Entre las muchas injusticias a reparar por la Revolución triunfante el 1ro. de enero de 1959, figuraba la reorganización del hoy Ballet Nacional de Cuba, destruido por la tiranía batistiana, en septiembre de 1956, por no prestarse Alicia y Fernando Alonso, y sus más cercanos colaboradores, a convertirse en un agente propagandístico de ese régimen sangriento. La escasa subvención que recibía el conjunto, arrancada al Estado cubano desde 1950, por la presión de la FEU y de otros sectores progresistas de la nación, fue cercenada en vil represalia, lo que llevó a que los valores más prometedores quedaran viviendo solamente en el quehacer de la Academia de Ballet Alicia Alonso, cuyos directivos no perdieron nunca la fe en un futuro mejor.
Dos personas muy cercanas a Alicia y Fernando y al quehacer del conjunto, fueron claves en hacer posible que Fidel, desde los días de la Sierra Maestra y en los primeros momentos del triunfo revolucionario, pudiese estar al tanto de la magnitud que entrañó tan injusta agresión para la cultura de nuestra Patria. Fueron ellos el Dr. Julio Martínez Páez, Comandante del Ejército Rebelde, combatiente de la Columna 1, al mando del líder de la Revolución hasta el final de la guerra y primer Ministro de Salud Pública del Gobierno Revolucionario; y el Capitán Antonio Núñez Jiménez, topógrafo del Che en la contienda del Escambray y Santa Clara. Ambos habían sido fieles colaboradores del ballet cubano desde la fundación de la compañía el 28 de octubre de 1948. Núñez, amigo personal de los Alonso y casado con la bailarina Lupe Véliz, fue miembro del Ballet, en el cual desempeñó diversas tareas, especialmente en la época en que fue perseguido ferozmente por sus ideas comunistas. El Dr. Martínez Páez, entre sus muchos vínculos con nuestro movimiento balletístico, ostentó los de Presidente de la Asociación “Alicia Alonso” Pro Ballet en Cuba y del Patronato del Ballet de Cuba, dos instituciones claves en la defensa del ballet cubano en la etapa de nuestro bochorno republicano.
Tuve el privilegio de oír al propio Martínez Páez en las frecuentes visitas que hacíamos los integrantes del Ballet Nacional de Cuba a su casa en Miramar, narrar cuán receptivo era el líder de la Revolución cuando en las escasas treguas de los combates y la lucha guerrillera, él le brindaba las informaciones sobre los triunfos y avatares que la prestigiosa institución artística padeció durante los desgobiernos de turno. Por ello no fue casual que las primeras funciones del conjunto después del triunfo revolucionario fuesen dedicadas al Ejército Rebelde y al Gobierno Revolucionario, en el entonces Teatro Blanquita, hoy Karl Marx, a partir del 3 de febrero, que contaron con la presencia de Fidel y las palabras de apertura a cargo del Dr. Martínez Páez.
Es muy conocida la anécdota de que acompañado de Núñez Jiménez, el Comandante en Jefe visitó pocos días después de la victoria la casa de los Alonso y les garantizó todo el apoyo para la reorganización de la compañía, la que se efectuó en el mes de julio de ese propio año 1959. Sin embargo, la muestra mayor de ese apoyo a nuestro ballet se produjo cuando en su condición de Primer Ministro firmó la Ley 812, promulgada el 20 de mayo de 1960, que no solo garantizó económicamente el futuro del ballet cubano, sino que le reconoció su honrosa labor en pro de la cultura nacional. En su texto se afirmó que “el ballet constituye, sin duda alguna, una de las más elevadas y hermosas manifestaciones artísticas, que cuenta ya con tradición en nuestro país debido al esfuerzo realizado por instituciones privadas, principalmente el Ballet de Cuba que, a través de largos años de paciente y tesonera labor, ha logrado mantener el culto y la afición por la danza, alcanzando su primerísima figura, la eximia ballerina Alicia Alonso, notables triunfos que honran a nuestra Patria”.
Poco antes había dado su apoyo entusiasta al Primer Festival Internacional de Ballet con su asistencia a una función pública masiva,celebrada en la entonces llamada Plaza Cívica, el 27 de marzo de ese propio año.
A partir de entonces la cercanía de Fidel nos acompañó siempre, en su gestión política y gubernamental, asistiendo a nuestros espectáculos, a los diversos homenajes tributados a Alicia y a los miembros de la compañía, a celebraciones de especial relevancia histórica, como la celebración del 30 aniversario de la compañía y del 35 del debut escénico de Alicia en Giselle, los días 31 de octubre y 2 de noviembre de 1978, respectivamente; en la entrega solemne de la Orden José Martí a nuestra ilustre bailarina en el Palacio de la Revolución, en el 2000; o cuando el 22 de junio del 2001 entregó a la Escuela Nacional de Ballet el hermoso palacete que tiene ahora por sede, y en el cual más de cuatro mil alumnos de las escuelas habaneras se iniciaron en el arte del ballet, mediante los Talleres Vocacionales que él gestó y apoyó de manera decisiva, así como por su constante apoyo en la realización del Curso de Historia y Apreciación del Ballet, que en el 2002 desarrollamos en los programas de Universidad para todos.
El 19 de octubre del 2002 nos concedió el honor de pronunciar las palabras de apertura del XVIII Festival Internacional de Ballet de La Habana, ocasión en que dejó plasmada su valoración de la hermosa brega histórica de nuestro ballet. “La Revolución cubana —afirmó entonces— desde los primeros meses del triunfo, puso a disposición de aquella compañía danzaria los recursos disponibles, en el afán de que se desarrollara, expandiera y creciera. La excelencia de Alicia, su talento, su tenacidad y su ejemplo, que inspiraron a generaciones de brillantes artistas, hicieron posible el milagro: la existencia del Ballet Nacional de Cuba con calidad y prestigio mundial; el nacimiento de la escuela cubana de ballet, síntesis de universalidad, tradición, cubanía y estilo propios, reconocida y aclamada en cualquier parte del mundo; la formación de nuevos y extraordinarios valores y la posibilidad de lograr otros ambiciosos sueños”.
La preservación de ese “milagro”, con fidelidad, sentido de pertenencia y con las más altas cotas de excelencia en su proyección nacional e internacional, constituye el más sentido homenaje que todos los integrantes del ballet cubano debemos rendirle en este jubileo por el 95 aniversario de su natalicio.