Genuino canto lírico a la Cultura nacional
8/4/2020
“El poeta es aposento de un ser divino, luminoso y alado que rompe el pecho del poeta cada vez que abre en su cárcel las alas”, [i] afirmó nuestro José Martí, criterio que resulta más que elocuente cuando se analiza la poesía patriótica durante la centuria relacionada con la formación de Lo Cubano. Sobre este asunto, el brillante el escritor, doctor en Ciencias sobre Arte, Roberto Méndez Martínez (Camagüey, 1958), realizó su trabajo titulado La estrella de Cuba. Apuntes sobre la poesía patriótica en el siglo XIX.
Pluma fecunda para tratar diversos géneros literarios y para lograr inmiscuirse —¿sigilosamente?— en la urdimbre psicológica de afamadas figuras de nuestra Historia de la Literatura, en Méndez Martínez impresionan a la vez su cultura, su dominio enciclopédico pero, ante todo, su habilidad como comunicador (ante pequeños y amplios auditorios) y su constante intromisión en la red de redes. Y, en esta última, para dejarnos su inacabable caudal de sabiduría y su absoluto compromiso con Lo Cubano.
Así, y en edición especial con motivo del Aniversario 150 del Inicio de las Guerras de Independencia, la revista de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, recoge el mencionado trabajo de Méndez Martínez para, a partir de él, presentar un período histórico donde los versos buscan fijar una expresión criolla no sólo “al lograr el elogio sentimental de los rasgos singulares del paisaje insular”, sino también, y en lo fundamental, “al denunciar la doble esclavitud: la del esclavo africano y la que abarca a todos los habitantes de la colonia uncidos al yugo español".
En dicho trabajo-reseña se admiran figuras como José María Heredia, iniciador de la poesía patriótica cubana (1825), quien cimenta su pensamiento romántico en la definición de Cuba, asumida como Patria, a través de sus bellezas naturales y como entidad moral, algo que finalmente se traduce en un canto lírico a la libertad.
Según expone el ensayista y poeta, todo ello “implicaría también las actitudes contrarias a las diferentes formas de esclavitud —no solo la africana—, y las creaciones de aquellos que asumen el gradual desarrollo de una sensibilidad y una cultura propias y diferenciables respecto a España, como paso primero para una emancipación, aunque el logro de esta presuponga los más variables derroteros ideológicos”.
Mas, Méndez Martínez extiende aún más sus consideraciones y propone al lector una mirada “a la poesía en clave o encubierta”, a aquella que es preciso descifrar “bajo la expresión literal” a partir de textos de distintos bardos que enfatizan en ciertas ideas, pero sin aspirar a entrar en contradicción con la “censura” practicada por el régimen colonial.
Así ocurre “con muchos textos de Heredia —como Catón y A Sila—; en Pedro Santacilia —cuando parafrasea el Salmo 137: Junto a los ríos de Babilonia—, y con Joaquín Lorenzo Luaces, con La Oración de Matatías y Caída de Misolonghi”
Incluye en su escrito menciones especiales a dos poetas, vertientes primeras de Lo Cubano en nuestra Literatura: Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) y Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé). El primero, hijo natural, mulato, pobre, obligado a sobrevivir con la venta de sus versos en el periódico La Aurora, de Matanzas, dirigidos a la celebración de bautizos, cumpleaños y otras festividades, al igual a enaltecer las figuras de ministros o de las reinas hispanas; algo que le fue criticado hasta tildársele de adulador. No obstante, algunos estudiosos plantean que muchos aspectos de sus versos ocultaban cierto espíritu de rebelión, como es por ejemplo su soneto “El juramento”, en el que ataca a un supuesto tirano, mientras que en la “Muerte de Gesler” asume el planteamiento del tiranicidio a partir de un hecho histórico-legendario, algo que las autoridades coloniales tomaron como motivo para condenarlo a muerte. Es así como se transforma para la historia en un patriota revolucionario.
El Cucalambé, poeta culto natural de Las Tunas, se identifica como el mayor cantor de la Cultura rural insular y, en especial, de la corriente siboneísta, carente de un conocimiento de las culturas precolombinas; “con sus estampas pintorescas, con sus versos ingenuos de ascendencia aruaca y de héroes románticos armados con arcos y flechas. Entre sus poemas destacan ‘Hatuey y Guarina’”.
Asimismo, entre los bardos de esa vertiente hay que destacar además a José Fornaris, con sus Cantos del Siboney (1855), y la breve existencia de la publicación La Piragua (1856), a la que Pedro Figueredo compuso una contradanza.
Otro aspecto al cual hace referencia Méndez Martínez en su texto, y que realmente merece ser un tópico importante de estudio e investigación dentro de la Cultura cubana en general, es la presencia femenina en la poesía patriótica.
En relación con ella podrían citarse varias mujeres cuyas voces líricas fueron representativas de la lucha contra el colonialismo y, con él, contra la esclavitud. Luisa Pérez Montes de Oca o Luisa Pérez de Zambrana es ejemplo. Primeramente, con su poema en clave “Impresiones de La Sombra” (1855), que aludía a una pieza musical compuesta en 1852 por el músico Vicente de la Rosa Betancourt, en memoria del líder separatista Joaquín de Agüero, fusilado en 1851. Luisa recoge la letra de dicha pieza.
Igualmente, fue autora de la elegía “Adiós a Cuba”, una de las piezas más declamadas por los desterrados cubanos en otros países, al igual que por los mambises.
Otra escritora con una lírica cargada de fervor patriótico fue Martina Pierra Agüero (1833-1900), quien “con apenas 18 años de edad, cuando supo del proyectado alzamiento de su pariente Joaquín de Agüero, bordó una bandera que, acompañada por un soneto, entregó ella misma al patriota en Guáimaro. Hecho que le provocó el destierro de la ciudad. Aunque se casó con un oficial español, ella, sus hijos y su yerno Esteban Borrero Echeverría, conspiraron activamente por la libertad de Cuba. Conoció y admiró a José Martí, al que dedicó unos versos con motivo de su segunda deportación a la Península e incitó al pueblo para avivar la llama de la Guerra Necesaria”.
A lo largo del siglo XIX habría que rememorar también a dos voces líricas femeninas camagüeyanas. Una, Sofía Estévez, fundadora de la revista El Céfiro y quien junto a Domitila García, compuso en 1869 unas décimas de protesta contra el dominio español tituladas “A Cuba”.
Poetisa independentista fue además Catalina Rodríguez (Yara), quien ostenta el mérito histórico de ser la primera mujer que cantara en su poema “Redención” (1886) a la abolición de la esclavitud africana en la Isla. Poema publicado en el periódico habanero El País, órgano oficial del Partido Autonomista.
Finalmente, merecen ser elevadas en lo más alto de la cúspide de la Cultura nacional dos mujeres. La primera es la cronista camagüeyana Aurelia Castillo, con su inolvidable poema “Ignacio Agramonte en la vida privada”, que fue luchadora independentista además de haber desempeñado la función de editora de la inolvidable Gertrudis Gómez de Avellaneda —segunda voz lírica en este sentido— y de Martí. Fue de las que cantó con júbilo ingenuo su soneto “¡Victoriosa!”, cuando fue testigo del izaje de nuestra enseña nacional el 20 de mayo de 1902, como lo hizo igualmente otra poetisa de la generación ulterior: Nieves Xenes.
Otras interesantes aristas de la labor de los bardos patriotas —Juan Clemente Zenea se halla entre ellos, al igual que Fernando y Pedro (Perucho) Figueredo—, recorre este reconocido autor en La estrella de Cuba. Apuntes sobre la poesía patriótica en el siglo XIX. Un trabajo-reseña que bien vale ser buscado no solo por investigadores, estudiosos y profesores, sino también por todos aquellos lectores, cubanos de dentro y fuera del país, orgullosos de serlo y de su magnífica Historia. Un genuino canto lírico a la Cultura nacional.
“Redención”
Ya del látigo vil, oh, Cuba amada!
No resuena en tus campos el crujido,
Ni se llevan tus brisas el gemido
De la madre vendida y azotada.
Ya el fiero mayoral la fusta airada
Ve rota en mil pedazos confundido,
Y contempla de rabia estremecido,
Su encallecida diestra desarmada.
Catalina Rodríguez: El País, La Habana, 16 de octubre de 1886.
“A Cuba”
Cuba, Cuba, a quien adoro,
Por quien de amor late el pecho,
Cuba, qué tienes por techo
Cielo azul y rayos de oro…!
Si tú admitieras mi lloro,
Si mis penas comprendieras,
Si mis tormentos supieras
Al pensar triste y sombría
Que no eres ya, Cuba mía,
Ni sombra de lo que eras.
Sofía Estévez: Los poetas de la guerra. Colección de versos a la independencia de Cuba. Prólogo de José Martí. Universidad de La Habana, 1968.
[i] José Martí. La Opinión Nacional, 1881. T. 8, p.172.