La experiencia histórica única de Cuba no se puede copiar en ninguna parte, pues la pequeña nación ofrece al mundo algunas lecciones tremendas sobre los valores del socialismo humanista, combinados con el pensamiento y la práctica antiimperialistas. Mucho de esto se debe a la singular y aplicada “síntesis de las ideas de Martí y del marxismo-leninismo” de Fidel Castro. Sin embargo, es necesario un estudio más amplio de la historia de los movimientos independentistas cubanos y latinoamericanos para apreciar los elementos clave de la contribución de Cuba: el humanismo, la construcción de proyectos sociales y socialistas originales, la unidad revolucionaria frente a los sucesivos asaltos imperiales y el compromiso con el humanismo y el internacionalismo.
“Era necesario un proceso revolucionario fuerte y unido para construir y defender conquistas sociales reales en un ambiente hostil”.
Fidel es uno de los gigantes del siglo XX que lideró tanto una revolución social victoriosa como la construcción de una nueva sociedad. Su perspectiva y reflexiones posteriores sobre esos procesos son invaluables. Poco después del triunfo de la revolución, en 1961, observó que no había forma de que el proceso revolucionario cubano evitara el conflicto con el poder imperial. Era ingenuo imaginar, dijo, que el poder imperial no chocaría con la reforma agraria, la nacionalización de los servicios públicos y la creación de “una economía independiente y una vida política independiente”. Era necesario un proceso revolucionario fuerte y unido para construir y defender conquistas sociales reales en un ambiente hostil.
Mucho después, en el año 2000, Fidel hizo su ya famosa declaración sobre el carácter de la revolución: “Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; (…) es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”. Se inspiraba en corrientes del pensamiento latinoamericano, especialmente en Martí, pero también en la resistencia indígena de Hatuey en Cuba y Túpac Katari en Bolivia, y en los posteriores libertadores del continente del colonialismo. Simón Bolívar había dicho en 1816: “Debemos formar una gran nación, cueste lo que cueste, y todo lo demás será tolerable”. La idea de Bolívar, adoptada tanto por Fidel como por Hugo Chávez, era formar una nación continental y republicana que incluyera ciudadanos de todas las “razas”, cuyos derechos serían respetados sin discriminación.
Veamos un poco más de cerca los temas clave del pensamiento revolucionario y antiimperialista de Cuba.
1. Humanismo
De José Martí, tan influyente en Fidel, vemos una poderosa influencia humanista y probablemente mayor idealismo que el de los marxistas occidentales. Martí, él mismo influenciado por liberales anteriores, librepensadores y cristianos, incluidos Félix Varela y José de la Luz y Caballero, combinó fuertes conceptos morales y liberales radicales en una perspectiva revolucionaria y antiimperialista. Comenzó con un concepto de justicia y lo amplió para incluir las libertades civiles y el acceso a la educación y la cultura, porque “ser culto es el único modo de ser libre”. A su vez, se dijo que la educación incluía la inculcación generalizada de la conciencia social y la cultura ética, así como altos niveles de educación formal. Mientras no se lograra la justicia, tenía que haber una lucha social, y, en el caso de intereses atrincherados implacables, y en particular el dominio colonial, una lucha revolucionaria.
En su famoso ensayo de 1891, “Nuestra América”, Martí escribió: “Una nube de ideas es algo que ninguna proa blindada puede aplastar. Una idea vital encendida ante el mundo en el momento adecuado puede, como el estandarte místico del juicio final, detener una flota de acorazados”. Fidel, como Martí, creía en el poder de las ideas.
El punto de partida de Martí en el ser humano llevó a la profunda preocupación expresada reiteradamente por Fidel por la supervivencia de la especie humana. En “Nuestra América” escribió Martí: “Hay que tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor”. Agregó que “no hay odio racial, porque no hay razas”. En esta tradición, más de un siglo después, en 2001, declaró en la Conferencia Mundial contra el Racismo que “cualquier doctrina de superioridad racial es científicamente falsa, moralmente condenable, socialmente injusta y peligrosa, y debe ser rechazada junto con las teorías que intentan determinar la existencia de razas humanas separadas”.
Influido a su vez por Fidel, Ernesto Che Guevara también habló de la necesidad de crear “hombres y mujeres nuevos” para la construcción del socialismo, destacando los valores de libertad, colectivismo, sacrificio, un sentido más amplio de educación y conciencia social. Esto ayudó a definir la corriente del humanismo cubano.
2. Originalidad
Durante dos siglos, pensadores progresistas latinoamericanos como Rodríguez, Martí y Mariátegui han rechazado la idea de copiar modelos sociales o económicos, centrándose en principios y valores que pueden ser compartidos por varios sistemas socioeconómicos. Martí escribió: “La historia de América desde los incas hasta el presente debe ser enseñada en sus más mínimos detalles, aunque los arcontes griegos no la enseñen. Nuestra propia Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra; lo necesitamos más”. Una línea similar de razonamiento se oponía al dogma económico. Los problemas debían ser “sujetos a debate, no sometidos a una escuela de pensamiento económico predeterminada”.
“América Latina tiene distintos modos de producción y de relaciones sociales”.
El marxista peruano José Carlos Mariátegui reforzó esta idea de un camino latinoamericano distinto, desafiando el dogmatismo y elevando la importancia de la cultura local. América Latina tiene distintos modos de producción y de relaciones sociales, según dijo. Al igual que Martí, sostenía que los “modelos” no podían copiarse de un contexto social a otro.
Los analistas cubanos han argumentado a menudo que el desarrollo social de la Cuba revolucionaria se basa en “principios” con una “flexibilidad necesaria” de los modelos económicos, o la elaboración de planes económicos “flexibles” que responden a condiciones particulares. Los países pequeños, en particular, deben adaptarse a sus circunstancias. Los avances deben basarse en raíces históricas y culturales.
Sin embargo, al reconocer el conflicto más amplio entre el capital y el trabajo, Martí rechazó una respuesta formulista y escribió en 1875: “Cada país crea su propia economía especial, [que es] la combinación de soluciones a distintos conflictos entre trabajo y riqueza: no hay leyes inmortales. (…) En cada país hay una historia especial del capital y del trabajo. (…) Para historias particulares, soluciones particulares”.
Por todas estas razones el programa del Partido Revolucionario Cubano de 1892 se basó en amplios principios y consideraciones éticas, aplicados a cosas tales como el trabajo libre, la abolición de la explotación, la igualdad social, la creación de un “pueblo nuevo” y la conducta de la guerra revolucionaria. No había un “modelo” económico definido. Tanto Martí en la teoría como Fidel en la práctica mantuvieron un grado de pragmatismo o flexibilidad táctica al centrarse en los principios y argumentar que las circunstancias deben abordarse con medidas “necesarias”.
Gran parte del enfoque de Martí fue adoptado por los primeros marxistas de Cuba, como Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Blas Roca y Juan Marinello. Baliño se basó en la idea de Martí de una amplia alianza antiimperialista, diciendo que Martí era el libertador, poeta y Apóstol de Cuba, pues había capturado los corazones de la gente como “una luz guía”. Mella adoptó el internacionalismo de Martí y dijo en la era de las dictaduras respaldadas por Estados Unidos: “No es posible en la Cuba de Martí que pensar libremente pueda ser un crimen”.
El manifiesto de 1955 del Movimiento 26 de Julio sigue las ideas revolucionarias, colectivistas y redistributivas de Martí, exigiendo una expansión masiva de la educación y nuevos programas culturales. En esta tradición Fidel identificó a los protagonistas de la revolución como “las grandes masas no redimidas” que habían sido engañadas y traicionadas, incluidos los trabajadores rurales e industriales, pequeños agricultores, microempresarios, estudiantes y jóvenes profesionales.
Tras la revolución encabezada por Fidel, los analistas cubanos hablan de un proceso de “acumulación social” que combina las nociones marxistas de acumulación económica con la idea cubana de “la transformación del ser humano [mediante] la educación, la salud, la seguridad social, la creación de valores y diferentes formas de participación”. En la década de 1990 se decía que esta idea estaba “en la raíz de las razones por las que Cuba no replicó el ciclo euro-soviético” de colapso del socialismo y transición a un modo capitalista.
3. Unidad revolucionaria
Martí fue el primero en prever la necesidad de “una segunda independencia” en la era neocolonial. Esto lo llevó a llamar a la “unidad revolucionaria” y un solo Partido. En “Nuestra América” escribió: “¡Los árboles deben formar filas para bloquear al gigante de siete leguas! (…) Debemos movernos en líneas tan compactas como las vetas de plata que yacen en las raíces de los Andes”. Frente al “gigante” tenía que haber unidad, pero, dentro de eso, autocrítica: “La política es estrategia. Las naciones deben criticarse continuamente a sí mismas, porque la crítica es salud, pero con un solo corazón y una sola mente”.
Las fuerzas revolucionarias necesitaban la alianza más amplia entre campesinos, trabajadores, estudiantes y todos los desposeídos y “los pobres de la tierra”. Martí vio la “unidad revolucionaria” con un solo Partido como la única forma en que una pequeña nación podría evitar ser dividida y dominada por el imperialismo. Gran parte del mismo principio se aplicó al continente. Los pueblos de América Latina tenían que estar libres de las potencias imperiales, que siempre habían buscado dividir y vencer. La propuesta estadounidense de una unión aduanera “panamericana” fue fatalmente asimétrica y le dio la mayor ventaja a Washington. Cuba ve hoy la Organización de los Estados Americanos de la misma manera.
Para Mella el proyecto de unidad latinoamericana también era central, es decir, la unidad de las fuerzas revolucionarias fue clave. Siguió el compromiso de Martí con un concepto amplio de cultura, que incluía la construcción de conciencia, así como la educación formal y las artes. Donde Martí había dicho “primero la justicia y después el arte” y “ser cultos para ser libres”, Mella afirmó que “la cultura es la única emancipación, real y definitiva”.
4. Internacionalismo humanista
El otro rasgo definitorio de la Revolución Cubana ha sido su internacionalismo humanista, especialmente a través de la formación y envío de médicos y educadores a todos los rincones de la tierra. Aquel proceso fue tan extenso que la pequeña isla se ha convertido en la mayor formadora de médicos de otros países, convirtiendo a Cuba, en los mundos de Kirk y Erisman, en una potencia médica mundial.
Este internacionalismo ha incluido la asistencia en la lucha por la independencia de varias antiguas colonias, en particular Argelia, Angola, Namibia y Sudáfrica. En las últimas décadas, el enfoque ha regresado a la asistencia médica, con exitosos programas de capacitación masiva en América Latina y África. Sin embargo, probablemente el programa más grande (a prorrata) y más exitoso se llevó a cabo en Timor-Leste, un pequeño país del sudeste asiático recientemente independizado. No solo los profesionales cubanos —cumpliendo una promesa de Fidel— capacitaron a más de 1000 médicos, las brigadas médicas cubanas también ayudaron en la transmisión e inserción de las ideas de la medicina social en el sistema de salud de Timor Leste. Por sus ideas comprometidas en los campos del humanismo, la originalidad, la unidad revolucionaria y el internacionalismo, Cuba revolucionaria ha sido y sigue siendo un impacto único y poderoso en el mundo.