles, de Alan Melville  y Fiebre de primavera, de Noel Coward,  aún son recordados por algunos viejos espectadores de aquellas funciones.

El 10 de octubre de 1957 se le confirió la Orden Carlos Manuel de Céspedes. Su sepelio constituyó una demostración masiva de cariño a una artista en quien abundaron las razones para ser llamada La Única. En ocasión de su fallecimiento el maestro Ernesto Lecuona declaró:

“Melodías de Roig, Prats, Anckermann, Sánchez de Fuentes, Grenet, Simons y mías, fueron estrenadas en diferentes conciertos en diversas épocas por la más genial intérprete que hemos tenido. Tocó conmigo el piano a dos manos en infinidad de conciertos. Porque era una magnífica pianista, una pianista de línea, como digo yo.

Aquí lloran las frutas sin el pregón Frutero,

lloran Rosa la China y Cecilia Valdés.

Aquí el Zunzún se queda pegado al jazminero.

Ha muerto Niña Rita y gime Mamá Inés.

(En “Llanto junto al silencio” de Rita Montaner)