Cuenta el canario Silvestre de Balboa hacia 1608 que el capitán francés Gilberto Giron, Señor de la Ferriere, arribó con una gruesa nao a Manzanillo, puerto y jurisdicción de la villa de Bayamo en el oriente cubano. Enterado de que Juan de las Cabezas Altamirano, obispo de la isla de Cuba, se encontraba en el hato de Yara, el marino salta a tierra con veintiséis bucaneros. Luego de una caminata nocturna, prende al obispo y al canónigo Puebla, y los lleva presos a su embarcación. Allí logran rescatar al obispo por cueros y dinero, y le dan libertad. Girón muere a manos del negro esclavo Salvador Golomón.

Es el argumento de “Espejo de Paciencia”, el primer poema épico escrito en Cuba cuyo texto se conserva y donde la huella francesa viene representada en el papel del antagónico. Desde entonces hasta acá se trata de “una relación que se ha construido entre personas,más que entre gobiernos” —al decir del doctor Eduardo Torres-Cuevas— y que conecta a ambas naciones.

“Hubo por siglos, influencia de siglos. Ante todo, la huella cultural de Francia en Cuba es más profunda de lo que a veces se habla”.

“Estamos hablando del siglo XVIII, XIX, XX y lo que va del XXI. No es una relación que surgió hace sesenta años, sino hace cuatro siglos. Cuando vas a los cafetales, a los ingenios, cuando vas simplemente a los campesinos y buscas los apellidos, hay muchos apellidos franceses. Ocurrió que cada vez que había un gran movimiento político en Francia, una parte de los perdedores venían para Cuba. Eso ocurre con la Revolución Francesa, cuando cae Napoleón, en la primavera de los pueblos en 1848, con la Comuna de París, antes y después de la Primera Guerra Mundial, y durante y parte de la Segunda. Y la Revolución cubana fue muy atractiva para muchos franceses que vinieron a trabajar y a hacer su vida. Por eso destaco la relación de los pueblos, la gente, la que llega, se casa, tiene hijos, amigos. Ahí nacen los nexos culturales, mucho más profundos que los que se pueden establecer oficialmente”.

Hasta el archipiélago cubano han llegado a lo largo del tiempo miles de viajeros franceses interesados en identificar esa huella en el país caribeño. A través de sus estudios históricos, Torres Cuevas delinea las más sobresalientes.

“Una de las huellas más profundas está en el tipo de orquesta y en lo que se concibió como la contradanza francesa que también da origen a la contradanza cubana”.

“Hubo por siglos, influencia de siglos. Ante todo, la huella cultural de Francia en Cuba es más profunda de lo que a veces se habla. Para empezar, la música. En el siglo XVIII llegó a la isla el trío francés con violín, flauta y arpa. De él surge el trío cubano. Los grandes propietarios franceses traían esos tríos, pero se dieron cuenta que muchos de los esclavos tenían una sensibilidad musical y ahorraron dinero. Era mejor tener un trío en Cuba y no traerlo del otro lado del mundo. Los esclavos agarraron muy rápido el sentido de la música y estudiaron el arpa, el violín.

“Eso explica por qué surgen grandes violinistas cubanos en el siglo XIX, el caso de Brindis de Sala (padre e hijo), o José White. La evolución va a dar a lo que se llamó la “charanga francesa”, que después se quedó solo como la charanga, origen de la orquesta clásica cubana del danzón, el chachachá. Una de las huellas más profundas está en el tipo de orquesta y en lo que se concibió como la contradanza francesa que también da origen a la contradanza cubana. Así que la presencia francesa está cada vez que tocamos la música.

“La inauguración de El Templete” una de las obras del artista francés Jean Baptiste Vermay que aparece junto a “La primera misa” y “El primer cabildo” (1826), en el interior de El Templete. Imagen tomada de Cubaperiodistas

“Otro reflejo está en la arquitectura. El Templete expresa el lugar donde se fundó La Habana, pero las figuras que están dentro, en la obra pictórica, son creación del pintor Jean Baptiste Vermay, que además tuvo un teatro donde se representaron obras por artistas populares cubanos y se introdujeron muchas obras clásicas. Todo lo que se reproduce, no solo en Cuba sino en el mundo sobre el siglo XIX cubano en imágenes, pertenecen a otro dibujante francés, Frederic Mialhe. Sus imágenes se han utilizado para representar toda América Latina. Son las imágenes que nos reproducen la época, vista, no leída.

: Grabado “Vista tomada en San Francisco”, obra del artista francés Frédéric Mialhe (1810-1881), que formaba parte de su compendio “Cuba pintoresca”. Imagen tomada de la Biblioteca Nacional “José Martí”

“Si miras la ciudad de Cienfuegos que fue fundada por Don Luis De Clouet y Favrot no tiene la misma estructura que las ciudades españolas anteriores. Hay en su arquitectura la expresión original del pueblo francés.

“Los propietarios franceses en Haití se enriquecen en gran medida con el café y el azúcar. Cuando se produce la Revolución Haitiana emigran hacia Cuba a continuar el negocio del café y del cacao que tienen con París y con España”.

“Está también en la forma en que se hacían los ingenios y los cafetales. Recordemos que América se pone desde la conquista en función del mercado europeo. Lo que se desarrolla de este lado del mundo tiene que ver con las demandas de aquella región. América produce materia prima que se procesa en las industrias europeas. Entonces en distintas etapas hay producciones que adquieren una gran importancia.” 

“Los primeros intercambios comerciales en Cuba con franceses fue con piratas y bucaneros —no confundir un pirata con un bucanero, bucanero es un negociante de cueros. En ese momento el producto de más alta cotización eran los cueros. Hasta los cañones se hacían con cuero. Después hay un producto que adquiere una gran venta en Europa, que es el tabaco. Pero se van imponiendo a lo largo del siglo XVIII, el café y un producto aromático, el cacao, del cual saldría un producto europeo, el chocolate. El café va ascendiendo en su demanda, también el azúcar, el algodón, el añil y el cacao.

“Los propietarios franceses en Haití se enriquecen en gran medida con el café y el azúcar. Cuando se produce la Revolución Haitiana emigran hacia Cuba a continuar el negocio del café y del cacao que tienen con París y con España. Era una cultura productiva muy asentada, desarrollada, los cafetales no eran simples plantaciones, incluían la casa del dueño y toda la infraestructura necesaria para el proceso. En ese momento los franceses de Haití eran los más conocedores del cultivo de este grano y es lo que genera el desarrollo cafetalero en Cuba.”

“Los Miserables” de Víctor Hugo fue una de las obras francesas del siglo XIX que más influyó en el movimiento independentista cubano y en los ideales revolucionarios. Imagen tomada de internet

Como estudioso de la historia, el intelectual busca otros espacios de conexión, más allá del plano material de esa relación.

“Hay que añadir la influencia de la literatura francesa. Cuando coges la lista de los libros más leídos aquí en el siglo XIX los autores franceses tienen la prioridad —independientemente de los españoles, no estamos haciendo comparación con los españoles que son en Cuba más que una raíz, una siembra. ¿Por qué predominan los autores franceses? Porque los catalanes traducían obras del francés al español y las editaban. Entonces aparece Víctor Hugo, que va a ser la figura francesa que más va a influenciar en el movimiento independentista cubano y en los ideales revolucionarios con su famoso libro “Los Miserables”. Es una clave para el siglo XIX cubano.

 “En el propio Martí, que es un hombre universal, se nota la influencia francesa. Es uno de los pocos cubanos que ve la inauguración de la Torre Eiffel.  Su admiración por Víctor Hugo es enorme. De las cosas que en Martí más fuertemente influyó está la obra de Víctor Hugo.

Paisaje arqueológico de las primeras plantaciones de café del sudeste de Cuba, testimonio de un modo de producción y un estilo de vida profundamente imbricados con nuestra cultura. Declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 2000. Imagen tomada de la Oficina del Historiador de la Ciudad

“Durante el siglo XVIII también fue trascendente en Cuba la lectura de los enciclopedistas franceses. Pero hay dos figuras esenciales para el pensamiento cubano en el comienzo del siglo XIX: Jean-Jacques Rousseau y Montesquieu. Ellos son claves para entender el pensamiento moderno de Cuba. También tiene una influencia importante Augusto Comte, iniciador del positivismo.

“Otro aspecto interesante, los hijos de franceses nacidos en Cuba que aportaron a la ciencia. El más grande de todos es Felipe Poey, quien escribe la obra científica más importante del siglo XIX cubano relacionada con el estudio de la naturaleza, su “Ictiología cubana” es un clásico.

“Francia tiene otros enfoques, pero creo que sigue existiendo como una especie de conexión que es más cultural, siempre fue muy cultural entre Cuba y Francia, una conexión social”.

“Más hacia acá hay una tremenda influencia también, asociada ahora con los revolucionarios y los intelectuales franceses de la posguerra. Estamos hablando de Jean Paul Sartre, Foucault, Derrida, de todo lo que fue el gran movimiento de ideas que hubo después de la Segunda Guerra Mundial y fundamentalmente en los años 1960 y 1970.”

Con esos antecedentes, ¿qué más podría conectar a los viajeros galos con la realidad de Cuba?

“El mundo ha cambiado, pero veinte años atrás muchos franceses venían fascinados por la Revolución cubana, por la imagen del Che que era todo un mito. Muchos también venían fascinados por la figura de Fidel y otros por la curiosidad de conocer algo que era distinto, que no se parecía a nada por su propia configuración política y por su propia historia. Era muy atractivo un pequeño país que estaba enfrentado a una gran potencia y que no habían logrado derrotar. Ese es un factor que influyó mucho en un tipo de turismo que hubo en una etapa. 

“Francia está llena de imágenes cubanas que ni los franceses saben”.

“Ya Francia tiene otros enfoques, pero creo que sigue existiendo como una especie de conexión que es más que cultural, siempre fue muy cultural entre Cuba y Francia, una conexión social y te diría también de mentalidades, de ideas que a veces han convergido. Hay otro aspecto también muy interesante, el Caribe en general es muy atractivo a nivel mundial, independientemente de cosas que han ocurrido en los últimos veinte años, siempre Cuba fue del Caribe la zona más conocida y atractiva.

“Trabajé en París en la guía Michelin, es una belleza, una obra de arte. Vas a encontrarte que sobre Cuba la imagen no es igual y eso la hace muy atractiva. Cuba es como el gran producto exótico, sabes que existe, y como la manzana de Adán, tienes la tentación de probarla.”

Pero también hay una porción de ese vínculo que se manifiesta del otro lado del Atlántico, por eso antes de terminar Torres-Cuevas hace referencia a la presencia cubana en Francia. Los nombres del poeta José María Heredia, el parnasiano José María de Heredia y quien fuera alcalde de París, Severiano Heredia, sobresalen en la conversación. También menciona al doctor Albarrán, tan destacado en el ámbito de la medicina cubana como en el galo. Y recuerda su paso por el castillo de Chenonceau para reconstruir la historia de cómo fue adquirido por la familia Terry hacia 1891.

“Francia está llena de imágenes cubanas que ni los franceses saben”, afirma y sigue hilvanando otras muchas conexiones que bien valdría la pena redescubrir.


*Tomado de Travel Trade Caribbean, TTC