Difícilmente haya un cubano, adulto o adolescente, que no sea capaz de tararear, al menos una estrofa, de la emblemática melodía “Yolanda”, compuesta por el trovador Pablo Milanés.

Hace solo unas horas conocimos de su fallecimiento en la lejana ciudad de Madrid, España. Allí ciertamente yace su cuerpo, pero su vida y su obra eterna quedarán para siempre en la Isla que lo vio nacer y que tanto amó.

Nacido en la legendaria ciudad de Bayamo, en la provincia Granma, el 24 de febrero de 1943, Pablito, como se le llamó durante su infancia y juventud, se vinculó a la música desde los seis años de edad y más de una vez confesó que en su vida la música siempre fue determinante. Desde las edades más tempranas musicalizó los versos de José Martí y Nicolás Guillén.

De Bayamo para La Habana, consolidó su carrera como compositor e intérprete. Convertido ya en inmenso trovador y poeta, fue de La Habana para el mundo, donde dio a conocer el espíritu del pueblo cubano, de su pueblo a través de las letras de sus canciones, inspiradas en la amistad y el amor en todas sus formas. Tanto como en su Isla natal fue querido, admirado y respetado en varias regiones del planeta, al extremo de ser considerado una de las voces más reconocidas de Hispanoamérica.

“Convertido ya en inmenso trovador y poeta, fue de La Habana para el mundo, donde dio a conocer el espíritu del pueblo cubano”. Foto: Tomada de TeleSURtv.net

Creador de unas setecientas canciones y autor de medio centenar de fonogramas, dos de ellos ganadores de los Premios Grammy, Pablo Milanés, por la belleza de su voz privilegiada y su don para la interpretación, marcó a generaciones de cubanos.

Conjugó magistralmente en su estilo interpretativo y en las letras de sus canciones la vieja y la nueva trova, y justo en el momento preciso y necesario, como resultado de sus vínculos con la Casa de las Américas y en particular con Haydée Santamaría, se convirtió en uno de los principales fundadores del Movimiento de la Nueva Trova, el cual desde épocas tan lejanas como los años setenta proclamaba ya a gritos que los habitantes de esta tierra queremos vivir en paz, en aquella memorable canción titulada “Cuba va”.

“(…) por la belleza de su voz privilegiada y su don para la interpretación, [Pablito] marcó a generaciones de cubanos”.

A lo largo de su extensa y prolífica carrera como compositor e intérprete cultivó el feeling, el bolero y la trova tradicional, destacándose como uno de los momentos más significativos de su vida artística su paso por el grupo de Experimentación Sonora del Icaic.

El pasado mes de junio, como parte de una gira que incluía a Estados Unidos y España, Pablito ofreció un concierto en nuestra capital. Por más de dos horas, secundado por las voces de un gigantesco coro integrado por los miles de habaneros que se dieron cita en el Coliseo de la Ciudad Deportiva, le cantó a La Habana y también a su Patria. Narró anécdotas y en su repertorio incluyó temas de sus más recientes producciones discográficas. Aunque no faltaron, por supuesto, sus temas antológicos, que una vez más hicieron vibrar de emoción a quienes lo aplaudimos de manera delirante. Allí reconoció al público cubano como el mejor de cuantos había conocido.

Muchos vimos este encuentro, donde declaró su eterno amor por esta Isla, como la despedida de los escenarios de Cuba de Pablo Milanés, aquejado por los años y el rigor de la enfermedad que le acompañaba desde muchas décadas atrás. De todos modos su voz continuaba siendo la misma y aunque muy pronto se alejaría nuevamente, nos quedamos para siempre con sus canciones, con su valioso legado musical que nos pertenece, porque desde hace mucho tiempo es patrimonio de la cultura cubana.

A pocas horas de conocida la noticia de su deceso, La Habana en representación de toda Cuba lo despidió con grandes muestras de respeto y cariño. Convocados por el Ministerio de Cultura y el Instituto de la Música, decenas de trovadores y representantes de instituciones culturales, acudieron al Pabellón Cuba. Reunidos todos en el Patio Central de esta emblemática instalación, rindieron homenaje a quien supo siempre cómo encontrar eso que llaman amor para vivir.

Trovadores de varias generaciones le cantaron a este imprescindible de la cultura cubana con la cubanía que caracterizó toda su obra creativa. Y entre reiterados aplausos del público, puesto de pie, se unieron todas las voces e hicieron un solo canto dedicado a quien será para todos los tiempos eternamente Pablo.

1