Florian Weber: “El futuro de la música en Cuba es grande”
“Viva Cuba”. Ese es el título del primer tema que regaló el pianista y compositor alemán Florian Weber en su primer concierto en La Habana, como parte del Festival Internacional Jazz Plaza. Constituye una reafirmación, en el lenguaje de la música, de la admiración que, según confesó, siente por nuestro país.
El Festival me invitó, y para mí siempre ha sido un sueño venir a Cuba. Conozco muchos músicos cubanos que viven en Alemania y admiro el alto nivel que poseen. Desde que estoy aquí he sido testigo del talento y el rigor de los estudios de música en Cuba. El primer día hice un workshop en la Escuela de Arte. El nivel es alto: nunca vi muchachos de 18 o 20 años con tanta preparación. El futuro de la música en Cuba es grande.
Modesto e inmenso, Florian Weber conversó con el público luego de tocar cada una de las piezas que integraron el repertorio del concierto. “Estoy agradecido, porque están aquí conmigo, porque escuchan mi música, porque me acompañan en un concierto que es para ustedes”. Desbordaba alegría y euforia por estar en un país al que quiere volver. “Es más, quiero quedarme”.
Junto a los jóvenes e impresionantes músicos Héctor Randy Olmo Gómez, en la batería, y Ernesto Leandro Sánchez Álvarez, en el contrabajo, interpretó “Slow guns” —según su traducción, prefiere llamarla “Canción para la paz”—, “Passacaglia”, “Honestly” y “Melodía para una leyenda”.
Estoy realmente emocionado al tocar con estos muchachos. Han aprendido la música para este concierto solamente en dos días. Y aquí están, tocando con el alma. Me hacen muy feliz. En este país abunda el talento en el arte y en la música. Por eso tantos artistas queremos visitarlo.
Florian Weber es uno de los pianistas de jazz más prestigiosos de Europa. Domina a la perfección la técnica, según la crítica especializada, pero además se le elogia por la gran originalidad en la improvisación. Con su trío interpreta música original y estándares de jazz, así como versiones muy novedosas de temas conocidos del pop. Al concluir el concierto, y en diáfana conversación, le pregunté qué había significado su viaje a Cuba.
He aprendido mucho. Había visto y escuchado música cubana, fundamentalmente de jazzistas, pero al venir a Cuba he podido descubrir más variedad. Me gusta cómo combinan la armonía clásica con los ritmos cubanos; tienen su propio lenguaje. Es muy interesante para mí; es justamente lo que busco en mi carrera: un lenguaje propio.
Hablé con Chucho Valdés una vez en Polonia y me dijo que no escuchara tanta música de otros y me concentrara en la mía. Es valioso su consejo, y lo comprendo, pero me apasiona conocer el trabajo de otras personas. Muchas veces se me ocurren ideas nuevas de esa manera.
“Podemos desarrollar armonías modernas en lo clásico y encontrar el camino para combinarlas con el jazz contemporáneo”.
Con las exigencias de la técnica en el ámbito clásico y la libertad que ofrece el jazz, ¿cómo lograr la combinación ideal?
Aprendí jazz cuando estudié en Boston. En Alemania es muy tradicional. Cada día aprendes lo tradicional y lo repites; no desarrollas tu propia lengua. Las armonías de las canciones son más o menos simples, pero algunas son más complejas. Crecí con la música de Ravel y Debussy, por eso quiero combinarla con el jazz y con lo que aprendí después en Estados Unidos. Creo que con la música rusa —por ejemplo, las obras de Aleksandr Skriabin— podemos desarrollar armonías modernas en lo clásico y encontrar el camino para combinarlas con el jazz contemporáneo.
¿Tienes proyectos futuros?
Tengo un proyecto que debo escribir en una semana para una orquesta de cuerdas en Alemania, sobre la base de la música de Bach, en la ciudad alemana de Bonn. Luego haré una gira de tres semanas con un trompetista muy famoso en Estados Unidos y Europa, con el que me entusiasma trabajar. Además, deseo volver pronto a Cuba. Es otro de mis planes.