“Gracias a Santiago por darme la llave”
8/7/2019
En la noche, alguien que se respeta por si solo con su accionar y su don de gente, se acercó hasta el hotel junto a María Antonia Fong, actriz titiritera presidenta de la sección de Artes Escénicas de la Uneac santiaguera. Hay muchos proyectos y cosas que hacer por los más chicos en Santiago, que eso le interese sobremanera a Lázaro Expósito Canto me llena de ilusión y responsabilidad. Su interés legítimo y probado por el bienestar social, material y cultural de mis coterráneos me llena de orgullo. Ahí vamos, Santiago; hay espacio para todos los que aman la cultura mas allá de la responsabilidad adquirida profesionalmente, como una necesidad imperecedera. Gracias una vez más a todos.
Hoy Santiago de Cuba me entrega su llave simbólica. La recibo como el hijo de Silvia y Ángel Luis, mestizos venidos de la clase media pobre, revolucionarios hasta la médula, como mis abuelos Ana y Juan, ángeles que me sostienen cuando estoy a punto de caer irremediablemente, como suelen caer los hombres al entristecerse con tanto odio, desidia y pesimismo pululante.
Nací en Los Hoyos, un barrio multicolor donde ser humilde era un blasón como una estrella. Soy tataranieto de un mambí cuyo nombre se asienta en el viejo Parque de San Juan; por tanto, esta llave que se me entrega hoy no es simbólica, ni desconocida para mí. Atraviesa mi pecho como una espada, y me revive luminosos tiempos pasados, me apunta el futuro, ese sitio que no acabará cuando yo termine, pues es infinito, y donde se puede dialogar hasta con el polvo cósmico.
La recibo en nombre de mi familia hecha huesos y carne todavía. La debo fragmentar en pedazos para entregarla a mis maestros, los escolares y los artísticos, entre ellos distingo a Nilda García Alemán, hada protectora de mi infancia, mujer injustamente olvidada en la historia de la radio santiaguera y nacional. La entrego a los teatristas santiagueros del Guiñol, del antiguo Conjunto Dramático de Oriente y a mis amigos de la niñez. Unos por inspirarme y los otros por dejarme dirigir en ellos mis primeras obras teatrales.
Entrego esta llave al niño que fui y no me abandona. De vez en cuando se desprende de mi mano, deja de jugar y llora y grita. Debe ser la nostalgia inacabable por la ciudad que vio nacer a Antonio Maceo y José María Heredia, Frank País y Miguel Matamoros. Ante ellos y tantos otros soy nadie. Le están entregando la llave a la propia Ciudad de Santiago de Cuba que soy yo, exhalando mi aliento en otros lares de Cuba y del mundo. A través de ella sigo cantando sones y trovadas, disfruto un carnaval con tiros y cencerros. Soy una puerta invisible, y esa llave que es Santiago de Cuba abre hoy mi corazón agradecido.