Espacios con lente de aumento
28/9/2016
La coreografía es, para un coreógrafo, el lienzo de los pintores o el pentagrama de los músicos en la composición. Es el espacio donde realizan sus sueños o donde los pueden cumplir y sentirse libres.
Muchos se plantean: ¿Qué sucede con la coreografía en la actualidad? Pero la realidad es que cada vez tenemos un público más exigente, más conocedor, y espera ver algo que sobrepase sus expectativas.
Noel Bonilla, director del Departamento de Creación Artística en el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, hizo estudios acerca de la danza del presentar, que va más allá del performance, pero no deja de ser danza, aunque ni siquiera la coreografía sea lo importante.
Sin embargo, para el investigador, el trabajo del coreógrafo es crucial y debe estar acompañado de un asesor teórico que comunique hasta dónde los sueños o las visiones pueden ser realizables, desde otra perspectiva.
El trabajo del coreógrafo es crucial y debe estar acompañado de un asesor teórico que comunique hasta dónde los sueños o las visiones pueden ser realizables, desde otra perspectiva.
El Consejo Nacional de las Artes Escénicas dispone de medios para el desarrollo de la práctica coreográfica y acerca de esto nos comenta Noel.
¿Cuáles son las plataformas o estrategias que utiliza el Consejo Nacional de las Artes Escénicas para estimular la creación?
El Consejo trabaja en programas de desarrollo de todas las artes escénicas y particularmente el referido a la danza.
Hay un programa de desarrollo de la danza que es el acompañamiento a las compañías, agrupaciones y proyectos profesionales de nuestro sistema. Se organizan a nivel de catálogos, ya sean de los consejos provinciales, de las empresas o agencias que radican en La Habana y en provincias como Matanzas y Holguín, que tienen en su polo turístico más agrupaciones de danza.
A partir de esta organización, tramamos una herramienta de desarrollo que, en principio, responde a los intereses particulares de los coreógrafos y las direcciones de las compañías o agrupaciones.
Hay muchas que, sin llegar a ser una compañía de autor, se proyectan a partir de los sueños y anhelos de lo que puedan hacer sus coreógrafos que son, en estos casos, sus directores.
La misión del Consejo es acompañar esas obsesiones en términos productivos, de promoción, y a través del programa de giras nacionales.
¿Cuáles son los espacios que existen para que los bailarines y coreógrafos visibilicen su obra y dialoguen con el público y la crítica?
De las compañías que tenemos en Cuba, alrededor de 52, la mayoría se encuentran subvencionadas: de danza contemporánea, ballet, espectáculos, danza folclórica… todas hallan en los escasos espacios que tenemos un nivel de visibilización, llamémoslo festivales.
No existe un festival nacional de danza, es una gran deuda que el Consejo debe saldar algúndía.
No existe un festival nacional de danza, es una gran deuda que el Consejo debe saldar algún día. Hemos hecho algunas alternativas, nos hemos inventado opciones dentro de los festivales de teatro con el objetivo de propiciar un espacio para la danza a partir de las jerarquizaciones. También se tienen en cuenta aniversarios cerrados de alguna compañía o creador, pero no existen muchos espacios.
Hay algunos localizados en provincias, como el Festival Olorun de Camagüey, que está dedicado a la danza folclórica. Tiene una agenda paralela que funciona como acercamiento teórico a nivel de conferencias magistrales, talleres, montajes y encuentros con la crítica. El Festival Olorun, en sus últimas ediciones, viene invitando a teóricos, pensadores del arte folclórico en Cuba, críticos de danza que, de alguna manera, dialogan sobre lo que se produce en esta vitrina expositiva.
También hay otros espacios más pequeños, como el Fidance (fiesta de la danza) de Santiago de Cuba, que debe definir su esencia, porque no sectoriza ni por tendencia ni por género, abarca desde la danza folclórica hasta el cabaret, pasando por el ballet y la danza contemporánea. Es un proyecto que tiene otro vocabulario expresivo, pero debe organizarse curatorialmente.
Pienso en el concurso de coreografía e interpretación Danzandos, que organiza Lilian Padrón en Matanzas. Es un evento con una larga trayectoria y ha seguido muy centrado en los principios de legitimar la mejor coreografía en dueto a partir del criterio de un jurado conocedor.
El concurso Solamente solos seguía esta base del Danzandos, pero premiaba interpretación, coreografía y otras esferas que convergen en la práctica coreográfica las cuales, muchas veces, no son estimadas como la música y el diseño.
¿Cómo se desarrolla Danza en Construcción?
Desde el año 2007 a mí se me ocurre propiciar una zona de encuentro que no fuera un festival ni un concurso, y es así como creamos la plataforma Danza en Construcción. Se gesta a partir de Danzar.cu, una idea que tuve junto a Mercedes Borges de crear un centro de promoción, desarrollo e investigación de la danza en Cuba. Este centro se concretó en la publicación de un tabloide que tuvo una circulación regular. Después empezaron a aparecer problemas, la publicación no se siguió haciendo, pero lo continuamos de manera digital. Era un proyecto con el que se quería producir y visibilizar el pensamiento teórico que debe acompañar la creación coreográfica, y proyectarse desde la devolución del consumo de esa actividad.
Cartel de Danza en Construcción (2014)
Empezamos a nuclear una red pequeña al principio de jóvenes coreógrafos o de jóvenes bailarines con interés en la coreografía y de teatrólogos, analistas y asesores. También se nos acercaron músicos, cineastas y realizadores audiovisuales.
Danza en Construcción ha tenido seis ediciones; quizás a finales de noviembre de este año tengamos otra. Pero lo mejor que ha logrado es una especie de laboratorio, e indagar a profundidad en las herramientas constructivas del arte escénico en la danza; también en eso que nos dice cuándo es danza y cuándo no, primera preocupación que debería tener la teoría de este arte en general.
¿Qué perspectivas futuras tiene Danzar.cu?
Ojalá a finales de 2016 tengamos otro número actualizado de Danzar.cu, estamos trabajando en ello. Creo que puede ser posible, porque vale la pena visualizar lo que están haciendo los teóricos y críticos de la danza cubana.
Pensamos el arte coreográfico como una zona difícil, compleja, para nada gratuita, donde convergen muchos elementos, tanto el imaginario de creadores como de bailarines y todo el equipo presente.
La coreografía debe hablar hoy de eso en tanto lente de aumento, no espejo de la realidad, y debe preguntarse hasta dónde esa realidad que circunda al artista tiene que dialogar a partir de esas coordenadas que van moviendo el pensamiento del arte contemporáneo.
¿Qué espacios teóricos, de debate o intercambio, existen para los creadores e involucrados en el montaje de sus obras?
Hay un proyecto como Inventario, que nació desde un interés de Osnel Delgado, actual director artístico del proyecto Malpaso, que lo realizó junto a Gabriela Burdsall y Heidi Batista, cuando bailaban en Danza Contemporánea de Cuba. Trazaba un inventario de lo que se estaba haciendo en el país y, sobre todo, lo que hacían los jóvenes creadores. Se propiciaba un diálogo directo de desmontaje y confección de ese proceso.
Ha habido otros espacios de diálogo en Danza en Construcción o coloquios convocados por Danzar.cu. Pero no creo que haya una sistematicidad, más allá de que no exista un interés particular de la gente que piensa la danza en Cuba.
Creo que mediante el diálogo entre los creadores críticos y los creadores coreográficos, es que podemos lograr el intercambio a través de nuestras esencias. Sabemos que el bailarín cubano se caracteriza por esa “fisicalidad”, pero, ¿hasta dónde esta se pone en sintonía con un relato o una motivación que esperan los hombres y mujeres del siglo XXI?