Fidel y su aliento inquebrantable en defensa de la paz
Las aportaciones de Fidel no pueden circunscribirse a un período histórico limitado. El alcance, y trascendencia de las mismas, en tanto no prescribirá jamás, impacta en nuestras sociedades sin límite epocal alguno.
Su legado, que se cimentó desde el primer día de lucha, se agiganta con el paso del tiempo, precisamente por la utilidad de sus análisis y accionar ante las problemáticas de un mundo cambiante, donde la condición humana se lacera constantemente en aras de los intereses del capitalismo monopolista transnacional.
No es posible, en breves líneas, examinar todas sus contribuciones. En su ejecutoria brillante hay incontables pilares. La lucha por la paz mundial, y el cese de la carrera armamentista y la desnuclearización, es uno de ellos.
Desde muy joven comprendió que el sistema de relaciones internacionales, a escala global, estaba compelido a llevar adelante transformaciones estructurales, como condición sine qua non para garantizar la existencia de la especie humana.
“En este 2025 que asoma su rostro, las enseñanzas fidelistas se convierten en acicate para avanzar por los senderos a los que no renunciamos”.
En los comienzos de la epopeya revolucionaria, reflexionó sobre estas problemáticas. Lo hizo, no describiendo las falencias de un orden injusto sino brindando múltiples alternativas, mediante las cuales plasmaba una mirada comprometida con nuevos derroteros.
El 26 de septiembre de 1960, en ocasión de su memorable discurso a propósito de la XV Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, estremeció al auditorio reunido en Nueva York, y a la comunidad internacional en pleno, al sentenciar, hundiendo sus palabras en la raíz misma de este asunto: “¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desparecido la filosofía de la guerra! ¡Desaparezcan las colonias, desaparezca la explotación de los países por los monopolios, y entonces la humanidad habrá alcanzado una verdadera etapa de progreso!”.
A los 34 años de edad encarnó de manera genuina un liderazgo internacional, a partir de que enarboló las causas de mayor alcance global desde una nítida perspectiva tercermundista. Bajo ese prisma deben escrutarse sus señalamientos fundamentales, convertidos a la vez en ejes en torno a los que se articuló un pensamiento coherente a lo largo de toda su vida.
Entre muchas de las valoraciones que planteó en esa oportunidad aparecen las siguientes ideas: “Mientras se avanza en el camino del desarme, hay que también avanzar en el camino de la liberación de ciertas zonas de la tierra del peligro de la guerra nuclear”; “La Asamblea General tiene que discutir la propuesta de desarme nuclear total y completo”; “Con la quinta parte de lo que el mundo se gasta en armamentos se podía promover un desarrollo de todos los países subdesarrollados, con una tasa de crecimiento del 10% anual”; “La guerra es un negocio. Hay que desenmascarar a los que negocian con la guerra, y los que se enriquecen con la guerra”. Como expresión de su análisis integral, afirmó que: “Los problemas del mundo no se resuelven amenazando ni sembrando miedo”.
Sobres estas cuestiones volvería una y otra vez. En 1979, en el propio recinto de Naciones Unidades, y en su condición de presidente del Movimiento de Países No Alineados, remarcó que: “Aspiramos a un nuevo orden mundial, basado en la justicia, la equidad y la paz, que sustituya al sistema injusto y desigual que hoy prevalece”; “La paz, para nuestros países resulta indivisible”; a lo que añadió: “El empeño por consolidar la distensión y evitar la guerra es una tarea en la que todos los pueblos deben participar y ejercer su responsabilidad”.
En 1995, durante las celebraciones por el cincuentenario de la creación de la ONU, y en el 2000, en la denominada Cumbre del Milenio, Fidel prosiguió desarrollando evaluaciones de gran profundidad sobre estas temáticas.
Políticos, intelectuales, académicos, luchadores sociales, líderes religiosos, defensores ambientalistas, entre múltiples sectores, estudiaron sus propuestas en aras de encontrarle solución a los conflictos, y otros males, que ponían en peligro la vida en la tierra.
En el plano hemisférico, asimismo, es incalculable el impacto de su quehacer infatigable, en cuanto al fomento de la paz y la resolución de disputas por la vía diplomática. El caso colombiano, no el único en modo alguno, es emblemático a partir de la originalidad que distinguió el papel desarrollado por Cuba bajo su estela. Fue tal su autoridad moral que en ese y otros muchos ejemplos, cada una de las partes reconocía, invariablemente, su prestigio incuestionable para mediar, en pos de avanzar en las negociaciones y evitar el derramamiento de sangre.
Fidel denunció también, desde el comienzo de la gesta emancipatoria, el derecho inalienable en todo el orbe a superar el colonialismo ejercido por países privilegiados, cuyo enriquecimiento se fraguó, a través de una explotación despiadada, durante centurias, de nuestros recursos naturales y humanos.
“Fidel no dejará de fundar”.
Defendió asimismo, en todas las tribunas, al heroico pueblo palestino y a su determinación inquebrantable de vivir en paz, construyendo su destino, sin aceptar imposiciones de ninguna clase. Sus pronunciamientos en innumerables escenarios, en favor de esa nación, fustigan hoy con renovado vigor a los genocidas sionistas que masacran a niños, mujeres, y ancianos en Gaza y otros territorios.
Hay un Fidel gallardo, en resumen, que se (nos) mantiene alerta ante los peligros que acechan. Su vigilia creadora es un estímulo para los que no claudicamos, en cualquier latitud.
En este 2025 que asoma su rostro, las enseñanzas fidelistas se convierten en acicate para avanzar por los senderos a los que no renunciamos. Tenemos el deber de hacerlo, como nos educó, con espíritu creador y desde una dimensión dialéctica en la que superemos, cada jornada, nuestras deficiencias y limitaciones.
Fidel no dejará de fundar. Es una de las certezas que compulsan nuestras fibras. Está en las manos de los “agradecidos”, que nos inspiramos en su magisterio, remontar los obstáculos y convertir en victoria cada combate. Es útil dejarlo claro en el alumbramiento del nuevo año. Esa convicción es nuestro canto a la paz, desde la impronta del gigante que nos inspira.