Hace cientos de años llegaron a Cuba, procedentes de distintas regiones de África, las deidades que hoy venera Ileana Macías Pulido, una singular capitalina que reside en el reparto La Güinera, del municipio Arroyo Naranjo. Justo a la entrada de su humilde vivienda, en lo alto de una pared, Obatalá da la bienvenida a los visitantes, los cuales suman decenas diariamente. Frente al dueño de la fuerza y la inteligencia, entre otros atributos, está Shangó —colocado en el suelo—, al que Ileana considera su santo protector. Al lado de este temerario y poderoso orisha se encuentra su padre Agayú. Y finalmente, en la base superior de una pequeña mesa, erguido sobre sus llagas y custodiado por dos perros, la encorvada figura del milagroso Babalú Ayé.

Visita del presidente Díaz-Canel al reparto La Güinera el pasado 20 de agosto. Fotos: (Estudios Revolución/ Tomadas de Granma)

“Practico la religión yoruba desde hace diez años”, refiere esta madrina cuyos rezos y ofrendas están dirigidos íntegramente a la paz, la hermandad y la solidaridad, no solo de aquellos que residen en su barrio y municipio, sino a todos los cubanos, dondequiera que estén.

La Güinera la vio nacer, y en esta localidad, que debe su nombre a la proliferación de una planta semejante al güin de caña, ha transcurrido toda su vida. “Este reparto está reconocido, es decir, su nombre original, oficial, es Reparto Rosario, pero ciertamente casi toda su área estaba cubierta por esa planta y muchos vecinos comenzaron a llamarlo así. El propio Fidel le dio a esta comunidad el nombre de La Güinera”.

La prodigiosa memoria de Ileana le permite recordar cada detalle de las más de 14 ocasiones en que nuestro Comandante en Jefe visitara esta localidad. Exhaustivamente describe su presencia durante la inauguración, en 1987, del primer círculo infantil que se construyó en la comunidad y que permitió la incorporación al trabajo de decenas de mujeres.

Se le llamó —y aún conserva ese nombre— Pequeños forjadores. Aunque después tuve el privilegio inmenso de conversar con Fidel en otras muchas oportunidades, incluso por cuestiones personales, nunca olvido el momento en que él se acercó al grupo de personas que asistíamos a esa gran celebración y nos dijo: “Si ustedes construyeron este círculo, ¿no serán capaces de construir sus propias viviendas?”. La respuesta, por supuesto, no se hizo esperar, sobre todo por parte de las mujeres, que fuimos las primeras en dar el paso al frente. La brigada la integramos inicialmente 11 compañeras, casi todas madres solteras, y un hombre, que era el secretario del Partido en la zona. Después se incorporaron otras muchas, hasta sumar 72. En aquel grupo de mujeres ninguna era albañil, como tampoco ingeniera ni arquitecta. Nos fuimos capacitando con el esfuerzo y el quehacer diarios. Eso sí, teníamos unos deseos enormes de trabajar incansablemente para mejorar, al menos un poquito, la imagen del sitio donde residíamos con nuestras familias.

A juicio de esta madrina de fe y principios revolucionarios, es la voluntad del hombre la que marca su futuro. “Nos metimos de lleno en esa tarea que nos permitió ser más mujeres, a pesar de que algunos hombres se burlaban de nosotras, porque consideraban que nunca seríamos capaces de hacer realidad nuestros sueños”, asegura.

“Las personas que vivimos en La Güinera somos muy emprendedoras”.

Además comentó: “Cargábamos bloques, sacos de cemento, arena y cualquier tipo de material constructivo que nos enviaban las autoridades del Gobierno. Llegó un momento en que al parecer se dieron cuenta de la firmeza de nuestra decisión, y entonces comenzamos a recibir asesoría por parte de algunos especialistas, como ingenieros, arquitectos y jefes de obra”.

Como resultado de esa ingente tarea que puso a prueba una vez más el legado de la madre de Los Maceo, “llegamos a erigir alrededor de 40 instalaciones entre edificios para viviendas y construcciones estatales destinadas a obras de beneficio social, como mercados, parques y centros recreativos”. Ello demostró que “las personas que vivimos en La Güinera somos muy emprendedoras, y cuando se nos da una oportunidad la aprovechamos al máximo”. Tanto es así,  que “cuando por estos días me paro en ese balcón y veo a decenas de vecinos, hombro con hombro con especialistas de la construcción, arreglando aceras y viviendas y construyendo otras nuevas, no puedo contener la emoción. Quisiera que el tiempo retrocediera y que mi salud no fuera tan precaria para sumarme a ese hermoso contingente que trabaja sin descanso con el propósito de dar a mi comunidad una nueva imagen, como parte del programa de revitalización de los barrios emprendido por el Gobierno”.

El presidente de la República de Cuba recorrió las calles de La Güinera junto a Ileana Macías, dirigentes del Gobierno y residentes de la localidad.

Con humildad no exenta de visible orgullo, Ileana Macías nos narra la visita que recientemente realizara a La Güinera el primer secretario del Partido y presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel. Poseída por su espíritu religioso, afirma que “con todo el respeto que merece, yo traje a esta casa a mi Presidente. Se lo presenté a mi Obatalá y a todos mis santos. Pedí para él mucha salud y toda la prosperidad que él quiere para Cuba”.

Respecto a esa visita, agregó:

También se reunió con los vecinos, y ellos tuvieron la oportunidad de plantearle las mayores dificultades que presenta esta comunidad, y de la misma manera le propusieron soluciones. Otras muchas veces nos ha visitado el Héroe de la República de Cuba y coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), Gerardo Hernández Nordelo.

Gracias al apoyo de ellos dos y de otros dirigentes del Partido y el Gobierno, La Güinera ha ido cambiando a golpe de esfuerzo colectivo. Hoy contamos con mayores fuentes de empleo, particularmente para los jóvenes y las mujeres. Se han ampliado las matrículas y se han creado nuevos cursos encaminados a la superación técnica y profesional, preferentemente para los jóvenes. En sentido general, son tantas las oportunidades con que contamos hoy, que resulta difícil mencionarlas todas.

“Siempre he visto a mi barrio como un pedacito de mi patria”.

Ileana Macías es la presidenta de su CDR, que honra el nombre del mártir de la clandestinidad Diosdado Velázquez. Al frente de esta organización de masas creada por Fidel en 1960, tiene una participación muy activa, como en otras muchas tareas emprendidas por los vecinos de la zona. Asimismo, ha sido vanguardia nacional del Sindicato de la Construcción durante cinco años consecutivos. Entre estos y otros muchos méritos, lo más significativo en la cotidianidad de esta excepcional mujer es su fe inquebrantable en la Revolución y en su condición de cubana. Quizás por ello no quiso terminar este encuentro sin antes expresar su tristeza por los actos vandálicos que se produjeron en su barrio el pasado 11 de julio:

Me entristecen y al mismo tiempo me indignan aquellos hechos. Nunca pensé, ni siquiera imaginé, que en algún momento mi Güinera pudiera convertirse en un barrio de desagradecidos, porque todo lo que tenemos hoy nos lo ha dado la Revolución. Es el resultado del esfuerzo, del sacrificio de muchos.

Considero que aquellos actos traicionaron el privilegio que tuvimos de haber contado en nuestra comunidad con la presencia de nuestro Comandante en Jefe, que tantas veces recorrió estas mismas calles. Fidel siempre nos dio muestras de su confianza, y además, nos enseñó a confiar en la Revolución.

Ese día viví algo que duele mucho, y que es muy difícil de olvidar: el enfrentamiento de vecinos, de hermanos. Fueron destruidas un número considerable de instalaciones, levantadas años atrás por estas y otras tantas manos laboriosas. Sin embargo, destruyeron algo más importante y preciado: la vida de muchos jóvenes que se dejaron comprar por unos pesos, que se dejaron influenciar por promesas falsas, erróneas. Creo que fue ese el saldo más doloroso de aquellos tristes momentos.

Fueron jornadas que avergüenzan a cualquier cubano que tenga aunque sea solo un poco de dignidad. Siempre he visto a mi barrio como un pedacito de mi patria, y a esta se le respeta, se le quiere; se trabaja arduamente para construirla, jamás para agredirla. Son valores que aprendemos desde los primeros grados de la escuela.

Aquel domingo 11 de julio fue, en mi opinión, una orgía de odio, de desamor total por la tierra que nos vio nacer y que nos dio, gratuitamente, sin ningún tipo de interés, la preparación requerida para enfrentar la vida. Eso jamás se había vivido en La Güinera, donde conviven médicos —esos mismos que precisamente en estos momentos lo están dando todo por salvar vidas—, ingenieros, periodistas, maestros, arquitectos, obreros, deportistas. Un barrio que siempre se ha caracterizado por la cooperación y solidaridad entre los vecinos. Entonces, ¿por qué unos pocos quisieron borrar esa imagen que, como a todos los cubanos, nos distingue en el mundo entero?

Por último, enfatiza que “el mes de julio estará siempre marcado solamente por una fecha, por un día grandioso que dio inicio a futuras y grandes transformaciones en Cuba, el día 26, cuando Fidel y sus compañeros, integrantes de la Generación del Centenario, asaltaron el Cuartel Moncada”.

Miguel Díaz-Canel visita el apartamento de Ileana Macías, conocida como la madrina del barrio.

Esta localidad, históricamente una de las más empobrecidas de la capital, siente hoy el impacto de un proyecto renovador desde el punto de vista social y constructivo, cimentado en el amor y el deseo de cada uno de sus residentes por cambiar la imagen de su barrio. Hoy se percibe allí un ambiente de paz y conciliación, donde es recurrente la empatía sin distinción de origen o profesión, y donde no se considera a nadie como un ser perdido, sino como alguien que necesita ayuda para emprender el camino de ser útil.

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