España en el quehacer coreográfico del Ballet Nacional de Cuba
La herencia de la cultura española en el quehacer coreográfico del Ballet Nacional de Cuba ha sido un rasgo que lo ha caracterizado en estos 75 años de permanente creación. Tanto Alicia como Fernando Alonso estuvieron conscientes de la importancia que tenía en nuestras raíces culturales la huella dejada por España desde finales del siglo XV, en que se produjo el llamado “descubrimiento” de América, hasta nuestros días. En una fecha tan temprana como 1951, añadieron al repertorio del novel conjunto Capricho Español, que en versión del argentino Armando Navarro, sobre el original de Massine, tuvo su estreno en el Anfiteatro Municipal de La Habana el 25 de septiembre de ese año. Las danzas españolas incluidas en clásicos, como Coppelia, Cascanueces, La bella durmiente o El lago de los cisnes, enriquecieron el conocimiento de los balletómanos cubanos en las puestas de esas obras que subieron a nuestros escenarios en 1948, 1952 y 1954, respectivamente.
Luego de la reorganización de la compañía, tras el triunfo de la revolución en 1959, la herencia española nunca dejó de estar presente en el quehacer coreográfico de la compañía cubana, y ya en la década del 60 alcanzaría punto cimero con la puesta en escena de El sombrero de tres picos, con música de Manuel de Falla y libreto de Gregorio Martínez Sierra sobre texto de Pedro Antonio de Alarcón, que el argentino Rodolfo Rodríguez diera a conocer en el Teatro Amadeo Roldán el 22 de diciembre de 1963, con Alicia Alonso en el papel de La Molinera. A esta herencia hispánica se sumaron el estreno de Majísimo, del cubano Jorge García en 1965; Carmen, del cubano Alberto Alonsoen 1967; Días que fueron noches, del cubanoAdolfo Vázquez, con música de Joaquín Rodrigo, en 1967,y Ad Libitum, de Alberto Méndez en 1978, que marcó el histórico debut de la pareja integrada por Alicia Alonso y el magnífico bailarín Antonio Gades.
En 1980 el puertorriqueño José Parés aportaría Apuntes ibéricos, con música de Ernesto Lecuona; y la chilena Hilda Riveros, Fandango, conmúsica de Boccherini, para el lucimiento de Josefina Méndez, Aurora Bosch y Mirta Plá, tres de las afamadas joyas del ballet cubano. El pas de deux El Cid, del cubano Iván Tenorio con música de Massenet; Capricho, con coreografía de la cubana Aurora Bosch, en 1986; El sombrero de tres picos, en versión del español José Antonio en 1988; Romance de Luna, del mismo coreógrafo en 1990; Casiopea ballet de las estrellas, de Iván Tenorio en 1992; Juana, razón y amor, de Alicia Alonso, en 1993; El sombrero de tres picos, en versión de la cubana Marta García en 1998; A mi aire, de la española Victoria Eugenia, en 1999; Imágenes de Dalí, del cubano Rafael del Prado, en 2004; El amor brujo, del español Antonio Riva Ríos (El Pipa), con música de Manuel de Falla, 2010; Aires de tradición, del cubano Eduardo Blanco, en 2011, y Maite, de Alberto Méndez con música vasca, en 2019.
Lugar especial en el repertorio de nuestra principal compañía danzaria ocupan las obras que tuvieron su inspiración en la fuente inagotable de la obra lorquiana. Durante el VII Festival Internacional de Ballet de La Habana Alberto Méndez llevó a escena, el 2 de noviembre de 1980, una versión teatral danzaria de Doña Rosita la soltera,que incluyó entre sus intérpretes a la primera bailarina Loipa Araújo y a los actores Verónica Lynn y Gerardo Riverón, quienes declamaron textos de la obra homónima del gran poeta granadino.
Por su parte, Iván Tenorio, coreógrafo grandemente influenciado por el teatro dramático, quien en 1976 diera a conocer su versión de La casa de Bernarda Alba, con música de Sergio Fernández Barroso, estrenó en 1989 Viva Lorca,donde abordó distintas obras de Lorca como Yerma, Mariana Pineda, La zapatera prodigiosa y escenas de La casa de Bernarda Alba.
El español Goyo Montero, coreógrafo invitado, aportaría al repertorio cubano Mariana,inspirada en la figura de Mariana Pineda, símbolo de la lucha independentista del pueblo español frente a las agresiones externas.
Alicia Alonso, fiel admiradora de la obra lorquiana, abordó en el año 2009 de manera hermosa el célebre poema “Preciosa y el aire”, con música de Ángel Barrios orquestada por el maestro Roberto Sánchez Ferrer.
Ahora, en el contexto del XXX Festival Internacional La Huella de España, subirá a la escena otro de los más famosos textos de Lorca: Bodas de Sangre, que 45 años atrás, el 29 de abril de 1978, nos entregó Antonio Gades, con música de Emilio de Diego, escenografía de Francisco Nieva, vestuario de Julio Castaño y libreto de Alfredo Mañas. La puesta, después de casi una década de ausencia en los escenarios cubanos, volverá esta vez a deleitar al público en el Teatro Martí, gracias a una hermosa colaboración de la fundación y compañía Antonio Gades, que lideran su viuda Eugenia Eiriz, y María Estévez, hija del célebre bailarín y coreógrafo.
En esta ocasión la puesta, que ha tenido la colaboración de Stella Arauzo, subdirectora artística de la mencionada agrupación española, tendrá como intérprete del personaje de La Novia a Viengsay Valdés, primera bailarina y directora del Ballet Nacional de Cuba, a Darío Hernández como El Novio, y a los invitados Álvaro Madrid, Esmeralda Manzanas y Stella Arauzo, en los roles de Leonardo, La Mujer y La Madre, respectivamente.
Una fiesta de sincera colaboración y hermandad, que ha tenido como puente el lenguaje universal de la danza.