Esto es algo de lo que te has perdido últimamente
11/12/2017
A primera vista, este es un libro sobre el fracaso, sobre la imposibilidad de escribir, sobre la imposibilidad de vivir y, de ser posible, incluso sobre la incapacidad de morir. Pero nunca hay una primera vista, sino múltiples lecturas sobre un mismo tema. Aquí tenemos una melodía de voces que nunca se elevan más allá de un simple murmullo, tan bajo que a veces semeja un grito.
Utilizando al máximo la grabación con varias pistas, Freddie Mercury en 1976 intenta emular el Good vibrations de los Beach Boys y Happiness is a warm gun de los Beatles, con una canción pop de menos de cinco minutos en la que se desplieguen numerosos cambios de registro, como si de una mini opera se tratase. Mediante un uso excesivo (y consciente) de la teatralidad, la tensión de miles de emociones se desenvuelven dramatúrgicamente ante nuestros ojos (nuestros oídos) para desembocar en una suerte de catarsis donde todo está permitido.
Cuarenta años después, Yeney de Armas utiliza al máximo la ficción para traernos una rapsodia bohemia modernizada, una especie de cover-homenaje-apropiación de la canción homónima de Queen, transportada al terreno de la literatura, en un cuaderno ganador del premio Calendario 2016.
Catorce historias como catorce temas de un disco de placa, de esos que giran a 33 revoluciones por minuto. Los títulos de las mismas historias funcionan a veces a manera de homenajes y apropiaciones, ya sea desde el punto de vista literario (Una taza de té remite a la neozelandesa Katherine Mansfield, Travelling a Reina María Rodríguez, Después del desfile a Reinaldo Arenas), musical (el cuento que le da título al libro) e incluso cinematográfico (Garganta profunda).
¿Es esta la vida real o es solo fantasía?, preguntaba Freddy Mercury. El lector se puede hacer la misma pregunta ante estos textos que acusan influencias de la literatura menor, al estilo Carver o Deleuze. Historias que empiezan y terminan como el vuelo de una mariposa, frágiles, fugaces momentos que golpean con la fuerza de un martillo sobre la cabeza de esta pobre literatura cubana que en estos tiempos nos ha tocado vivir. Las interpretaciones de estas mismas historias muchas veces corren a cargo del mismo lector. Basta con sugerir, no con enseñar; el mejor strip-tease jamás diseñado.
También podemos hallar influencias del universo de la dramaturgia. El cuento El domingo bajo la sombra del capulí se lee como una miniobra de teatro sostenida a base de diálogos. Sin; sin embargo, parece una gigante y, a la vez, pequeña didascalía, una nota al pie de alguna obra mayor. (Sin, como título, también ofrece una doble lectura, significando pecado en idioma inglés y carencia de algo en español).
Una escritora que sueña con estar embarazada y, mientras tanto, vende sus historias a otras personas para que sean firmadas con nombres ajenos. La imposibilidad de las cosas, los múltiples intentos condenados al fracaso. Incapacidad de quedar realmente embarazada, en el caso de este personaje; incapacidad de producir cuentos originales, en el caso de sus clientes (que incluyen alguno que otro Premio Nacional de Literatura). Una chica que lo vive todo como si estuviera frente a las cámaras de un reality show, como una negación tangente al mundo real, ese que nunca es televisado y el cual; sin embargo, es la propia cotidianidad de esa joven. Una propuesta de matrimonio online, con comentarios y likes incluidos, que conduce (o viene de) el fracaso de las relaciones interpersonales y/o la modernidad de las cosas.
Las negaciones, las frustraciones van desde DDM que desea experimentar la verdadera libertad sin lograrlo, pasando por los intentos fallidos de la protagonista de Rapsodia bohemia por escribir una historia condenada al fracaso, hasta desembocar en el personaje de Después del desfile que solo desea dejarlo todo y largarse.
Servicio de habitaciones plantea la línea de fuga, el elongamiento hacia lo que podría ser el próximo libro de esta autora. Un cuento enigmático lleno de silencios, de cosas por decir ni siquiera sugeridas. Posibilidades truncas, inconclusas, que funcionan como un compilado de estos tiempos modernos: “Los tiempos no eran de persecución y asesinato como los narraban en las películas. Las cosas habían cambiado y ya mucha gente no pensaba en casi nada. Era época de guerra solapada, palabras clasificadas y contrainteligencia. No había necesidad de esforzarse por algo más que no fuera lo mínimo indispensable”.
Otros cuentos, como Travelling, Esto es algo de lo que te has perdido últimamente en Facebook o La pecera, funcionan desde el lado del sarcasmo, lo grotesco, lo puramente cómico a veces llegando al slapstick, la parodia, el acabose. Después de todo, no olvidemos que Bohemian Rhapsody de Queen fue incluida en un disco que tomó prestado el nombre de una película de los hermanos Marx: A day at the opera. Una vez más, lo grotesco custodiando lo aparentemente sublime, el collage de la postmodernidad haciendo de las suyas, la tragicidad de la parodia.
Yeney de Armas termina su libro con esta frase: “Creo que será el último.” Pero yo, en lo particular, creo que esta no será la última de sus contribuciones al panorama literario nacional.
Esperemos, pues, a ver que sucede y, mientras tanto, disfrutemos de esta rapsodia bohemia que recién ahora acaba de comenzar.