Fernando Ortiz: exponente crucial de la vocación humboldtiana en Cuba
Alcanzar un cuarto de siglo de existencia —ya sea institucional o personal— reviste siempre especial significación, como recién comprobamos en la Fundación Fernando Ortiz, cuya creación en La Habana de 1995 celebramos con más énfasis en el 2020 que en otros aniversarios.
Precisamente hoy, cuando la Casa Museo Alejandro de Humboldt cumple sus primeros 25 años integrada a la Oficina del Historiador de La Habana, su entidad fundadora y símbolo socio-cultural para todos los cubanos gracias al talento privilegiado y eficaz de su historiador inolvidable, el Dr. Eusebio Leal, sentimos una doble motivación para exponer algunas ideas en este importante acto de merecido recuento y también de necesaria proyección. En primer lugar: las similitudes intelectuales y humanas latentes en dos sabios de la talla científica y cívica de Humboldt y Ortiz; los retos que podemos afrontar de conjunto las instituciones que ostentan los nombres de ambos polímatas, Casa Museo Alejandro de Humboldt y Fundación Fernando Ortiz.
“Alejandro de Humboldt y Fernando Ortiz: la dignificación humana a escala universal”.
Estimados amigos, como expresé en la presentación a la más reciente edición cubana del Ensayo político sobre la Isla de Cuba, publicado por la propia Fundación en el año 1998, basándonos en la primera edición que existe de esta obra en nuestro país, impresa en La Habana de 1930 gracias a Ortiz y la valiosa Colección de libros sobre temas cubanos que él impulsó en reivindicación de los mejores recursos de la bibliografía nacional, considero que:
Nadie como Fernando Ortiz supo aquilatar la magnitud de la obra de Alejandro de Humboldt y reconocer que su trascendencia lo hacía fuente imperecedera de la obra filosófica del patriarcado intelectual cubano, de lo iniciado por Varela, Saco, Arango y Parreño, Heredia, Poey, Villaverde, Domingo del Monte, y Luz y Caballero; este último uno de los primeros en destacar que Humboldt había fijado un momento de la historia cubana y que en esa dimensión debía considerarse como su emérito y segundo descubridor.
Breves palabras firmadas un mes como el actual, octubre de 1997, que concluí con esta exhortación:
Al lector cubano y al del mundo ofrecemos este libro, monumento de creación para el hombre de todos los tiempos, motivados hondamente con esta conjunción de dos científicos insignes, útiles y provechosos, contribuyentes a nuestra identificación, iluminados e iluminándonos desde sus visiones enciclopédicas, interdisciplinarias y globales, siempre imbuidos de las ideas experimentales de una ciencia moderna para el progreso y el desarrollo. ¡Sea pues en homenaje a nuestros segundo y tercer descubridores!
Tras esa presentación de solo dos cuartillas, aparecen íntegramente las 250 páginas originales del Ensayo político de la Isla de Cuba, junto a dos textos en los que Humboldt complementa sus observaciones cubanas, así como otros escritos de sumo interés titulados: El traductor de Humboldt en la historia de Cuba, firmado por Fernando Ortiz, y Ensayo preliminar, suscrito por J. S. Thrasher, a modo de prólogo a una de las versiones en idioma inglés de esta obra (Nueva York, 1856), luego de varias impresiones existentes en otras lenguas, como la edición príncipe, publicada en idioma francés (París, 1807), y la única en idioma español (Madrid, 1826) que precedió a la edición cubana realizada por Ortiz, incluyendo en ella su erudita Introducción biobibliográfica (La Habana, 1930), que deseo compartir con ustedes al menos a través de este ilustrativo fragmento:
Alejandro de Humboldt está íntimamente enlazado a la historia de la cultura cubana y de la conciencia nacional, pues fue uno de los que, a comienzos del siglo XIX, estudiaron los caracteres culminantes de la sociedad que aquí vivía y sus factores geográficos, físicos y económicos, abriendo una trocha en la fronda por donde después penetraron José Antonio Saco, La Sagra, Poey, Rodríguez Ferrer y tantos otros. Podemos imitar la frase feliz de un embajador alemán, Dr. Karl Bunz en la manifestación de una estatua conmemorativa de Humboldt realizada en 1910: “El autor de la obra Cosmos pertenece al mundo; el ilustre sabio pertenece a Alemania; el autor del Ensayo político sobre la Isla de Cuba a esta patria cubana pertenece”.
¡Sea pues en homenaje a nuestros segundo y tercer descubridores!
Dicho esto, para profundizar en las similitudes que identifican a dos sabios de la talla humana y académica de Humboldt (Berlín, 1769-1859) y Ortiz (La Habana, 1881- 1969), con legítimo orgullo compartido entre cubanos y alemanes enunciaré sus principales hermandades: intelectualmente, las obras desarrolladas por ambos investigadores constituyen sendos paradigmas científicos en sentido general, y particularmente en materias estudiadas con una perspectiva humanista que incluye las más diversas y a la vez complementarias disciplinas, abarcando desde la Historia, la Geografía y la Demografía, hasta la Economía, la Sociología y la Antropología.
¿Cuánto del rigor analítico y amplia cosmovisión característicos del corpus humboldtiano advertimos en la prolífera obra de Ortiz; a la vez que cuánta creatividad conceptual e impacto social propios del trabajo orticiano son también distintivos del infatigable y acucioso quehacer de Humboldt? Transdisciplinarios por antonomasia, sus profundos pensamientos, consecuentes actos y relevantes aportes entre los siglos XIX y XX resultan cada vez más transnacionales o globales, con una creciente aplicación teórica y práctica por parte de la comunidad científica mundial, como demuestra una revisión de la más reciente bibliografía producida en el siglo XXI, con sus fuentes explícitas y referencias implícitas a obras escritas por estos dos autores, que sin coincidir cronológicamente en vida se reúnen en grado sorprendente por medio de sus trascendentales legados.
Sus títulos más citados, además de los clásicos Ensayo político sobre la Isla de Cuba, publicado inicialmente junto a los volúmenes generados por Alejandro Humboldt y Aimé Bonpland entre 1799 y 1804, como parte del Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, y nuestro Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, dado a la imprenta por Ortiz en 1940, comprende también artículos, correspondencias y otros textos que reflejan la obra poliédrica de ambos autores, por ejemplo:
Alejandro de Humboldt: Cartas americanas (escritas por él entre 1799 y 1808), Ensayo sobre la geografía de las plantas (1805), Vista de la Cordillera y monumentos de pueblos indígenas de América (1810), Examen crítico de la historia de geografía del Nuevo Mundo (1814-1834) y Cosmos, ensayo de la descripción física del mundo (1845-1847).
Fernando Ortiz Fernández: Los negros brujos (1906), Entre cubanos, psicología tropical (1913), Un catauro de cubanismos (1923), Los factores humanos de la cubanidad (1939), Historia de una pelea cubana contra los demonios (1959),y Correspondencia de Fernando Ortiz (cartas escritas por él entre 1920 y 1950).
Pero antes de continuar relacionando las múltiples contribuciones de Humboldt y de Ortiz publicadas durante y con posterioridad a sus vidas, prefiero pasar al otro tema que anunciamos al principio, conscientes de que es imposible trazar una línea divisoria entre sus obras científicas y sus idearios sociopolíticos, al representar cada uno de ellos un todo indisoluble desde el punto de vista intelectual y humano.
Cívicamente, la audacia de Alejandro de Humboldt y de Fernando Ortiz propia de pioneros y fundadores en el ámbito académico, se corresponde con una actitud progresista en la acepción más abarcadora del término, demostrada por la vocación humanista y el hondo compromiso que asumieron en sus respectivas épocas.
El primero de ellos, por la superposición de factores naturales y sociales en que sustenta, por ejemplo, su oposición a uno de los peores problemas que sufría la sociedad cubana, la esclavitud. Llegando a escribir en las páginas de Viaje a las tierras equinocciales del Nuevo Continente:
Es cosa de llorar cuando piensa uno que haya todavía en las Antillas colonos europeos capaces de marcar a sus esclavos con un hierro candente para reconocerlos e identificarlos cuando se le escapan.
Sostenida línea ética que continúa hasta el enciclopédico libro que coronó su vida y obra, Cosmosque se adelantó al relativismo cultural de Franz Boas:
Al sostener yo la unidad de la especie humana, quiero también rechazar la desagradable pretensión de que existen razas superiores e inferiores. Ciertamente que las razas son modificables, y que las hay más adecuadas que otras por haber logrado una mayor cultura mental, pero no hay razas más nobles que otras.
“La audacia de Alejandro de Humboldt y de Fernando Ortiz propia de pioneros y fundadores en el ámbito académico, se corresponde con una actitud progresista en la acepción más abarcadora del término, demostrada por la vocación humanista y el hondo compromiso que asumieron en sus respectivas épocas”.
Mientras Ortiz, un siglo después aún afronta la necesidad de librar incansables batallas contra las causas y manifestaciones de la discriminación racial en la sociedad cubana, destacándose su colosal obra de 1946, El engaño de las razas, reeditado en múltiples ocasiones que incluyen la de nuestra institución en 2011, donde con un lenguaje diáfano se plasman novedosas investigaciones científicas sobre el código genético y el ADN humano, entre otras que permiten desmentir ancestrales falacias sobre las supremacías raciales. Para la página inicial de esta obra, su autor seleccionó la siguiente cita de José Martí:
No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y observador cordial busca en vano en la justicia de la naturaleza, donde resulta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre.
En ambos casos nos encontramos ante vidas y obras monumentales, sostenidas por sus protagonistas con mucho más empeño personal que apoyo institucional, dando muestras de un ejemplar equilibrio entre talento científico y vehemencia cívica, algo no solo digno de respetuosa admiración sino, especialmente, de continuidad y aplicación innovadora por las nuevas generaciones que comparten un destino común, tan bien cultivado por Alejandro de Humboldt y Fernando Ortiz: la dignificación humana a escala universal. Y una visión de progreso ajena al positivismo en boga y apegada a la historia social.
“Alejandro de Humboldt está íntimamente enlazado a la historia de la cultura cubana y de la conciencia nacional”.
Finalmente, entre los desafíos que podremos superar de conjunto la Casa Museo Alejandro de Humboldt y la Fundación Fernando Ortiz en el contexto de la realidad cubana actual, debemos priorizar aquellos que nos permitan continuar descubriendo a estos dos descubridores, mediante el diseño y ejecución de un programa de acciones capaz de sistematizar la interiorización personal y aplicación práctica de sus preciados legados académicos, cívicos y humanos. He ahí el reto de esta comunión de espíritus que representan ambas instituciones.
En nombre del colectivo de la Fundación Fernando Ortiz, que nos acompaña en esta ocasión especial, les deseamos muchas felicidades y nuevos éxitos a todo el equipo de la Casa Museo Alejandro de Humboldt por su XXV aniversario de sostenida labor cultural, social y académica entre Alemania y Cuba. Hasta pronto. Auf wiederehen.
*Conferencia dictada en ocasión del aniversario XXV de la creación de la Casa Museo Alejandro de Humboldt (1997-2022). La Habana, 28 octubre 2022.