Quienes se emocionan al ver cómo el joven Jack (Leonardo DiCaprio) sacrifica su vida por salvar la de Rose (Kate Winslset) en la versión fílmica del trágico hundimiento del Titanic, deben conocer una historia más heroica, desinteresada y real, la del joven guanabacoense Franz D’Beche, protagonizada en la madrugada del 8 de septiembre de 1934 durante el naufragio frente a las costas de New Jersey del vapor Morro Castle, que hacía la travesía La Habana-Nueva York, tragedia en que se ahogaron 132 personas entre pasajeros y tripulantes. En el caso de D’Beche, nunca se recuperó su cadáver.

El suceso tuvo repercusión mundial, cuando el nombre y el valor de Franz D’Beche le merecieron gran destaque. Pero el tiempo ha pasado —90 años—, y es gracias a ese hecho que el estadio de béisbol de Guanabacoa, inaugurado en 1953, lleva su nombre, que hoy se le recuerda.

“Mucho más trascendente es su condición de héroe, que no expira ni al paso del tiempo”.

Léase su historia, narrada a la prensa muchos años atrás por un testigo ocular:

José Hidalgo, uno de los que logró salvar la vida, contó que sobre las tres de la madrugada se encontró con su amigo Franz en la cubierta del buque envuelto en llamas y que allí coincidieron con la también cubana Rosario Camacho León, quien no había alcanzado uno de los chalecos salvavidas. La espesa humareda amenazaba con asfixiarlos y la enrojecida plancha de cubierta quemaba los pies, por lo que, dijo Hidalgo, no pudiendo estar por más tiempo a bordo. Franz cedió su chaleco a Rosario y decidió ganar a nado la costa, cuyas luces se vislumbraban en la lejanía. Confiaba en su habilidad de nadador.

Muy breve es la biografía de Franz. Vivió solo 17 años. Su carrera deportiva le deparó varios éxitos significativos para su edad. Mostró preferencia por las distancias largas, se entrenaba en el Miramar Yacht Club de La Habana y participó en competencias de natación en Estados Unidos.

Hasta dónde pudo haber llegado como deportista el joven Franz D’Beche es algo que no importa en absoluto. Mucho más trascendente es su condición de héroe, que no expira ni al paso del tiempo. Desde aquí honramos su memoria, su valor y sacrificio sin límites.