La exposición Vengo del sol, al soy voy fue inaugurada en el Memorial José Martí. En ella, un grupo de representativos creadores visuales cubanos se inspiraron en fragmentos de los Versos sencillos para llevar a cabo un nexo entre poesía y pintura. Maestros de la plástica en Cuba enarbolan la iconografía martiana y su trasfondo artístico en disímiles poéticas. Son 19 creadores que unen su gestualidad, su pincel y su pincelada para concretar obras de alto rigor visual que despliegan un derroche de color y enfoque martiano. Destacó el trabajo curatorial de la artista Alicia de la Campa Pak y de Margarita Ruíz, mientras que la selección de los versos y las palabras al catálogo fue realizada por la poeta, ensayista e investigadora del Centro de Estudios Martianos, Caridad Atencio.
La exposición aportó su visión creativa con profundo sentido martiano y a su vez una actitud renovadora, lejos de la mímesis figurativa iconográfica de José Martí. Primó el interés experimental con diferentes técnicas artísticas en soportes bidimensionales.
El receptor pudo identificar varios ejes temáticos en la muestra. Se encontraban, por ejemplo, las preocupaciones del maestro por la naturaleza, la racialidad, su visión sobre Norteamérica y, por último, el tema de la iconografía martiana desde aristas poéticas y su comportamiento estético en la contemporaneidad.
“La exposición aportó su visión creativa con profundo sentido martiano y a su vez una actitud renovadora, lejos de la mímesis figurativa iconográfica de José Martí”.
Como sabemos, la temática de la naturaleza formó parte de los intereses de Martí por su valor simbólico y puro. De esta manera, artistas como Zaida del Río y Cristian González-Téllez con obras como: “Y la luz del techo, del techo del cielo azul” y “En el bote va remando por el lago seductor” transfiguran su interpretación de lo natural buscando una analogía con la imagen del cuerpo femenino y la deidad Yemayá del panteón yoruba. Desde otra perspectiva creadores como Alicia de la Campa en “El Clarín solo en el monte canta al primer arrebol”, Isabel Gimeno en “Yo sé del canto del viento en las ramas vocingleras”, Alicia Leal en “El arroyo de la sierra me complace más que el mar”, Juan Moreira en “Yo sé los nombres extraños de las yerbas y las flores” y Sinecio Cuétara en “A mi denme el bosque eterno cuando rompe en el sol”, adentran al Apóstol en el fenómeno de la flora, la fauna y la relación con lo espiritual. Expresó Martí:
La naturaleza es el pino agreste, el viejo roble, el bravo mar, los ríos que van al mar como a la eternidad vamos los hombres: la naturaleza es rayo de luz que penetra las nubes y se hace arco iris; el espíritu humano que se eleva con las nubes del alma y se hace bienaventurado.[1]
La raza fue un tema de interés en el pensamiento y trabajo martiano por su evidente sensibilidad por las desigualdades sociales, la esclavitud y la perspectiva del otro cultural. Estos son fenómenos recurrentes en el crecimiento exponencial de las duras realidades vividas desde su infancia. En la exposición no podían faltar obras como “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy”, de Pepe Menéndez y “Yo sé historias viejas del hombre y de sus rencillas”, de Roberto Diago que dialogan con la figuración de lo físico y religioso para ponderar todos los procesos que trajeron consigo la colonización y la trata negrera en Cuba, la transculturación como parte del rechazo de la cultura del otro, y el sincretismo de religiones que forman parte de nuestra historia. Estas piezas hablan de rasgos faciales exuberantes, del color de piel y el mestizaje. La visión de José Martí se ve reflejada en el siguiente fragmento de su texto Mi raza:
(…) El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: “Mi raza”; peca de redundante el negro que dice: “Mi raza”. Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad.[2]
Por otra parte, hay obras que reflejan la perspectiva norteamericana y las experiencias que marcaron la vida de Martí en los Estados Unidos. Creadores como Octavio Irving y Tomás Núñez coinciden en un mismo título: “Yo he visto al águila herida volar al azul sereno”, el cual abordan desde diferentes aristas y técnicas. El primero, desde una ejecución plástica más tradicional (el carboncillo y tinta sobre papel), alcanza una pincelada desenfadada, una gestualidad de forma sucinta. La imagen del rostro de Martí con una lágrima en su mejilla, remite a la frase: “viví en el monstruo y conozco sus entrañas, y mi honda es la de David”.[3] El segundo hace una intervención compleja ya que, a través de la técnica de ensamblaje de materiales diversos, construye una pieza bidimensional con un cargado sentido simbólico. Núñez presenta un paisaje un tanto caótico donde, la vorágine de la colocación de los elementos y la analogía con el título, describe al águila imperial como atributo principal de la cultura norteamericana. También como expresión se exponen elementos del pop, de lo kitsch y lo referente a los debates bélicos y su entramado militar, rostro menos agradable a la imagen pública, pero existente.
El tratamiento de la pincelada para la imagen de José Martí es uno de los temas más trillados en las artes visuales cubanas por su connotación y visión martiana. El grupo de artistas en esta expo ancla su poética a la iconografía, por supuesto, en conjunto con la selección de los fragmentos de los Versos Sencillos. En el caso de Nelson Villalobos, “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy”, el sentido hermenéutico de la pieza vincula toda la connotación de experiencia de Martí con el simbolismo. Utiliza Villalobos la inclusión de flechas en distintas direcciones que a su vez recrean un paisaje en el centro. Simula la silueta del sol en segundo plano, mientras en el primero, la imagen de José Julián declara una interpretación simbólica de la luz que irradia Nuestro Apóstol al pasar el tiempo en todas las naciones.
En las siguientes obras, según los referentes visuales, se identifican los nexos de Martí con todos los valores revolucionarios y su visión de fomentar una patria libre y soberana. Sandor González en “Cuando al peso de la cruz el hombre morir resuelve”, Gabriel A. Cuétara en “¡Vibra la espada en la vaina! Mudo, les beso la mano” y Li Domínguez y Frank Hart en “Arpa soy, salterio soy donde vibra el universo” son ejemplos de piezas que poseen un sentido histórico de la idiosincrasia cubana, con empleo e inclusión de los símbolos patrios. Nelson Domínguez con la pintura “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar” da una visión particular: la continuidad de los anhelos de una nación soberana. Domínguez en este caso, incluye a Fidel, y así refiere la atemporalidad martiana en el quehacer de la Revolución Cubana, y de muchas de las acciones por alcanzar la libertad.
Estas últimas piezas exponen una ejecución artística experimental en cuanto a la reinterpretación y a la techné. La fotografía de Roberto Salas, “Soy el amor, soy el verso” juega un rol interesante ya que demarca el valor renovador de visualidad artística y forma parte de la memoria cotidiana cubana. Salas capta a través de su lente la imagen de Martí en tres esculturas que representan la solemnidad y a su vez la humanidad de este ser lleno de luz. La obra “Yo sacaré lo que en el pecho tengo y horror”, de Arístides Hernández (Ares), emplea varios códigos visuales que contribuyen a despertar la atención del receptor. La conjunción del tratamiento pictórico, escultórico y escritural logra un conjunto más comunicativo que resalta valores tanto físicos como morales. La inclusión de una aldaba en el corazón de Martí abre una perspectiva poética, pues nos sugiere que se debe consultar e interiorizar los pensamientos del Maestro. Se refleja en el subtexto un mensaje de porvenir para que prevalezca en nuestra sociedad la humanidad y el amor.
La sala del Memorial José Martí le brindó al espectador una muestra iluminada de arte, sentimiento, conocimiento y belleza visual. El conjunto de 18 obras ―inspiradas en la esencia humanista de lo que podríamos definir como fisionomía moral de Nuestro Apóstol― sedujo por su universo de símbolos, fuentes literarias e iconográficas.
Tomado de: Portal José Martí
Notas