Hablar con Adelaida

Lourdes González Herrero
1/8/2018

No recuerdo en qué fecha de los noventa me presentaron a Adelaida de Juan, pero sí que su prestancia me colocó inmediatamente fuera de la posibilidad de ser su amiga. Aquella mujer no se parecía a nadie conocido, y no iba yo a comenzar un diálogo que, desde el primer minuto, sus ojos me advertían podía ser muy complicado.

Fue en una cena, muchos años después, cuando fui jurado del Premio Casa de las Américas, que no solo tuve la posibilidad de conversar con ella, sino que, además, pactamos una amistad que tenía como vasos comunicantes al poeta Retamar y a mi carnal Laidi.

 
Adelaida de Juan y Fernández Retamar junto a Lezama Lima. La renombrada pedagoga cultivó siempre
los lazos que la unían a los intelectuales cubanos . Foto: Internet
 

Aquella noche cienfueguera gocé de lo lindo, porque Adelaida unía un excelente conocimiento de los códigos sociales, con un desparpajo que solo la inteligencia produce.

A partir de ese encuentro, cada vez que nos veíamos o hablábamos por teléfono, nos prodigábamos diálogos en los que el desenfado y la cultura mezclados, más algunos toques de humor cubano, nos hacían reír, cada una evaluando de cerca su efecto sobre la otra.

Yo sabía que apreciaba algo de mi personalidad, y que estaba bien dispuesta a dedicarme tiempo, materia que seguramente no gastaba por gusto. 

En estos días del adiós, quiero recordarla sentada en su balance, leyendo junto al autor de Historia antigua, y llamando de vez en cuando a Laidi para compartir opiniones.

Fue un lujo y un placer conocerla.