Fábrica de trova ¡Feliz aniversario!
12/7/2018
Los días del mes de julio son largos y calurosos en la capital cubana, y a veces la intensidad del verano, más los problemas del transporte, le quitan a uno las ganas de salir de casa. Pero no, hay que imponerse y disfrutar de la enorme gama de propuestas culturales que podemos encontrar por toda la ciudad, incluso en sitios en los que antes no pasaba absolutamente nada.
Por demasiado tiempo, ese municipio del este habanero que es Alamar fue solo una ciudad dormitorio, donde se postergó la atención de las necesidades espirituales de sus moradores, ejemplificado en el hecho de que para una comunidad de 160 000 habitantes no había ni tan siquiera un teatro. Semejante penosa realidad cambió por completo con la creación del proyecto multicultural Enguayabera. Es justo en dicho espacio donde desde el 6 de julio de 2017 entre jueves y sábado a partir de las 7:00 p.m. se lleva adelante lo que se ha denominado Fábrica de Trova, hermosa idea organizada por el trovador Pepe Ordás y su compañera Olguita, quien funciona como productora.
Nadie dude que en un hipotético cancionero de la Nueva Trova habría que incluir varias piezas de Pepe Ordás, fundador del recordado grupo Guaicán y quien es, además, un destacado compositor, arreglista, guitarrista, tresero y percusionista. Por mencionar un par de temas, ahí están esos clásicos de nuestra cancionística que son “¿De dónde viene el amor?” y “Son para ti”. Con la historia personal y los méritos artísticos de Pepe, uno era consciente de que al estar él como figura frontal de un proyecto como Fábrica de Trova, la calidad artística del mismo está más que garantizada, como pudieron comprobar los que estuvieron el pasado viernes 6 de julio en la celebración del primer aniversario de ese encuentro entre trovadores y trovadictos.
He tenido la suerte de seguir por una u otra vía la programación de Fábrica de Trova durante sus doce primeros meses y tengo la impresión de que Pepe y su compañera Olga han intentado, y en no pocos casos conseguido, totalizar el gusto por este tipo de creación musical y a la vez diversificarlo, o lo que es lo mismo, cumplir con lo general y lo particular, un rasgo distintivo del espacio y que hay que elogiar. Creo que esto es algo que une a Fábrica de Trova con la peña Trovando, que cada miércoles desde hace más de nueve años se lleva a cabo en el patio-bar de la EGREM. Empero, soy de la opinión que en ambos proyectos no se ha logrado una promoción efectiva y que logre formar y aglutinar un público más allá de los habituales y partidarios de la trova, como sí ha pasado, por ejemplo, en Santa Clara con la Trovuntivitis o con Ray Fernández en el Tun Tun.
Lamentablemente, aunque el discurso oficial apunte al enriquecimiento espiritual de nuestra población a través de la cultura con el quehacer de todas las manifestaciones artístico-literarias, en la práctica en la mayoría de las plazas del país uno aprecia que los presupuestos económicos se destinan solo, o en lo fundamental, a la “gozadera”; entendida como sinónimo de jolgorio, o sea, baile y bebedera, cosa que no está mal, pues yo también disfruto como el que más de la alegría corporal, pero todo tiene que ser con medida y equilibrio, algo que parece ha sido olvidado por quienes llevan las riendas del asunto entre nosotros.
Cuba ha invertido durante décadas en el desarrollo de la cultura, preparando a cientos de miles de pintores, escritores, escultores, ceramistas, cineastas, actores y actrices, diseñadores, bailarines, y músicos, entre los cuales también están los trovadores. Es triste, muy triste, que cuando uno de esos buenos hacedores de canciones resulta programado en un sitio como Fábrica de Trova, con capacidad para más de 100 personas y al precio módico de 10 cup, únicamente estén llenas un par de mesas, con la familia y alguna que otra amistad del artista en cuestión. Ello se debe en gran medida a la ausencia de una adecuada política promocional.
Aunque resulte doloroso reconocerlo, la riqueza cultural de este país, y que tanto ha costado formar, está desapareciendo, sea por causa de los procesos migratorios o por razón de la búsqueda de sustentos con expresiones seudoculturales. Porque lo cierto es que en Cuba, más allá de lo que se diga, el consumo cultural de las mayorías consiste en acceder al paquete, bailar a ritmo de reguetón y trap, beber mucho alcohol, o ir a comer a algún sitio una vez cada cierto tiempo,dado los altos precios (por lo general) de los restaurantes y los bajos salarios del ciudadano de a pie.
En tal contexto, tener una opción como Fábrica de Trova es un lujo que no debería desperdiciarse. Pero sacar el máximo de un espacio como ese implica ser conscientes de que introducir las reglas del mercado en nuestra sociedad sin un cambio de mentalidad y de acción en las instituciones que están llamadas a promover la cultura nacional, provoca la crisis de valores de la que en el presente somos testigos por doquier, al margen de la buena o mala voluntad de quienes asumen la actitud del avestruz y prefieren hablar de los efectos y no de las causas.
Así pues, al marcharme del concierto por el primer aniversario de Fábrica de Trova, lo hice con una doble sensación: por un lado, feliz de haber asistido a un espacio donde prevalece el arte como expresión de resistencia, y por otro, con un dejo amargo, el de una advertencia sobre el rumbo que llevamos; el rumbo que provoca que, sin haber sido nunca programado en los medios oficiales de comunicación en Cuba, el tema musical más popular en este país en los últimos años haya sido “El palón divino”, de Chocolate.