George Martin en el Parque Lennon

Pedro de la Hoz
10/3/2016
Foto: Tomada de Internet
 

Siempre guardaré de George Martin, el célebre productor musical inglés que se despidió del mundo este último 8 de marzo a la edad de 90 años, dos imágenes: la de un hombre de gestos contenidos y sin embargo capaz de conducir a buen puerto las partituras que interpretó con la Sinfónica Nacional en el Teatro Amadeo Roldán, y la de él mismo mirando fijamente por varios minutos la escultura de John Lennon en el parque de El Vedado que ha sido rebautizado popularmente con el nombre del mítico autor de “Imagine”.


 

A finales de octubre de 2002 desembarcó en La Habana. La Jiribilla (no.78) le dedicó un especial que incluyó, además de una crónica de su visita, las vivencias de Martin sobre la grabación del álbum Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band, con el que se acreditó en 1967 dos Premios Grammy, y las palabras de Silvio Rodríguez al entregarle el Instituto Superior de Arte el título de Doctor Honoris Causa.

Martin, como todos saben, es reconocido como el quinto Beatle, por haber sido un factor de primerísimo orden en el lanzamiento y consolidación de uno de los sucesos artísticos de mayor calado y permanencia en la escena musical del siglo XX. 

Leo Brouwer, uno de los primeros entre los cubanos en desentrañar estéticamente, sin fanatismo y con pleno conocimiento de causa el fenómeno Beatles, le cedió la batuta a Martin para que dirigiera al organismo sinfónico en las versiones instrumentales de “Hey Jude” y “Yellow Submarine”.

En el recuerdo de aquella histórica velada vienen, entre otros, a mi memoria Joaquín Clerch, solista en la suite brouweriana para guitarra y orquesta “From Yesterday to Penny Lane”; el trovador Gerardo Alfonso, el guitarrista y compositor Luis Manuel Molina, el conjunto matancero Nuestra América y el coro Entrevoces con su directora Digna Guerra. Y veo todavía, entre bambalinas y en el público, repartiéndose y gozando de lo lindo, a Guille Vilar, contumaz promotor de la saga Beatles.

Pero la otra imagen, la del parque, es la que permanece con mayor nitidez, porque una cosa es que le hayan dicho a Martin que en La Habana había una escultura de Lennon y otra es advertir el impacto de esa magnífica pieza de José Villa Soberón. Martin, hombre que medía cada una de las palabras que decía, declaró: “Me imaginaba a John de pie y lo veo sentado, como dispuesto a conversar nuevamente conmigo”. En la conferencia de prensa se explayó un poco más: “Es una obra preciosa. Atrapa su look, sobre todo el detalle de sus labios. Es conmovedor ver que aquí las personas le quieren y le recuerdan de esta manera”.

No deja de ser curiosa esa reacción de Martin, pues entre Lennon y él hubo, al final de la carrera del cuarteto y por algún tiempo, ciertas fricciones. Sobre todo a partir de la muerte en agosto de 1967 de Brian Epstein, el manager. La grabación del Álbum blanco exasperó los ánimos y el productor en algún momento perdió la paciencia y se tomó varias semanas de descanso.

Las tensiones aumentaron cuando en 1970 Lennon y Harrison invitaron al norteamericano Phil Spector para retomara la producción del proyecto originalmente denominado Get back y que la postre se llamó Let it be. McCartney en 1981 llamó a Martin para que produjera Tug of war, reencuentro de significativo simbolismo, como también lo tuvo el hecho de que accediera a supervisar la postproducción de The Beatles Anthology, en 1995.

Martin no solo fue Beatle. Como productor tuvo una elevada cuota de compromiso y responsabilidad con los avatares del rock y el pop anglosajón al trabajar para Gerry and Peacemakers, Cilla Black, Matt Monro, Jeff Beck, John Williams, Neil Sedaka y Ultravox, entre otros. Fue también notable su aporte a la producción del tema “Candle in the Wind”, que Elton John dedicó póstumamente a la princesa Diana.

Al cumplir 75 años le preguntaron su receta para el éxito de un productor y en la respuesta fue más allá: “Puedes encontrar a alguien con talento que haga un gran éxito durante un año, pero para durar más necesitas temperamento y saber aceptar el triunfo como los fracasos. Conozco gente que ha sido destruida por el éxito rápido. Ahora es difícil satisfacer a este público joven, quieren carne, te vampirizan. Y es culpa de la televisión. Esa caja cambia los gustos de la gente, ahora los jóvenes conciben todo por ese invento y por los teléfonos móviles. Escuchan música con los ojos”.

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